Por: Ricardo Angoso
La mítica Salónica-en griego Thessaloniki- fue tierra de acogida y refugio tras el brutal destierro impuesto a los judíos por los Reyes Católicos allá por el año 1492. Los sefardíes desterrados, humillados en lo más hondo de su ser, llegaban sin nada, con apenas con lo puesto, y fueron capaces de construir, casi reconstruir, un nuevo mundo, más justo, más tolerante y en donde lo religioso no fuera una frontera sino un sueño donde hacer posible todos los sueños. La tolerante Salónica, abierta, cosmopolita y alegre. También judía, cristiana y musulmana. Durante años, esta bella ciudad griega vivió la dominación otomana y después, como fruto de una historia plagada de sangrientos episodios, pasó a ser la segunda ciudad de una Grecia que echaba andar en la escena europea tras siglos de luchas a garrotazos, guerras, terremotos y todo tipo de infortunios. Salónica hoy es la capital histórica de Macedonia para los griegos, que no reconocen al Estado de tal nombre situado al Norte.
Ya en el siglo XX, en plena Segunda Guerra Mundial cuando Hitler dominaba casi toda Europa, la ciudad tendría un protagonismo macabro e inesperado: los nazis ocuparon la ciudad y la comunidad judía fue expulsada hacia los campos de concentración, donde se toparían con todo un rosario de humillación, sufrimiento y muerte. De un solo golpe, como un manotazo homicida, la rica vida judía fue ahogada para siempre. Luego llegó la victoria de los aliados, que en muy poco ayudaría ya a los judíos, la interminable y cruenta guerra civil griega y el despegue de una ciudad anclada entre la tradición griega y mediterránea y un dinamismo en lo comercial que iba por delante de sus posibilidades reales.
Antes que los nazis ocuparan todo el espacio balcánico, la ciudad de Salónica fue pasto de los ávidos conquistadores que soñaron con conquistar y dominar a la vieja Grecia. Por el territorio griego pasaron los eslavos, los avaros, los sarracenos, los francos, los venecianos, los macedonios y, cómo no, los nunca deseados vecinos turcos. Pero siempre, a pesar de cada conquista, de cada guerra, de cada batalla, Salónica permanecía en pie, impasible ante las inclemencias políticas e históricas.
A toda esta historia plagada de episodios heroicos y conflictos, se refería el periodista John Reed, quien escribiría en 1915: “Aquí boto Alejandro su flota. Salónica ha sido...una ciudad bizantina más pequeña que Constantinopla, y el último eslabón de aquel romántico reino latino, donde los últimos cruzados se aferraban desesperadamente en retener el Oriente que habían ganado y perdido. Sarracenos, francos, griegos, albaneses, romanos, normandos, lombardos, venecianos, fenicios y turcos se sucedieron como gobernantes, y san Pablo abrumó con sus visitas y sus epístolas. Austria casi ganó a Salónica en plena Segunda Guerra de los Balcanes; Serbia y Grecia rompieron la alianza de los Balcanes para retenerla, y Bulgaria se lanzó a una guerra desastrosa para ganarla. Salónica es una ciudad de ninguna nación y de todas las naciones”.
Y en Salónica, como ocurre con casi todas las urbes griegas, posee ricos testimonios de todo este pasado plagado de grandezas y miserias. De la época romana nos quedan la Rotonda de Galerio, del año 300 d.C., el Agora romana, el Teatro, el Arco de Galerio –que fue construido para celebrar la victoria contra los persas en el año 297 d.C.-, los baños romanos y el Ninfeo, una elegante y circular edificación en donde se ha construido en una de sus cisternas la bella iglesia de San Ioanis Pródromos, que fue inicialmente unas catacumbas cristianas.
De las iglesias de Salónica del período bizantino, hay que reseñar varias: la de Santa Sofía, una iglesia de estilo de transición de la basílica con cúpula a la de planta de cruz griega con cúpula y espléndidos mosaicos en su interior; la paleocristiana de Acheropoiteos, del siglo V d.C., que fue convertida en la época otomana en mezquita, y Osios David o Monasterio Latomu, conocida por su famoso mosaico de la Gloria del Señor o La Visión de Ezequiel, lugares todos ellos de obligado recorrido a esta Salónica plagada de iglesias, conventos y restos antiguos.
No olvidemos citar otros nombres, que no por ser más modestos en sus formas escapan a la belleza bizantina: Santo Apostoli –de planta de cruz griega, con rica decoración, mosaicos y frescos de la época de Peleógos-; San Nikolao Orfanós –del siglo XIV, con abundantes frescos y depedientes del Monasterio de Vlatadon-; Profeta Elías –construida en el año 1360 por el monje Makarios sobre las ruinas de un palacio bizantino-; San Ekaterini –muy bien conservada en su exterior y con algunos restos de sus frescos-; el Monasterio Vlatadon; y San Dimitrios –levantada sobre unos baños romanos y adornada con mosaicos para después ser rehabilitada en 1948-.
Finalmente, en un itinerario por este pasado bizantino no debe faltar una visita a sus famosas Murallas, plagadas de torretas y restos varios, que fueron construidas durante el reinado de Teodosio el Grande y rodeaban toda la ciudad. Según reza un folleto entregado en la Oficina de Turismo Griego, Salónica “con sus cincuenta y siete iglesias y los cuarenta monasterios y dependencias monasteriales, con los suelos de mosaico de sus iglesias y los ángeles que tocan las trompetas en los cielos, da su propia riqueza”.
Sin embargo, pese a la dominación romana con todo su legado y al esplendor propio de la era bizantina, plagada de oscuros avatares y cruentas invasiones, cuando la ciudad llegó a su máximo esplendor fue en el siglo XV, momento en el cual comienza la llegada masiva de hebreos expulsados primero de España y después de casi toda Europa. De la presencia judía en esta ciudad nos da buena cuenta Robert Kaplan: “Los primeros judíos llegaron a Salónica en el año 140 a.C. En el año 53, san Pablo –Rabí Saul de Tarso- predicó en el Etz Haim (“El árbol de la Vida”), la sinagoga, tres sábados consecutivos. Los judíos de Hungría y Alemania se instalaron en el año 1376. Tras la conquista de Salónica por los turcos otomanos, veinte mil judíos de España obtuvieron autorización para establecerse allí en 1492, transformando radicalmente la cultura y el carácter de la ciudad. En el año 1493 arribaron judíos de Sicilia. Desde 1495 hasta 1497, una vez que la Inquisición se impuso en España y Portugal, llegaron los judíos procedentes de Portugal”.
Los turcos, que habían conquistado Salónica por primera vez en el 1349, permitieron a los judíos recién llegados –“Portuguezim”, los que venían de Portugal, y “Sepharadim”, los llegados desde España- asentarse en sus ciudades, comerciar, abrir sus mercados, construir sus sinagogas y, en definitiva, sentirse ciudadanos de una sociedad absolutamente tolerante hacia las otras confesiones religiosas. Más tarde, y después de una serie de reveses en los Balcanes, los turcos se instalarían en Salónica definitivamente en el año 1430, presencia turca que duraría hasta la Primera Guerra Balcánica (1912). El resto de Grecia caería definitivamente bajo dominio turco tras la mítica toma de la ciudad de Constantinopla, en el año 1453.
Esta derrota militar, que será celebrada durante siglos por los otomanos y que determinaría la historia de Europa hasta bien entrado el siglo XX, fue bien contada y recogida por los cronistas de la época. El poeta griego Constantino Kavafis, al referirse a este acontecimiento, señala en uno de sus poemas las semejanzas de la caída de esta ciudad con la toma de Salónica:”He pasado estos días leyendo canciones populares,/canciones que hablan de las hazañas guerreras de los kleftes./Emocionantes historias; nuestras, griegas./ También he leído canciones llenas de dolor que narran la caída de Constantinopla./Conquistaron Constantinopla, la conquistaron; y tomaron Tesalónica”.
La ciudad, llamada en aquellos años Thessaloniki por los griegos y Selânik por los turcos, se convirtió en uno de los centros urbanos más importantes de los Balcanes. Decenas de mezquitas, junto con sinagogas e iglesias ortodoxas y católicas, se construyeron al calor de ese respeto que emanaba de las costumbres turcas. Según todas las fuentes, en la vieja Selânik o Salónica vivían entre 100.000 y 150.000 judíos de todas las procedencias en el momento de su máximo esplendor.
Después de la caída de la ciudad en manos turcas llegaría lo que griegos denominan como la “larga noche de la dominación otomana”. Pese a todo, y al igual que ocurre en todos los países dominados por los turcos en los Balcanes, el alma, la cultura y la lengua de los helenos encuentran cobijo en las iglesias y monasterios tolerados por sus nuevos ocupantes. Además, los griegos, que siempre han sido buenos comerciantes y negociantes, muy pronto prosperaron socialmente y se convirtieron en una nueva clase social muy activa y dinámica que se dedicaba a la agricultura, al pequeño comercio y a la artesanía.
De este período de la cultura griega bajo la dominación otomana, hay que destacar algunos edificios y monumentos que quedaron como mudos testigos de esta larga época, entre los que debemos reseñar la Torre Blanca –en griego Lefkos Pirgos-, el Museo Etnográfico, que guarda una bella colección que va desde la Grecia del medievo hasta hoy, y varios edificios civiles y religiosos también de estos años de sumisión a la Sublime Puerta. Como ocurre en otras partes de los Balcanes, en la ciudad de Salónica quedan muy pocos monumentos y edificios que recuerden el pasado otomano; de este período tenemos que destacar y visitar, en pleno centro histórico, la mezquita de Hamza Bey.
No obstante, en el deseo de los griegos latía desde hace tiempo el anhelo de crear y conformar una gran entidad nacional que agrupase a todos los helenos de la región, desde Constantinopla hasta Atenas pasando por Salónica y las comunidades griegas desperdigadas por Bulgaria y Rumania y las miles de islas griegas del Egeo. Este resurgimiento de la identidad nacional helena, amparada y animada por las revoluciones nacionales y liberales del siglo XIX, provoca, a comienzos de esta centuria, el primer levantamiento contra los turcos. La independencia de Grecia es lograda, a sangre y fuego, en el año 1821.
Paradójicamente, en Salónica nació, en 1881, Mustafá Kemal Atatürk, el gran líder y reformador de la Turquía moderna. Atatürk, que estudió en una escuela primaria en esta ciudad, sirvió después como oficial del ejército turco en Salónica y fue allí donde comenzó sus primeros trabajos para constituir los “jóvenes turcos”, una organización contraria al poder imperial y que pretendía modernizar a Turquía. Tras la pérdida de la ciudad por los turcos, en el año 1913, el máximo líder de los turcos nunca volvería a pisar las calles de Salónica.
En 1913, según los censos de la época, la población de Salónica ascendía a 157.000 personas, de las cuales más de 80.000 eran hebreos; 35.000 turcos y de 10.000 a 15.000 eran domes (judíos convertidos al Islam durante el período otomano) y el resto eran un conjunto de nacionalidades y etnias, desde albaneses y serbios hasta búlgaros y rumanos.
Muy pronto, tras el final de las dos guerras balcánicas, la tensión llegó a la ciudad. En 1913, y después de una serie de ataques antisemitas por parte de los griegos, más de 400 tiendas en manos de los hebreos fueron arrasadas e incendiadas bajo el pretexto de que los judíos habían envenenado el agua de la ciudad. Se trataba del primer y más duro ataque de los griegos contra los hebreos, a los que ya se acusaba abiertamente de haber estado aliados a sus antiguos ocupantes turcos. En 1913 también sería asesinado en Salónica el rey Jorge I de Grecia.
En 1916, las nuevas fuerzas griegas ocuparon Salónica. Un año más tarde, en 1917, un enorme incendio destruyó toda la parte judía de la ciudad, así como treinta y cuatro sinagogas. El resultado fue que 73.448 personas quedaron sin hogar, de las que 53.537 eran judías. Los judíos fueron expulsados hacia las peores partes de la urbe, hacia la periferia, y de la noche a la mañana la vida hebrea perdía toda su luminosidad. Ese mismo año se decretaban las primeras medidas antijudías en toda Grecia. En una ciudad donde la lengua franca era el judeoespañol o ladino, se respetaba el sabbath (el sábado religioso) y donde los judíos llevaban viviendo desde siglos, las nuevas autoridades griegas decidieron acabar de un solo golpe con este espíritu tolerante y abierto.
Más tarde, ya con Salónica como gran segunda capital griega, en 1943, toda Grecia fue ocupada por los Nazis. Y llegaría, de su pérfida mano, el Holocausto, la destrucción programada de toda la vida judía en Europa Central y Oriental y los Balcanes, el drama de un pueblo condenado al exterminio por un nazismo que encontró en muchos de los gobiernos locales el apoyo, la colaboración e incluso la simpatía hacia su perversa ideología.
El gran escritor Joseph Pla, autor del excelente libro Israel, 1957, donde cuenta sus experiencias y vivencias de un viaje que el autor realizó al Estado judío en el año que da título el libro, cuenta del drama padecido por la ciudad de Salónica. “Está claro que Salónica era una especie de capital de lo sefardí: el grupo era rico; el Gobierno turco, tolerante; los rabinistas, inteligentes y tradicionalistas. En los presentes días, sin embargo, Salónica, como núcleo importante de la diáspora, ya no existe”.
La vida judía de Salónica había sido borrada del mapa para siempre. Sinagogas, escuelas talmúdicas, cementerios, negocios rituales, junto a miles de propiedades y viviendas, desaparecerían para siempre. El cementerio judío más grande del mundo, el de la ciudad, con casi 500.000 tumbas, sería destruido por los alemanes. Sus bellas lápidas, como si los muertos mereciesen ser también humillados, destruidas.
A pesar de los cambios acontecidos tras la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Salónica siguió creciendo, modernizó su puerto, comenzó a recibir a los primeros turistas y abrió sus primeros museos. Hoy, por poner tan sólo algunos ejemplos, la ciudad posee una buena nómina de atractivas colecciones artísticas y museos: el de Arqueología, donde se exponen numerosas esculturas de las épocas arcaica, clásica y romana, destacando entre sus obras los hallazgos de Vergina; el Museo Judío, imprescindible para conocer su vibrante pasado; el Etnográfico y el Etnológico, también en el centro, con objetos de los 250 últimos años de la historia de Grecia; el de la Lucha Macedónica, donde se cuenta la historia de Macedonia en version griega a través de una colección de objetos y documentos de lo ocurrido y sucedido entre los años 1878 y 1912; el Museo de la Cripta de la Iglesia de san Dimitrios; el Museo Bizantino y el Museo dedicado a Atatürk.
Para concluir, recordar al lector que si durante el día o la noche busca una buena zona de bares y restaurantes –de todos los colores, precios y pelajes- está se encuentra situada entre las calles Ionos Dragoumi y Salaminos, muy cerca del mejor hotel de la ciudad y que te recomendamos para tu visita: el Electra Palace Hotel.
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