Por: Roberto Edery
Mayo 15/2018
Donald Trump es, definitivamente, el Presidente de Estados Unidos más atípico que jamás haya existido.
Llegó a la Presidencia sin pertenecer a la clase política, sin hacer las cosas “correctas” o cuidarse de ofender a sus adversarios políticos, y se comunicó con las masas de votantes “olvidados” por la clase política tradicional, en forma DIRECTA, a través de las redes sociales – principalmente Twitter.
Pero lo que lo ha distinguido por encima de todo es lo que casi ningún político tiene: él cumple sus promesas de campaña.
Y eso es lo que ha hecho durante los primeros 16 meses de su presidencia, a pesar de enfrentar una “resistencia” despiadada, no sólo del Partido Demócrata, sino también de su propio Partido Republicano, con sus élites acostumbradas a aceptar serviles compromisos con los Demócratas, A pesar de tener ya hace años la mayoría en el Congreso, muchos de los cuales socavan sus proyectos de ley sin ninguna vergüenza (para ejemplo, John McCain dando el voto en contra decisivo para hacer fallar el desmantelamiento de ObamaCare).
Y si a eso agregamos que los medios de comunicación, en más del 90% de lo que publican, es negativo, y que su propio Departamento de Justicia y el FBI (y varias otras ramas de la burocracia) conspiran para derrocarlo de la Presidencia, resulta poco menos que milagroso que haya conseguido tantos éxitos en su gestión.
La absoluta mayoría de ellos los realizó por su propia cuenta, por medio de Resoluciones Ejecutivas, desmontando las sofocantes regulaciones de Obama que tenían asfixiada la economía, mientras que logró que los Republicanos en el Congreso se despabilaran siquiera dos veces, la primera para elegir un Conservador a la Corte Suprema, y la segunda, para aprobar una Ley de Reducción de Impuestos, que ha impulsado la economía, el empleo y la producción a niveles no vistos desde mucho tiempo antes. Los puntos importantes en los cuales no ha podido triunfar aún, son precisamente los que dependen exclusivamente del Congreso, en especial el desmantelamiento de ObamaCare (parcialmente conseguido), la construcción del Muro con Méjico y la reforma de la política inmigratoria.
Si eso se ve en USA, su política exterior no ha sido menos revolucionaria. Después de 8 años de la Administración Obama, que se dedicó activamente a beneficiar a los árabes – en especial Irán – a abandonar el liderazgo norteamericano para “entregárselo” a la ONU(!), permitir el ingreso (o más bien re-ingreso) de Rusia al Medio Oriente, el surgimiento no impedido de ISIS, la entrega de Egipto a la Hermandad Musulmana, el abandono de Israel por los Palestinos y, lo peor de todo, el infame Acuerdo Nuclear con Irán, la posición de los Estados Unidos en el Medio Oriente era casi de espectador pasivo.
Trump, desde el primer día cambió todo eso. De entrada acabó con el tratamiento abusivo tradicional contra Israel, tanto en la ONU (cortado de tajo con el nombramiento de Nikki Haley) así como la decisión, por vez primera, de responsabilizar a los Palestinos por buena parte de la inexistencia de paz con Israel. Y en Diciembre, cumplió su promesa de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel y mudar la Embajada de USA allí, dando cumplimiento a una Ley del Congreso aprobada en 1995, promesa que todos los últimos 4 presidentes hicieron, pero ninguno cumplió. El 14 de Mayo se hizo la inauguración oficial de la Embajada, en una alegre y emotiva ceremonia, coincidiendo con el 70° aniversario de la independencia de Israel.
Otra promesa hecha por Trump fue la de acabar el Acuerdo Nuclear con Irán, que él llamaba “el peor acuerdo negociado por USA en su historia”, y eso es lo que hizo precisamente el 8 de Mayo, mientras Europa, China y Rusia trataban con todas sus fuerzas de impedirlo. Eso significa que se van a reactivar inmediatamente fuertes sanciones económicas contra Irán, y potencialmente a todo país que los ayude en su proyecto nuclear, lo que va a empeorar fuertemente la situación económica de Irán, que ha visto el valor de su moneda depreciarse en forma acelerada, porque los billones recibidos de USA no se utilizaron para mejorar las condiciones de su pueblo, sino para exportar el terrorismo a Arabia Saudita, Yemen, Siria y poner a sus tropas cerca de la frontera Norte de Israel por primera vez.
Como dijo acertadamente Netanyahu, “hay que asfixiarles el flujo de dinero” y eso es precisamente lo que va a hacer Trump, con o sin colaboración del resto del mundo. Y va a tener éxito.
Seguiremos viendo el desarrollo de ésta historia, la más interesante (y para Israel, fundamental) de los últimos tiempos, y que puede evitar que nos veamos en la necesidad de emprender una nueva guerra, pero la cual, al menos, ésta vez sí tendremos a nuestro aliado para respaldarnos.
Para Netanyahu, la Presidencia de Trump ha sido la reivindicación de su infatigable lucha contra la amenaza de Irán y de los palestinos, habiendo tenido que sobrellevar un presidente marcadamente hostil como lo fue Obama. Pero, aún estando sólo y atacado por todos lados en Israel, persistió infatigablemente, y hoy cosecha los frutos de su preclara visión que lo define como el más destacado estadista de los tiempos modernos en Israel.
Este año 2018, como he dicho recientemente, va a ser muy interesante. Y ya de hecho lo ha sido. ¡Pero falta mucho más!
¡Am Israel Jai!