Imprímeme

La izquierda, Israel y los judíos

Por: Marcos Peckel

El conflicto palestino-israelí se ha convertido en un verdadero “Waterloo” para la izquierda, frente al cual exhibe una inhabilidad única de superar prejuicios enquistados en su superioridad moral y un simplismo blanquinegro para juzgar y condenar. Con qué facilidad el dedo acusador se alza de manera instintiva contra el Estado Judío ignorando el contexto, obviando los hechos, desechando la historia, cual jauría desatada “babeando” tras su presa.

La izquierda, entre cuyos fundadores y luchadores sobresalieron los hijos de Moisés, pareciera cargar el pesado fardo de la “cuestión judía” que por siglos azotó al continente europeo. La nueva cara del antisemitismo de la izquierda, para hacerlo “políticamente correcto”, es el “antisionismo”, que no es más que rechazar el derecho del pueblo judío a su Estado. Las legítimas críticas a Israel desembocan no en lo que hace sino en lo que es.

La izquierda que oculta su relatividad moral despachándose contra Israel, es la misma que ignoró los gulags, las purgas, las masacres de la revolución cultural, el empobrecimiento generalizado de las sociedades bajo su yugo y el aniquilamiento de las libertades individuales. La misma que adora a Maduro, salvo que por cálculos electorales le hagan una que otra crítica tibia, que desprecia los muertos en Nicaragua, que defiende a los palestinos solo cuando puede demonizar a Israel, pero los ignora en calamidades peores como las que les han acaecido en Siria.

Una izquierda en la cama con el islam radical, para la que Hamás y Hezbolá son organizaciones progresistas, que hace uso de malabarismo retórico para justificar el terrorismo palestino, para la que es obvio que si un marido palestino revienta a su mujer a golpes es culpa de la “ocupación”, para la que la corrupción que ha postrado a la sociedad palestina es simplemente un pequeño detalle sin incidencia alguna. Una izquierda obsesionada in-extremis con Israel que ignora los más abominables genocidios, masacres, abusos de género y matanzas religiosas, diario ocurrir en el planeta todo.

Si en Israel se lleva a cabo una de las más grandes marchas del orgullo gay en el mundo, no es porque el país sea crisol de diversidad, sino para “lavar su imagen”, que es preferible que poblaciones en África se mueran de sed antes de aceptar tecnología israelí que hace agua del aire, que si Messi va a jugar un amistoso en Israel hay que quemar “miles de camisetas de Messi”, que si Israel ayuda en desastres naturales es para “purgar sus culpas”. La palabra genocidio se usa con tal liberalidad que pierde su sentido mientras que se considera pacífica la quema generalizada de campos sembrados consecuencia del lanzamiento desde Gaza de bombas incendiarias.

La izquierda del siglo XXI, incluidos nuestros “progres” criollos, siempre con el dedo en el gatillo presta a acribillar al único Estado judío en la faz de la tierra.

Publicado en “El Espectador”, el 22 de mayo de 2018