Por: León Celnik
Cuenta Titus Flavius Josephus, Flavio Josefo, cuyo nombre original era Yosef ben Matityahu, descendiente directo del linaje sacerdotal en su libro “La Guerra de los Judíos”, sobre la existencia y modo de vida de una secta judía denominada los Esenios. Por aquella época, a mediados del s. I EC, convivían varias escuelas de pensamiento filosófico/religioso originarias del período Asmoneo, s. II AEC, entre las que se destacaban los Saduceos, la casta sacerdotal, los Fariseos, el pueblo común, afecto al rabinismo y los Esenios, un grupo fundamentalista y aislacionista que se consideraban a sí mismos la única verdad, comunidad que respetaba y honraba a cabalidad la Tora, el Pentateuco, ya que, según ellos, los demás judíos habían corrompido el Templo y la ciudad de Jerusalén. Otros grupos significativos coexistieron con ellos: los Zelotes, los Sicarios y los Nazarenos, pero eran más de carácter político/militar que religiosos.
Las narraciones sobre los Esenios son escasas y provienen principalmente de tres fuentes: el citado Josefo, Philo Judaeus o Filón de Alejandría, filósofo judío greco-parlante del s. I EC y Plinio el Viejo, escritor y científico romano quien fuera el primero que los menciona, también del mismo período. Pero Josefo es quien proporciona información más detallada sobre estos. Entre los relatos de cada uno hay diferencias sustanciales, atribuibles, quizá, a enfoques de diferentes vertientes de la misma comunidad.
Los descubrimientos de los “Rollos del Mar Muerto” en las cuevas de Cumrán, al pie del mar del mismo nombre en 1946 y 47 y luego en el 56, trajeron a la atención del mundo la posibilidad de que estos escritos en papiros, pergaminos y láminas de bronce embotellados en tinajas de barro, fuesen la prueba de la presencia de los Esenios, de cuya existencia hasta entonces no se tenía certeza diferente a las referencias que de ellos hace la iglesia católica por su aparente relación con la vida de Jesus de Nazaret, a pesar de no ser mencionados en ninguno de los evangelios del Nuevo Testamento.
Los “Rollos del Mar Muerto”, supuestamente la biblioteca de los Esenios, contienen, no solo los manuscritos más antiguos del Tanaj, la Biblia o Antiguo Testamento, sino una enorme cantidad de documentos escritos desde la época de los Asmoneos. Entre otras cosas, el descubrimiento de estos originales con datación desde el s. III AEC y su restauración actual, demuestran ser los ejemplares auténticos más antiguos de la Tora descubiertos a la fecha y por su exactitud con la biblia presente, confirman su autenticidad.
La secta de los Esenios nace de las disputas y rechazo de sus miembros hacia otros grupos de la época, los ya citados Fariseos y Saduceos principalmente, por no estar de acuerdo con sus posiciones respecto de la ley mosaica en su más pura y única versión. Ellos se apartan de la vida cotidiana, se aíslan y dedican a estudiar la Tora, son exégetas; cumplen estrictamente las leyes dietéticas del kashrut (alimentos permitidos para consumo humano por la halajá – ley judía) y pregonan el celibato. Viven esparcidos por todo el territorio judío, especialmente en las ciudades menos pobladas, para mantenerse al margen de las “iniquidades” de los hombres comunes y subsisten básicamente de la agricultura, siempre en comunidades muy cerradas. Afirman la sobrevivencia del espíritu, practican la modestia y están contra el helenismo reinante en la época. Filón de Alejandría los considera “modelo de excelencia dentro del judaísmo, elogiándolos por su comunidad, autocontrol, frugalidad y pureza”. Él los cree “un prototipo de hombres desarrollados que están en un nivel superior dentro del judaísmo”. Da la impresión, por sus patrones de comportamiento, aislacionismo y rechazo del judaísmo popular, que directa o indirectamente jugaron un papel importante en la separación del este con el cristianismo y sus dramáticas consecuencias ulteriores. Un pueblo de hermanos que se dividió irreconciliablemente por la intolerancia.
¿Y qué fue de ellos después de la caída de Jerusalén a manos de los romanos en el año 70 EC? Prácticamente no hay información. Recordemos que, en aquella época, los judíos fueron expulsados de su tierra ancestral, la que los conquistadores romanos más tarde llamarían Siria Palestina en el año 135 EC por orden del emperador Adriano, para borrar y hacer olvidar su nombre y obligarlos a dispersarse y exiliarse por diversas partes del mundo, hasta hace tan solo 70 años, con la creación e independencia del Estado de Israel, al que, al final de tanto sufrimiento y segregación, pudieron retornar a su patria milenaria.
En el s. IX EC, una serie de comunidades judías forman lo que desde entonces se denominó la secta de los Caraítas, “El pueblo de las Escrituras”. Practican una estricta observancia de la Tora; no aceptan el Talmud del Judaísmo Rabínico, que es la corriente principal de esta religión desde el s. VI EC hasta hoy, después de la codificación del Talmud de Babilonia, que es una versión escrita de las interpretaciones de la Tora verbal y dicen ser descendientes directos de los Fariseos. Hoy subsiste esta secta con un total de unas 50.000 almas, repartidas entre Israel, Turquía, Europa y los EE. UU. ¿Podrían ser descendientes directos de los Saduceos o de los Esenios? Quizá.
Por otro lado, tenemos a los Haredím (los que tiemblan ante la palabra de D’s), denominados judíos ultraortodoxos a partir de la década de 1950 por las demás comunidades hebreas. La mayoría de sus seguidores rechaza absolutamente la cultura secular y la existencia misma del Estado de Israel, aunque algunos participan de su gobierno cuando les conviene política o económicamente. Debo agregar que incorporados al grupo de Haredim hay una colectividad de extremistas fundamentalistas denominados Naturei Karta que no solo rechazan al Estado Judío, sino que se alían con sus enemigos, abogando por su total destrucción. Se autoproclaman “descendientes directos de una estirpe que se remonta a los legatarios de las revelaciones del Sinaí” y ser la “única verdad y más auténtica congregación de judíos del mundo”. Aunque solo se hace referencia a ellos desde mediados del s. XVIII, sus orígenes reales no son fáciles de establecer, pero para no extendernos demasiado, digamos que se revelaron en la escena pública como una reacción al movimiento intelectual Haskalá, iluminación judía del s. XIX en Europa Central y del Este, con el cual se buscaba una identidad colectiva moderna, racional, moral y liberal acorde con los tiempos.
¿Y qué tienen que ver todo esto con los Esenios? Pues veamos lo que dice The New York Jewish Week: “Todo lo que hacen (los Haredim) se hace en nombre del judaísmo y sus valores religiosos. A decir verdad, sin embargo, su estilo de vida se asimila a una filosofía cristiana de repliegue de la sociedad y el mundo material. Esta cosmovisión fue iniciada por los Esenios (judíos) que influyeron en el cristianismo primitivo. Pero estos Esenios aislacionistas fueron repudiados a la fuerza por los rabinos Fariseos que sentaron las bases del judaísmo normativo y la rica herencia judía que nuestros padres y abuelos nos dieron”.
El lector hará sus propias deducciones, pero, a mi modo de ver, las similitudes entre Esenios y Haredim son tan obvias que difícilmente sus conclusiones serán diferentes.
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