Por: Rav Daniel Shmuels
Es inevitable elaborar acerca de la oración más importante para el pueblo judío cuando cada año llegamos a la Parashá de Va’etjanan. El motivo es simple, en el capítulo 6:4-9 se nos entrega lo que todos nosotros conocemos coloquialmente como el Shemá, literalmente escucha. La oración que a través de los tiempos, incluyendo las tragedias más horrorosas así como las alegrías más grandes, nuestro pueblo ha recitado una y otra vez, y lo ha hecho más allá de lo estipulado por la Halajá.
De acuerdo a la Masejta de Sucá 42a y de Brajot 13a, el Shemá sólo consistía de un versículo, el 6:4 del Sefer Devarim. Este versículo es el que siempre ha salido a relucir tanto en buenos momentos como en aquellos de tragedia. De cualquier forma, litúrgicamente hablando, el Shemá consta de tres Perokim o párrafos y cada uno de ellos está intrínsecamente relacionado con la relación fundamental entre todo judío y el Todopoderoso.
Brajot 13a nos enseña que el primer párrafo, Deuteronomio 6:4-9, habla del Kabalat Ol, yugo Divino, que todos los judíos debemos tener en nuestro diario vivir. Por su lado, el segundo párrafo, Deuteronomio 11:13-21, nos muestra la importancia del Kabalat Mitzvot, aceptación de los Mandamientos de Dios, y su interdependencia con el Kabalat Ol. Finalmente, el tercer y último párrafo que conforma el Shemá, Números 15:37-41, está establecido para que, todos los días de nuestras vidas, recordemos la Mitzvá positiva del éxodo de Egipto. Estos tres párrafos fueron estipulados como el compendio completo que forma la oración del Shemá en la Mishná, en Brajot 2:2.
En Brajot 11a y 21a, nuestros sabios nos enseñan que el versículo 7, donde la Torá nos dice: “(...) cuando te acuestes y cuando te levantes”, es una ordenanza que establece los momentos en los cuales se debe rezar el Shemá obligatoriamente. Esto es, en la mañana hasta el final de la tercera hora Halájica del día, lo cual equivale a un cuarto del total de horas en donde hay luz. Así mismo es obligatorio rezar el Shemá en la noche, Halájicamente la noche es a partir del momento en que haya caído el sol completamente, cuando se pueda ver de un solo vistazo tres estrellas en el cielo, en hebreo esto se conoce como Tzeit HaKojavim. El plazo máximo para recitar el Shemá de noche es antes de la media noche. Si por motivos ajenos a la voluntad, como es el caso de una enfermedad, una persona no pudo decir el Shemá de la noche, lo puede decir antes del amanecer; sin embargo, tiene que esperar hasta después de amanecer para recitar el de la mañana. Es importante anotar que este concepto de día y noche con sus subsecuentes horas va a cambiar dependiendo de la locación geográfica y de la estación del año.
El motivo por el cual es tan necesario respetar las horas para poder recitar el Shemá se debe a que al salir del rango establecido, la Mitzvá como tal ya no se está cumpliendo por más que la Kavaná sea la de cumplirla. El Shulján Aruj en Oraj Jaim 235:3, establece que aquel que no respeta estos tiempos es considerado un “Over Al Dibrei Jajamim”, aquel que transgrede las palabras de nuestros sabios.
El hecho que el Shemá esté sujeto a un momento específico del tiempo y que sea una Mitzvá positiva hace que sólo los hombres tengamos el deber religioso de recitarlo a sus horas apropiadas. En el caso de un niño, este está obligado a recitar el Shemá a partir de la edad de Jinuj; como se ha mencionado anteriormente, dicha edad varía dependiendo de las capacidades intelectuales del mismo. De cualquier forma, todos nuestros Rishoinim, Ajaronim y Poskim están de acuerdo en que toda mujer y niña está obligada a recitar, por lo menos, el primer párrafo del Shemá en orden de aceptar el yugo Divino e igualmente recordar todos los días de su vida el éxodo de Egipto.
Con estos pocos parámetros acerca del Shemá, sólo nos resta una cordial invitación para que Klal Israel se unifique en una sola voz, todos los días, en las mañanas y en las noches, para proclamar la unidad y eternidad de Dios.