Por: Yaacov Amar Rothstein
Esta semana tuve una sensación muy difícil y horrible de explicar. Los terroristas de Hamas, apuntando a matar civiles israelíes, lanzaron unos 400 cohetes contra Israel en un par de días.
Yo, por razones ideológicas, vivo en el Negev (el sur de Israel) y aunque aquí la renta es un poco más barata que en Tel Aviv, a veces a los habitantes del Negev nos toca pagar el precio de otro modo: No con dinero, sino con angustia.
Fueron varias las veces que me tocó salir corriendo al refugio antibombas más cercano. Pero yo no me quejo ni me angustio por mí mismo; soy yo el que decidió habitar el Negev. Además soy joven y lo suficientemente veloz como para lograr entrar a algún refugio en esos pocos segundos que disponemos una vez suenan las sirenas.
Pero lo que sí me duele y me preocupa es escuchar a los niños llorando asustados mientras corren, me duele saber que hay ancianos que no son tan veloces como yo, me duele pensar que hay un hermano judío cuya casa o campo fueron destruidos por algún misil de Hamas.
Y es aquí cuando entró esa extraña sensación porque sé que lastimosamente este conflicto con Hamas no va a terminar de la noche a la mañana. Ellos abiertamente dicen, todos los días, que quieren la destrucción completa del Estado Judío.
¿Cómo podemos acabar con este conflicto si Hamas busca borrar a Israel más de lo que buscan construir un Estado?¿Algún día ellos estarán dispuestos a hacer negociaciones de paz?¿O acaso debemos salir a la guerra y combatir nuevamente a Hamas?
Si llega a haber una guerra, es muy posible que nos llamen a mis amigos y a mi de reservistas a combatir. Y la verdad yo no quiero ir a la guerra otra vez. Ya lo viví en el 2014 en la Operación Margen Protector: fueron las peores semanas de mi vida. Nadie que no haya estado en una zona de guerra podrá entenderlo.
No quiero repetir ese dolor de saber que jóvenes soldados del Tzahal inevitablemente caen defendiendo a nuestro milenario pueblo en nuestra Eretz Israel. No quiero repetir ver la “estrategia de guerra” de Hamas. Aún tengo frescas las imágenes del 2014 en mi cabeza: terroristas de Hamas escondidos y disparando desde hospitales, colegios y mesquitas.
No obstante, por más de que individualmente yo no quiera repetir esa pesadilla, sí estoy dispuesto a hacerlo. Si me llaman a combatir de vuelta como reservista: iré. Me pondré mi uniforme y saldré a defender a esos niños israelíes a los que me duele escuchar que lloran mientras corren a un refugio antibombas, a esos ancianos que no son tan veloces como yo, a ese hermano judío cuya casa o campo fueron destruidos por un misil de Hamas.
Porque el pueblo judío esperamos dos mil años para vivir libres en nuestra tierra. Es nuestro único hogar, el de nuestros ancestros y el de nuestros descendientes. Y así como muchos héroes de Am Israel hicieron todo lo posible para redimirnos del exilio, dándonos el Estado de Israel, del mismo modo nosotros debemos esforzarnos para darle lo mejor de la redención a nuestros hijos.
Am Israel Jai.
לֹא בְחַיִל וְלֹא בְכֹחַ כִּי אִם בְּרוּחִי אָמַר ד׳ צְבָאוֹת