Por: León Celnik
Ver las desgarradoras escenas de la masacre de judíos que oraban en sábado, el día más sagrado de la semana hebrea, dedicado a descansar, rezar y pedir bendiciones para el mundo, en una sinagoga de Pittsburgh a fines de octubre nos trae a la memoria horrorosas imágenes que se repiten una y otra vez a lo largo de los siglos por toda la extensión del planeta, desde hace más de dos mil años.
La ultraizquierda culpa a Trump de encausar los ánimos hacia ello por su discurso incendiario y ultranacionalista. La ultraderecha se regocija con el hecho. ¿Pero, es él realmente responsable directa o indirectamente de esta tragedia?
Como lo he mencionado anteriormente, el antisemitismo tiene una existencia inmemorial. Un odio endémico e irracional hacia los judíos, un monstruo de diez mil cabezas, arraigado en la ignorancia, la xenofobia y la intolerancia humana. ¿Motivos? Cuantos proporcione la vasta imaginación de cada cultura, civilización, facción política o época. Acusados falsamente de ser mártires “ficticias” de un “supuesto” holocausto, victimarios, chivos expiatorios causantes de todos los males del orbe, la ridícula idea de quererse adueñar de este; los ejecutores del libelo; el pueblo deicida, el “aberrante” deseo de querer tener su propio hogar nacional en paz, etc. etc. etc. ¿Sigo?
La matanza de la sinagoga Etz Haim (El Árbol de la Vida) no es la primera inmolación de judíos y para desgracia de la humanidad, porque no solo los judíos perdemos, sino toda la civilización, probablemente tampoco será la última. Pero es la más reciente y dolorosa demostración de antisemitismo en la historia de los Estados Unidos y del globo. Y no; esta vez no fueron fundamentalistas árabes ni seguidores de movimientos anti sionistas, aunque no creo que estén muy tristes por el hecho. Fueron ciudadanos americanos, comunes y corrientes, viviendo una torcida realidad.
Entonces, ¿qué tiene que ver el presidente de la nación más poderosa del mundo con ello? Obviamente Trump no se inventó el antisemitismo. Lejos de ello, es indudablemente el líder mundial más influyente que ha apoyado con tanta tenacidad al pueblo judío y su tierra, Israel, posiblemente en toda la historia.
Veamos algunos hechos previos al asesinato masivo en Pensilvania: Trump es electo presidente por su discurso ultranacionalista, “América para los americanos”. Hay un gran renacer económico del país, aunque realmente ya venía creciendo en la administración anterior. Los supremacistas blancos se vanaglorian de haber “llegado al mando” de la nación; se “empoderan”, por así decirlo. Aunque ya existían, se endurecen las leyes anti inmigratorias; se declara una guerra sin cuartel contra los inmigrantes ilegales. ¿Pero, en una tierra creada por y colmada de inmigrantes, parte de los cuales somos nosotros?
En 1881 se fundó y estableció en los EE. UU, una organización denominada HIAS (Hebrew Inmigrant Aid Society – Sociedad para la ayuda a inmigrantes judíos) cuyo propósito original era el de ayudar a los judíos que huían de las persecuciones y pogroms antisemitas, particularmente en Europa del Este (Rusia, Polonia, etc.) A lo largo de los años logró legalizar y establecer a un sinnúmero de hebreos en el país. Durante la primera mitad del siglo XX, a pesar de la ferrea oposición pública y gubernamental, con muchas dificultades logró la legalidad para una buena cantidad de judíos que huían de los horrores de la Shoa, el holocausto nazi y posterior a la guerra, para reubicar a sobrevivientes que eran aniquilados por los habitantes de los pueblos a donde regresaban y los que huían de las persecuciones en los países árabes y luego Etiopía. Así mismo ayudaron a extraer a un gran número de judíos de la opresión soviética.
Su labor humanitaria y desinteresada llamó la atención pública y empezó a ser valorada por el gobierno americano por lo que fue solicitada su ayuda para la reubicación de refugiados vietnamitas, camboyanos y otros, sobrevivientes de la guerra de Vietnam.
Estos hechos le valieron un alto aprecio del gobierno y la democracia del país y a partir de entonces, HIAS expandió su acción e Inició campañas mundiales de ayuda a todo tipo de refugiados en diferentes latitudes del planeta que buscaban cobijo del hambre, el peligro y la persecución en sus propios países. Como dato interesante, entre muchos otros programas, se encuentran hoy en día ayudando a los refugiados venezolanos que huyen de la opresión dictatorial en su nación hacia otros destinos latinoamericanos.
A las 10 de la mañana del sábado 27 de octubre, mientras disparaba indiscriminadamente su rifle AR-15 contra indefensos octogenarios judíos asistentes a la celebración del shabat en la sinagoga Etz Haim de Pittsburgh, el asesino Rob Bowers, vociferaba a todo pulmón “todos los judíos deben morir”.
¿Fue este un hecho de ciego odio xenófobo o quizá su contexto era otro?
Veamos los hechos desde otro ángulo: Días antes, en Twitter, el asesino había trinado: “A HIAS le gusta atraer invasores para que maten a nuestra gente"; la sinagoga Etz Haiim está afiliada a esta organización. Trump ha declarado una guerra sin cuartel contra la inmigración ilegal. La deducción aparentemente obvia sería la de que Bowers quería ser parte de la “solución” y unirse a la campaña antiinmigración. ¿Pero, asesinar a once inofensivos ancianos por ello? Recordemos la frase que utilizó durante la matazón: “todos los judíos deben morir”. La HIAS es una organización de origen judío. Por ello, “todos” los judíos tienen la culpa de sus gestas y, por tanto, todos deben morir. Puro infame, pérfido y raizal antisemitismo.
La izquierda, por su lado, condena y “lamenta” el atentado “antisemita”. Se rasga las vestiduras acusando a Trump de fomentar los odios raciales y empoderar a la ultraderecha. Dentro de las acusaciones, por supuesto, no puede faltar el argumento de la motivación de la masacre por causa de la actitud del presidente respecto a su apoyo a Israel, la embajada en Jerusalén y la disminución en ayuda económica a los palestinos (casualmente la misma que utiliza la autoridad palestina abiertamente para premiar a las familias de los terroristas suicidas y con ello fomentar estas acciones). Es la misma izquierda que condena a Israel por defenderse de los ataques de los extremistas palestinos e islámicos, por no ser los judíos los que ponen los muertos, aunque sí lo hacen y con creces, pero ¿qué importa la muerte de unos cuantos judíos contra la de un “indefenso” terrorista?
¿Qué tienen en común estos hechos? Pues ni más ni menos, la manipulación de la información por las redes sociales y las noticias mentirosas o sesgadas de algunos medios. Provengo de una familia de periodistas y soy defensor acérrimo de la libertad de prensa, de los seguidores de la verdad, sea cual sea, tal y como me inculcó mi padre. Tiene razón Trump al denunciar estas aberraciones informativas que sí atentan contra la democracia y que definitivamente, sí tienen un trasfondo peligrosa y mortalmente discriminatorio.
Personalmente no me gusta Trump: Es autoritario, prepotente, dominador, ególatra, megalómano, simpatizante de las ideas xenófobas ultranacionalistas de la ultraderecha y muchas otras peculiaridades negativas. Reconozco, eso sí, su intención de reestablecer la disminuida posición preponderante de su patria a nivel mundial y, con que ha favorecido a la población americana especialmente en lo económico. Pero, de lo que no se le puede acusar es de ser antisemita ni menos, incitador al odio hacia este pueblo, aunque sus acciones estimulen animadversión por ir en contravía de la extrema izquierda.
En conclusión. Trump incuestionablemente no mató a los judíos que rezaban en Pittsburgh. Él es, de alguna forma, responsable por la revitalización de los grupos xenófobos supremacistas blancos. ¿Pero, entonces, quien apretó el gatillo del arma homicida? Sencillamente lo hizo el antisemitismo, el de la derecha y el de la izquierda; el de los ingenuos y pasivos seguidores de las falsas noticias, el de los generadores y propagadores de estas, que las acomodan a su conveniencia; lo hizo la herencia genética de un odio ancestral, pérfido e infame hacia los judíos. Lo hicieron y son igualmente responsables los judíos autodestructivos de la extrema izquierda, por sus posiciones de apoyo al BDS y negación del derecho a existir de Israel como estado judío. ¿Será que alguna vez el mundo entenderá esto?