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La verdadera historia de Janucá

Por: Raquel Goldschmidt

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En realidad existen varias versiones de la historia y procesos de Janucá. Una de ellas se popularizó más que las otras, pero… ¿cuál es la verdadera?, a continuación las diversas versiones y usted sacará sus propias conclusiones.

En la primera parte del Talmud, la Mishná, el primer documento escrito donde aparece algún superficial indicio de la festividad, sin embargo su mención es tan insubstancial que Rav Nissim Gaon, en su obra “Hakdama Lemafteaj Hatalmud” justifica el hecho de su casi ausencia, arguyendo que era tan común la festividad que ni se tenía que mencionar. Por otro lado, el historiador Reubeni Margulis en su obra “Yesod Hamishan Vaarijatá”, sugiere que la Mishná fue redactada después de la Revuelta de Bar Kojba.

Recién en la segunda parte del Talmud, la Guemará, en el tratado de Shabat página 21, dice: “después de que las fuerzas de Antíoco IV fueran expulsadas del Templo, los Macabeos descubrieron que casi todo el aceite ritual había sido profanado. Ellos encontraron una sola vasija con el sello del Sumo Sacerdote todavía intacto, con suficiente aceite como para mantener encendida la Menorah en el Templo durante un solo día. Los Macabeos utilizaron este aceite y, milagrosamente, el mismo ardió durante ocho días (el tiempo que tomaba preparar aceite nuevo) Durante ocho días celebraron la dedicación del altar. Entonces Yehuda y sus hermanos y toda la asamblea de Israel, decidieron que la consagración del nuevo altar se debía celebrar cada año con gozo y alegría durante ocho días, a partir del día veinticinco del mes de kislev”.

El historiador Flavio Josefo describe la celebración llamándola La Fiesta de las Luminarias, y en su escrito dice así: “Y Judah celebró el festival de la restauración de los sacrificios del Templo durante ocho días, y no omitió ningún tipo de placer; sino que los festejó con ricos y espléndidos sacrificios; y honró a Dios, y lo deleitó con himnos y salmos. Estaban tan alegres con el restablecimiento de sus costumbres cuando, luego de un largo intervalo, inesperadamente recuperaron su libertad de culto, que hicieron ley para la posteridad el guardar esta festividad, en recuerdo de la restauración de su Templo de culto, durante ocho días. Y desde ese entonces y hasta ahora es que celebramos esta festividad, y la llamamos Luces. Yo supongo que la razón fue debido a que esta libertad que estaba más allá de nuestras esperanzas se nos presentó, y por lo tanto este nombre fue dado a la festividad. Judah también reconstruyó las murallas alrededor de la ciudad, y construyó torres de gran altura en contra de las incursiones de los enemigos, y puso guardias en ellas. Y también fortificó la ciudad de Bet Sura, para que pueda servir como citadela en contra de cualquier peligro que pudiese venir de nuestros enemigos”.

La historia tradicional que hoy relatamos de Janucá aparece mencionada en Macabeos I y Macabeos II, cuando se relata que se logró volver a encender del fuego del altar por parte de Nehemias, gracias a un milagro ocurrido el 25 de Kislev. En estos libros aparece que la festividad de Janucá data de la época de la hegemonía helénica en Israel, a parir de la conquista de Alejandro el año 332 AEC. Cuando se corona como rey de Siria a Antíoco IV Epifanes (175 y 164 a. C.), éste decide helenizar al pueblo de Israel, prohibiéndole así a los judíos seguir sus tradiciones y costumbres. Un grupo de judíos conocido como los Macabeos (dado que su líder era Yehuda Hashmonaí a quien denominaron “Hamacabí”), provenientes de la zona de Modiín, comenzaron a rebelarse contra los soldados griegos, negándose a realizar actos que iban en contra de su propia religión. Tuvieron una lucha difícil, y eran minoría contra el ejército griego; sin embargo su estrategia, decisión y fe los condujeron al milagro de Janucá: ganar pocos contra muchos.

Otra fuente es la Meguilat Hashmonaim, el libro de los Jashmoneos. El texto original fue en arameo y después traducido al hebreo. Saadia Gaon, lo tradujo al árabe en el siglo IX, se la adjudica a los propios Macabeos.

El Talmud, en el tratado de Avodá Zará y el Midrash Raba, sugieren otro origen de la festividad; se trata de la época en que los días son más largos, cuando sucede el solsticio de invierno. Según el Rabino Yoel Ben Nun, la festividad está relacionada con la finalización de la cosecha de aceitunas y la preparación del aceite de olivas, explica Ben Nun entonces, que esta era una festividad agrícola, en la que se encendían las luminarias con aceite de oliva aún desde la época del Primer Templo de Jerusalem, o sea que la festividad existía ya aún antes de la revuelta de los Macabeos y victoria de los Hashmonaim.

Janucá, relatada bajo la lupa de la historia universal, se refiere a la época cuando Israel –Judea- estaba bajo el dominio Egipcio, en el año 200 AEC, cuando el rey Antíoco II de Siria derrotó a Ptolomeo V Epifanes de Egipto, adjuntando el territorio de Judea al Imperio Seléucida de Siria. Antioco III quiso armonizar con sus nuevos súbditos judíos, permitiéndoles que pudieran seguir con sus costumbres y leyes ancestrales. Como era de esperarse, entraron griegos a Judea y se establecieron allí, trayendo consigo las ideas idólatras y entre ellas la educación física, el deporte, el arte, la música, el teatro, etc. Muchos judíos se vieron seducidos con la nueva cultura griega que aparecía. Se formó entonces un partido de judíos que se dejaron helenizar voluntaria y fácilmente y empezaron a abandonar las leyes tradicionales judías, como el brith milah, comer kasher, guardar Shabat, y otros. Por otro lado hubo la necesidad de reforzar los estudios judaicos y resaltar los valores que la literatura judía enseñaba, formándose grupos que tomaban cada vez más fuerza, algunos eran muy estudiosos y educaban a su pueblo, otros se volvían cada vez más fanáticos.

Hasta cierto punto los judíos piadosos estaban dispuestos a aprender de la cultura griega, hasta que apareció un partido judío reformista que deseaba acelerar el proceso de helenización. Cuando el hijo de Antíoco II, tomó el poder, Antíoco IV Epifanes, -175 y 164 AEC- el movimiento de reforma se alió al nuevo monarca quien dictó decretos contra los judíos prohibiéndoles la práctica de su antigua Ley e implantar costumbres y creencias griegas con el fin de unificar sus territorios. En este proceso los rollos de la Torah fueron quemados y el Templo de Jerusalem, profanado con esculturas de sus dioses y el aceite existente utilizado para dichos dioses.

En Modiin se formó un grupo liderado por uno de los hijos del sacerdote Matitiahu, llamado Yehuda Hashmonaí, quien recibió el nombre de Macabí por utilizar como slogan de campaña “Mi Kamoja Bahelim Adonai” ¿Quién es tan poderoso como Dios? Cuyo acróstico es Macabi. Yehuda, sus cuatro hermanos y un grupo con su ideología de defender la Ley Judía y el derecho a la práctica, enfrentaron a los judíos helenizados, forzándolos en algunos casos a practicar el Brith Milah a sus hijos, pero principalmente atacando a pequeños grupos de soldados griegos, creando entre ellos inseguridad y temor. Finalmente con un plan estratégico y utilizando elefantes, enfrentaron al ejército griego que estaba frente al Templo de Jerusalem en una fuerte batalla en la cual cayeron también soldados judíos y algunos de los hermanos de Yehuda, pero finalmente obtuvieron la victoria de rescate del Templo. Para celebrar esta victoria, los macabeos (ejército de Yehuda Macabi) ordenaron al pueblo celebrar una fiesta durante ocho días.

De acuerdo a la leyenda talmúdica, cuando los Hashmoneos conquistaron el Templo y lo santificaron, sólo les fue posible encontrar una sola jarra de aceite que aún tuviera el sello del Gran Sacerdote, (Cohen Hagadol) que contenía la cantidad de aceite suficiente para mantener encendida la Menorah durante un solo día. Pero, como nos cuenta la historia, ocurrió un milagro y el aceite que había en esa jarrita ardió durante ocho días.

La Janukiá encendida se ha convertido en un símbolo tanto de nuestra resistencia física, como nuestra resistencia espiritual a la tiranía y a la asimilación. La tradición judía ha preservado este doble aspecto de la resistencia. El heroico triunfo Macabeo está sopesado por las palabras del profeta Zacarías: “No por mi fuerza, ni por mi poder, sino por mi Espíritu –dice el Señor–” (4,6).

Bibliografía

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