Imprímeme

Esto no es el verdadero...

Por: Jack Goldstein

A menudo, escuchamos pobres y angustiosas defensas de lo indefendible. Personalmente, estoy aburrido y fastidiado de escuchar que lo de Maduro no es un verdadero socialismo, que eso se convirtió en una cleptocracia después de la muerte de Chávez. Que tampoco lo de Cuba es socialismo por cuenta del bloqueo. Luego salen con máximas como que la prueba del éxito de las ideas de Marx está en ver la China o Vietnam de hoy. Para quien conoce más de cerca, más pareciera que la guerra de Vietnam, en últimas, la hubiera ganado los gringos. Tanto en China como en Vietnam, lo que funciona es un capitalismo casi que despiadado, bajo el control de un único partido, y unas amañadas leyes sobre la propiedad.

También estoy derrotado ante la cantaleta apologista que reza que el islam es una religión de paz, que los talibanes y el Estado Islámico son unas viles perversiones de la religión, que el islam ha sido “secuestrado” por grupo de fanáticos con una interpretación desviada de las enseñanzas del profeta, que el Islam nos trajo las matemáticas y que era un faro de luz para la humanidad, mientras el cristianismo atravesaba por sus peores épocas. Si, ¿Y qué? ¿Entonces eso los hace inmunes a críticas coherentes? De igual manera, me deja despistado cuando escucho que la verdadera Iglesia no es refugio de pedófilos. 

El fundamentalismo, sea partidista o religioso, está siempre sujeto a interpretaciones, así suene contradictorio. En temas no científicos, la verdad absoluta no existe y las excusas sobran. Las religiones, como cualquier filosofía, son temas de modas y gustos sin fundamento y sujetas a ser corrompidas, tergiversadas, amañadas, secuestradas y en últimas, simplemente actualizadas a nuevos ritmos y circunstancias.

Para mí, tanto Chávez y Maduro son ejemplos clásicos de Socialismo, como Isis y Al Qaeda son hijos legítimos del islam, y como los problemas sexuales al interior de la Iglesia son producto directo de sus votos de castidad y su supuesta infalibilidad. Entonces, ¿Cuándo podemos decir que el hijo es bastardo y que no cuenta con la bendición divina? ¿Cuándo pierde los derechos de la heredad para seguir enarbolando las banderas de la verdad absoluta, la razón, el oficialismo, o la esencia de todo? ¿Cuándo se convierte, genuinamente, en tema aparte? 

No quiero hacer postulados filosóficos acá, pero sí quiero al menos decir que una manera de defender al socialismo y al islamismo amable es reconociendo que aquellas parcialidades aberrantes se mantienen vigentes y reciben apoyo considerable de masas que se originan de entre sus movimientos y se autoproclaman como genuinas.  Sistemáticamente, el Pew Research demuestra que, en promedio, al menos el 30% de las poblaciones en países musulmanes apoyan decididamente la Sharia, los asesinatos de honor, Al Qaeda, atentados suicidas, y demás. Y eso es promediándose con países seculares como Bosnia, Kosovo, Kazakhstan y Turkmenistan.

Mientras no existan actos de excomunión y caigan en el olvido, ellos seguirán siendo fieles exponentes de, al menos, una versión válida del socialismo, cristianismo o islam. No se necesita ser mayoría para representar una corriente válida dentro de cada movimiento.

Eso me lleva a plantear la misma pregunta sobre el judaísmo real. Con frecuencia, oigo comentarios tales como que “el judaísmo verdadero no cree en el infierno, o en la resurrección, o en el mal de ojo”. Otros dicen que en el judaísmo verdadero “no puede existir una Takaná contra conversos, no podemos talarle los olivos al enemigo palestino, que debe ser sionista, o no puede ser sionista”, y así, cualquier cantidad de conceptos que llegan al corazón de muchos de nosotros. Obviamente, el tema va a que existen aquellos genuinos representantes del judaísmo que opinan todo lo contrario.

Quizás, a lo sumo, podamos decir que grupos como los vergonzosos Naturei Karta o Lev Tahor no son representativos del judaísmo mundial, pero no podemos decir que no surgieron de entre lo más básico y legítimo del judaísmo y que no se apoyaron en preceptos puramente judíos para llegar a sus aberrantes posiciones.  La Torá habla de no matar, pero también nos ordena a matar bajo ciertas circunstancias. Las contradicciones y excepciones son casi que infinitas. Debemos ser una luz para las demás naciones, pero somos eminentemente insulares. No es difícil encontrar entre nuestros maestros alguien que, basándose en textos halájicos, opine que somos superiores, que nuestras almas son más limpias, que podemos trampear al estado donde habitemos, que tenemos que tumbar la mezquita de Omar para construir un Tercer Templo, que debemos volver a la era de los sacrificios (incluso cuando también el texto halájico las ha suprimido), que debemos eliminar a los jebuseos (como si aún existieran y que todo se puede extrapolar según conveniencia), o que la Israel democrática no es para los no judíos. Para los fanáticos, la Biblia es para interpretarla cuando conviene y para tomarla literalmente cuando también conviene.

Para cada pasuk mencionado siempre quedará omitido otro. Siempre se podrá decir que algo fue tomado fuera de contexto, que eso aplicaba para otras épocas, o que aplican para la eternidad.  Así es como un sheikh puede estar en lo cierto cuando comenta que el islam habla bien de los judíos (Lo dice) pero, no comenta que, una Sura posterior invalida esa primera y nos considera descendientes de monos y cerdos, enemigos que debemos ser aniquilados sin piedad. 

Entonces, “los judíos reales” ¿Denuncian a Israel? ¿No denuncian a Israel? ¿Son sefaradim únicamente? ¿Son exclusivamente ortodoxos? ¿No lo son si solo descienden de padre judío? ¿Deben habitar toda la Tierra Prometida y no pueden ceder su soberanía ¡Como si conociéramos bien sus límites!? ¿Dejan a las mujeres o reformistas rezar a su gusto frente a un vil muro o no? ¿Se quedan callados o no ante las acciones ilegales y criminales de otros judíos?

No quiero, en ningún momento, comparar a Isis con grupos de extrema derecha religiosa y sionista en Israel, y por mal que vayamos considero que aún estamos muy lejos de llegar a niveles comparables. Lo que sí quiero es advertir que es responsabilidad de todos saber alzar nuestras voces contra acciones que sí van en contra de nuestros valores o saber redefinir lo que son “nuestros valores”.  Debemos asumir la responsabilidad por las irresponsabilidades de otros que hablan en nombre nuestro y se deleitan ante las cámaras. Los fanatismos se descontrolan rápidamente.

En últimas, lo bastardo nunca quita la condición de hijo y el concepto de “verdadero” en temas de fe y tradición es odioso y débil. Debemos aceptar la responsabilidad sobre hechos, grupos y tendencias que surgen de entre nuestras entrañas y que claramente no son buenas. El concepto de lo que es genuino y real no debe servir de excusa para no saberlo confrontar debidamente. El verdadero judaísmo es lo que hagamos de él.