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Halajá y sociedad

Por: Rav Daniel Shmuels

Una sociedad está compuesta de múltiples factores; empero, es su factor humano el que la establece como tal. Resulta obvio preguntarse entonces, ¿qué tanto legisla la Torá nuestro proceder para que el engranaje social se articule de manera pro activa y asertiva en un mundo globalizado?

La Torá, en la Parshá de esta semana, Behar, nos enseña lo siguiente: “No hieras a tu prójimo y teme a Dios” (Lev 25:17). De acuerdo a Rashi, basándose en la Masejta Baba Metzia del Talmud Babli, este versículo se refiere puntualmente a pronunciar palabras hirientes y dar consejos perjudiciales a nuestro prójimo. Pero, ¿por qué el versículo continúa con la expresión de temerle a Dios? La respuesta es simple, por la excusa que el agresor puede dar de su comportamiento. Es decir, una persona puede reclamar que no sabía que tales o cuales palabras iban a herir y ofender a Piluni; es más, otra persona, una que haya dado un mal consejo para su propio beneficio, puede reclamar que dicho acto fue un error honesto. El versículo en este punto está enfatizando en el hecho que, sin importar las excusas, Dios conoce las verdaderas intenciones de todos nosotros.

Entonces, ¿por qué seguimos cayendo en este juego? Si nuestra sociedad se monta en un pilar moral de no herir ni mal aconsejar al prójimo, ¿por qué las plataformas sociales se han convertido en el medio excelso para destrozar a quien no es de nuestro agrado? Inmediatamente puedo pensar en el habitante actual de la Casa Blanca con su retórica, más que insultante, inapropiada e incompasiva frente a cualquier rival suyo. Su popularidad yace en gran parte en ese grotesco proceder que va directamente contra uno de los pilares principales de la Torá y no sólo para el pueblo judío sino para la humanidad entera; la cual, intrínsecamente se articula en diferentes sociedades. Sin embargo hay otro lado de la moneda, el de aquellos que se regocijan y ríen de la persona a la cual se está hiriendo. Ellos, quienes quiera que sean, están agregando su granito de arena a semejante atrocidad e injusticia social frente a los ojos de la humanidad. Ellos, por su festejo y reforzamiento, están cayendo dentro del mismo pecado que el infractor, son cómplices del delito! 

Es cierto que la Torá no repara en la víctima de este atropello; de hecho, Mesora no nos dice nada al respecto (por lo menos que yo haya encontrado) pero la idea que subyace a la aparente insensibilidad frente al herido es que todos seguiremos los Mandamientos de la Torá y técnicamente no habrá víctimas. Infortunadamente, está no es nuestra realidad y día a día el problema del “bullying verbal” en persona o por medio de las plataformas sociales incrementa cada vez más. 

Este ahora así llamado “bullying verbal” es un terreno muy amplio y fértil para la transgresión de la cual estamos hablando. De hecho, la Halajá nos enseña que una observación hecha de una manera peyorativa, aun cuando el contenido de la observación no sea negativo, forma parte indudable del pecado. Esto es lo que hoy en día llamaríamos comentarios peyorativos pasivo agresivos. Donde la intención en apariencia es la más benévola y honesta pero cuyo origen es bastante contrario. De hecho el Talmud, en la Masejta de Yoma 71b, nos relata una historia para contextualizar este tipo de proceder: Después de finalizar un Yom Kipur, varios feligreses decidieron acompañar al Cohen Gadol a su casa, cuando los feligreses vieron a los grandes sabios del momento, Shmaya y Avtalyon, abandonaron al Cohen Gadol y decidieron acompañarlos a ellos. Posteriormente Shmaya y Avtalyon decidieron ir a saludar al gran sacerdote; entonces ellos le dijeron, “Que el descendiente de Aarón (es decir el Cohen Gadol) venga en paz”. Él respondió diciendo, “Que los hijos de las naciones (es decir no judíos) vengan en paz”. La Masejta de Guitín 57b nos enseña que Shmaya y Avtalyon eran descendientes de conversos, de Nebuzaradán, un general de Nabujadnetzar. Obviamente en el contexto del intercambio, la observación del Cohen Gadol acerca de ser descendientes de conversos fue utilizada de forma peyorativa. Esto fue considerado un pecado para el gran sacerdote a pesar de la excusa dada por él mismo; a saber, es un mérito muy grande para un no judío convertirse al judaísmo voluntaria y honestamente, aceptando todas las Mitzvot que juró llevar a cabo en la Mikve, como es el caso de Shmaya y Avtalyon. 

Esta historia nos introduce a otra pregunta, ¿a quién no se debe herir con palabras o malos consejos? La Torá nos proporciona la respuesta, a nadie! Está prohibido herir y mal aconsejar al prójimo, sin importar quien sea. Ahora bien, tanto la Torá como la Halajá presentan un caso muy fuerte para tener una prevención especial con un grupo específico de personas; vale decir, estas personas tienen una doble protección Halájica y el pecado cometido por el infractor es doble por ellos mismo. Se trata de un Baal Teshuvá (judío que no era practicante y decide regresar a ser observante de la ley judía), un Guer Tzedek (converso al judaísmo), huérfanos y viudas. Nuestros Poskim han adicionado a esta lista a nuestras esposas. 

Desde mi perspectiva Halájica y con movimientos mundiales globalizados como el #metoo movement (movimiento yo también) no falta mucho para que Halájicamente grupos minoritarios dentro de nuestro judaísmo también sean protegidos doblemente por esta prohibición, porque en general esa segunda capa de protección fue diseñada específicamente para las minorías y es ahí donde nuestra sensibilidad y compasión deben estar hoy en día para que nuestro engranaje social continúe su desarrollo manteniendo los valores que Dios nos impartió.