Imprímeme

Del dicho al hecho

Por: Rav Daniel Shmuels

A través de nuestra historia hemos celebrado el hecho que nuestra sagrada Halajá junto con la Torá procuran salvaguardar el bienestar del menos favorecido, de las minorías, para que no sean explotados económicamente, para que no sean abusados verbal ni físicamente y en última instancia, para que sean incluidos dentro del engranaje social y religioso de nuestro judaísmo. Estas son Mitzvot que se han estudiado en el pasado en este mismo espacio. De cualquier forma; hoy en día, los cambios sociales han propuesto otro tipo de minorías, pequeños grupos de personas que no forman el grueso de la población judía pero quienes a pesar de su diferencia aman el judaísmo ortodoxo. Si bien; aún somos responsables por el bienestar de las viudas, de los huérfanos, de los conversos, de los poco favorecidos económicamente, entre otros tantos, y aún ellos hoy en día forman parte de las minorías, existen estos nuevos grupos de personas que encarnan un cambio inminente dentro de nuestro desarrollo social pero que, a pesar de sus esfuerzos, son excluidos del liderazgo y de la praxis religiosa por presentarse, en carne propia, como una contradicción para nuestra tradición. Estas nuevas minorías no están directa o indirectamente contempladas por la Halajá y sin embargo su amor por el judaísmo sigue en pie sin dar marcha atrás.

Estoy hablando de dos grupos particulares que hoy en día han creado movimientos activistas y que, en general, llaman la atención por la controversia que traen a nuestra tradición religiosa; a saber, las mujeres Rabaniot y la comunidad LGTB. Tal vez, dos grupos muy diferentes en esencia pero dos grupos que luchan por un mismo objetivo, la inclusión dentro de la práctica profesional religiosa. La pregunta que nos debemos hacer es, ¿permite la Halajá que ambos grupos puedan acceder a estas posiciones de liderazgo religioso? Es más, ¿debería la Halajá establecer puntualmente la inclusión o la exclusión de los mismos para estas posiciones profesionales? Y más allá de ello, ¿qué pasa con el amor y veneración que estos judíos tienen por nuestro judaísmo, debería ser erradicada y no ser tenida en cuenta debido a la amenaza que presenta a nuestro devenir ancestral?

En esta ocasión nos enfocaremos en la realidad actual de estas mujeres precursoras en su posición de liderazgo comunitario. Anteriormente se ha analizado la posibilidad del lugar de liderazgo de una mujer judía con una ordenación rabínica; empero, el verdadero problema yace en la aceptación del pueblo judío frente a estas ordenaciones. Como se ha mencionado; a estas mujeres no se les llama Rabinas sino Maharat, acrónimo que da cuenta de su labor rabínica; a saber, Mangija Hiljatit Rujanit Toratit, líder Halájico espiritual de la Torá. Este nombre literalmente describe la labor que una mujer con ordenación rabínica debe llevar a cabo en una comunidad ortodoxa; es decir, líderes espirituales y Halájicos de la Torá. 

En Estados Unidos de Norteamérica actualmente hay tres mujeres que están llevando a cabo este rol en sinagogas ortodoxas, dos en Atlanta y una en Nueva York. No son sinagogas conservadoras ni reformistas, son sinagogas y comunidades ortodoxas que pertenecen al movimiento conocido como ortodoxia abierta (open orthodoxy), son comunidades que llevan a cabo completamente la Halajá sin excepción alguna; esto quiere decir que todos los miembros cumplen a cabalidad las leyes de Shabat, de Kashrut, de Tzniut, de Tefila, de Nida, de los Jaguim, etcétera. Es más, en su proceder rabínico, estas mujeres se restringen a los lineamientos que la Halajá establece para que ellas puedan llevar a cabo su labor sin que se ponga en riesgo la Halajá. De cualquier forma, el establecimiento Haredi ha decidido formalmente excluir de la ortodoxia a estas comunidades y al movimiento en sí por ser una amenaza a nuestra tradición. No hay un análisis Halájico de ningún tipo, no hay una explicación basada en fuentes Halájicas tradicionales reales, sencillamente se niega la pertenencia de estas comunidades y de este movimiento como parte de la ortodoxia, punto final. Pero, ¿es este el verdadero fin de nuestra Halajá? Acaso, ¿el hecho que algo no nos guste es suficiente motivo para negarlo sin presentar un análisis Halájico apropiado?

En este punto hablaré en primera persona para ejemplificar la verdad de nuestra Halajá.  Para mi gusto personal; el hecho que haya una mujer como líder comunitario, aún cuando cumpla Tzniut y no se ponga ni Tefilin ni Talit, no satisface mis ideales personales de tradición judía; empero, ello no le puede quitar, bajo ninguna circunstancia, la realidad y la verdad que nuestra sagrada Halajá nos ofrece. Una mujer sí puede ocupar el lugar de liderazgo rabínico con las restricciones respectivas debido al estatuto de testigo que un rabino debe tener. Pero por el simple hecho que a mí no me guste la idea de una mujer rabina no puedo arbitrariamente determinar la Halajá. Aquí hay un camino muy grande por recorrer, del dicho al hecho nos falta mucho trecho. Como judíos nos tenemos que distanciar de nuestras emociones para poderle ser fieles a la Halajá en nuestros análisis y así traerla a vida con las exigencias de nuestro desarrollo social. 

Cuando hablamos de restricciones Halájicas para una Maharat, hablamos de puntos legales donde la Halajá establece que solo un hombre puede hacer las veces de Ed, testigo; de cualquier forma, esas instancias en las cuales se prohíbe que una mujer sea testigo son contadas frente al inmenso abanico de instancias en las cuales lo puede ser. Por ejemplo; estas Maharot pueden llevar a cabo una ceremonia matrimonial completa, Kidushin y Nisuin; sin embargo, para salvaguardar nuestra tradición religiosa, los testigos que firman la Ketuba son dos hombres religiosos ortodoxos. Así mismo, ellas pueden llevar a cabo entierros y aclarar dudas Halájicas sin ningún inconveniente. A pesar que ellas no pueden hacer parte de un Minian, ellas pueden guiar técnicamente el rezo; de hecho, estas comunidades han incorporado el concepto de "rezo compartido" en donde las mujeres de la congregación guían aquellas partes del servicio que les está permitido por la Halajá y en tales ocasiones es la Maharat la que hace las veces de Shliaj Tzibur. Otro aspecto interesante es la posibilidad que una Maharat sea Baal Kore (aquel que lee la Torá); si bien, en este punto hay más restricciones, hay partes de la Torá donde una Maharat puede de hecho leer la Torá y donde cualquier mujer mayor de 12 años puede ser llamada a una Aliyah, no es toda la Torá, no son todas las Parshot, no son todas las Alyiot, pero sí es posible y permitido por nuestra Halajá. Ahora bien, lo que estas comunidades han decidido hacer en pro de la tradición religiosa es tener un hombre Baal Kore que en la mayoría de las veces también es el Jazan. Estas son sólo unas cuantas labores que le están permitidas a una Maharat llevar a cabo como líder religioso comunitario, agregando que tienen carta libre para educar y guiar a la comunidad en su progreso de Torá y Halajá.

Al parecer; existe un miedo, por llamarlo de alguna manera, por parte de la ortodoxia en aceptar cambios que han sido incorporados años atrás dentro de los movimientos conservadores y reformistas. Sí; nosotros seguimos otros lineamientos debido al rigor de la Halajá, pero ello no implica que porque tales cambios existen en estos movimientos y han sido incorporados con anterioridad por los mismos, nosotros no podemos ponerlos en práctica dentro de nuestro judaísmo. Ojo! No estamos ni reformando ni conservando la Halajá, la estamos aplicando a nuestro desarrollo social sin ir en contra de ella y eso es lo que tenemos que tener presente siempre antes de poner nuestras emociones frente a una posible innovación Halájica. Para finalizar, ¿qué tan dispuestos estamos en reducir esa brecha que existe del dicho al hecho, de la Halajá teórica a la práctica religiosa?