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Ucrania judía en cuatro experiencias

Por: Vivianne Tesone

Ucrania no estaba entre mis planes de viaje. Poco había pensado sobre este país situado en Europa oriental por lo cual no hacía parte de ninguna de mis listas de viaje, pero cuando se dio la oportunidad de visitar Ucrania con un grupo de Secular Yeshivah y ROI con el fin de rastrear las raíces del jasidismo y la haskalá no lo pensé dos veces. 

La persistencia del antisemitismo en Lviv

Viajé en otoño del 2018 y el punto de entrada fue Lviv. Esta ciudad fronteriza tiene un centro histórico lleno de hermosas calles empedradas y curiosos cafés con temáticas de todo tipo. Intercalado con el encanto histórico se hayan pequeños vestigios de lo que fue la vida judía en la ciudad previo a la Shoa. 

Las ruinas de la sinagoga están adyacentes al restaurante At the Golden Rose. Este establecimiento con temática judía reúne en su interior una mezcla desordenada de artefactos y ofrece un menú (según dicen quienes han entrado) poco apetecible. 

El restaurante trata de apelar a los turistas curiosos de conocer sobre judaísmo en la ciudad pero es una trampa turística que ya ha sido reseñada en diferentes artículos periodísticos por sus tintes antisemitas e incluso por llegar a extremos de obligar a sus clientes judíos a negociar o cantar en hebreo para saldar la cuenta. 

El mismo establecimiento realiza una pequeña obra teatral en la calle para turistas en la que un hombre y una mujer, vestidos con ropas tradicionales de judíos ortodoxos, tienen un fuerte argumento. No podría decirles mucho más pues el público era local y la obra se realizó en ucraniano, pero aún sin entender me sentí bastante incomoda viendo el espectáculo desde las ruinas de la sinagoga. 

El restaurante está ubicado en parte de lo que era la sinagoga de Lviv y según miembros de la comunidad no han podido llegar a un convenio para volver a adquirir el espacio y restaurar algo del Beit Hakneset. Lo que queda son las ruinas y un pequeño monumento erigido por el gobierno de Ucrania en recordación de las víctimas judías del Holocausto. 

La comunidad local que quiere estar cerca de la sinagoga se reúne en un una habitación sin ventanas, escondida detrás del restaurante. El único lugar, además de las ruinas de la sinagoga, que lograron obtener. Allí realicé Shabat junto a mis compañeros de viaje. 

Al ingresar a las ruinas de la sinagoga pudimos observar, en una pared que no se puede ver desde el punto de observación al que accede al público general, grafitis de svásticas. Allí realizamos una corta ceremonia de Kabalat Shabat. Cantamos en hebreo y repetimos Am Israel Jai bajo la mirada de curiosos turistas.

El rabino de la comunidad nos agradeció por traer vida al lugar. Entendí más sus palabras al conocer a nuestros anfitriones de la noche. El grupo de no más de diez comunitarios eran todos personas mayores y pocos de ellos hablaban inglés o hebreo. Terminé Shabat con la sensación de haber visitado una comunidad que se está apagando.

Jasidim y Maskilim

De la ciudad partimos al campo. Visitamos Belz y Zhovkva y vimos la diferencia en los esfuerzos de preservación de espacios judíos que hay entre los lugares jasídicos y los que no lo son. 

Los grupos jasídicos alrededor del mundo, en especial en Israel y Estados Unidos, se han ocupado de buscar recursos para mantener o restaurar sus lugares de importancia histórica y cultural en Ucrania. En Belz un nuevo edificio se levanta donde estaba la emblemática sinagoga. 

Se calcula que los judíos de Ucrania antes de la Shoa llegaron a ser más de 2,700,000. Fue cuna del jasidismo pero al mismo tiempo existieron otros grupos que no se unieron a las corrientes jasídicas, a estos se les conoce como maskilim. Ellos también llevaban una vida religiosa activa y hoy en día sus centros de estudio y culto están en su mayoría en ruinas. 

En Zhovaka los ladrillos (que son lo único que sobrevive) todavía tienen marcas de hollín del incendio que destruyó el centro de oración judío de la ciudad y una de las paredes de lo que queda de la fachada de la sinagoga de Brody colapso hace pocos años. 

¿De quién es la responsabilidad de restauración? El gobierno de Ucrania ha hecho ciertos esfuerzos pero estos no son suficientes y no hay grupos judíos que sientan una responsabilidad directa por estos espacios, como sí ocurre con los jasidim y su legado en Ucrania. Entrar a estos edificios abandonados y reconocer los restos de un Aron HaKodesh es un fuerte recuerdo de lo que se perdió en el holocausto. 

Cementerios y souvenirs

En Medzhibozh visité la sinagoga del Baal Shem Tov. Una pequeña casa completamente restaurada cerca de un castillo medieval. Entré a una sinagoga iluminada de naranja bajo los rayos del sol de la mañana mientras un grupo de judíos ortodoxos finalizaban la plegaria de Shajarit. Las sillas y mesas de madera lo transportan a uno por unos minutos a aquella Ucrania judía medieval en la que vivió uno de los rabinos más significativos de nuestra historia. 

A pocos minutos se encuentra la tumba del Baal Shem Tov. A diferencia del encanto simple de la sinagoga, el cementerio es una atracción turística. 

En la entrada hay ventas callejeras donde se puede comprar un sombrero piel de zorro o plegarias en hebreo (y solo reciben dólares, no hryvnias ucranianas). Hay hoteles en los costados y el cementerio tiene su propia tienda de souvenirs donde se puede comprar desde Matrioshkash del Baal Shem Tov hasta toallas higiénicas. Nunca he sido el tipo de persona que va a los cementerios esperando tener una experiencia espiritual pero incluso si lo fuera me parece que sería difícil obtenerla allí. 

Aún peor es Uman.

Yo no lo sabía que quienes viven en tierra santa y quieren tener un peregrinaje religioso se dirigen a Uman, una pequeña ciudad de Ucrania, antes un tanto ignorada pero que hoy recibe más de 20.000 turistas judíos en la época de Altas Fiestas. 

El Rabino Nachman de Breslov, descendiente del Baal Shem Tov, está enterrado en Uman. Este rabino, otro de los pensadores judíos principales, es venerado como una figura mística por miles de judíos jasídicos. Se ha convertido incluso en una figura de culto popular y los miles de peregrinos que acuden a orar en su tumba y a realizar peticiones han aumentado constantemente en los últimos años. 

Llegar a Uman es entrar a una burbuja que parece salida de un barrio religioso de Israel. Al acercarse a la tumba el alfabeto cirílico es reemplazado por el hebreo y las tiendas venden, además de souvenirs quiché, bisli o chocolates israelíes. 

Yo visité después de Sucot así que el gran grupo de peregrinos ya no estaba pero hay un constante flujo de turismo religioso a la ciudad. Entré a la tumba (al área de las mujeres porque claramente está separada) más por curiosidad turística que en búsqueda de un momento de reflexión espiritual.

Una de las mujeres con las que viajé contó cómo ella había visitado Uman una década atrás y su experiencia había sido completamente diferente. Antes de que las hordas de turistas se tomaran la ciudad y existieran traslados en helicóptero o limosina a la tumba de Rabbi Nachman, Uman era un modesto destino al que pocos se esforzaban por llegar. 

Cultura y música en Odessa

La última parada fue Odessa. La ciudad en las costas del Mar Negro fue el hogar de la élite intelectual judía y sionista. Es una experiencia muy diferente a la de los bosques de Medzhibozh, una ciudad llena de edificios con historia y donde desde la caída de la Unión Sovietica la comunidad judía está renaciendo, saliendo de las sombras en las que ocultaron por miedo al comunismo. 

El museo judío de Odessa es un apartamento pequeño y difícil de encontrar en frente a las grandes instalaciones del actual centro cultural judío. Está ubicado en un apartamento que fue de judíos por muchos años en su interior hay fotografías y objetos donados que retratan la vibrante vida comunitaria de la ciudad antes del holocausto. Grupos políticos de todo corte, sionistas, culturales, musicales, literarios e intelectuales convivieron en lo que era una contraparte secular al judaísmo ortodoxo de los pueblos. 

Nuestra última noche en Odessa caminamos por las calles cantando y bailando, acompañados de los músicos klezmer del grupo. En el camino se nos unieron algunas personas, turistas curiosos, locales de fiesta e incluso jasidim que nos acompañaron entonando aquellas canciones que ya habíamos cantado en las ruinas de Zhovkva, en Belz y en la sinagoga del Baal Shem Tov, en las largas jornadas de buses y en Brody. Nos despedimos de Ucrania con canciones, canciones que meses después, ya de regreso en Bogotá, escucho en mi mente cuando menos lo espero.