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Retos futuros en las relaciones con iglesias sionistas cristianas

Por: Jack Goldstein

¡Nos quieren! Difícilmente nos ha sucedido esto en los últimos dos milenios. La actual relación con varias iglesias evangélicas (no todas) puede asimilarse, en términos futbolísticos, a ver a la fanaticada del Santafé haciéndole barra a Millonarios; esa curiosa y única realidad donde una religión es hincha de la otra. Si somos de Millonarios, creo que debemos ser agradecidos y aprovechar la coyuntura, en el mejor de los sentidos. Vivimos épocas suigéneris y eso amerita un comportamiento de parte nuestra del mismo calibre. Génesis 12, ese capítulo que habla de las bendiciones para quienes nos bendicen, ha sido finalmente asimilado. Quienes creen en la promesa bíblica, buscan su recompensa celestial defendiéndonos a capa y espada. Si es difícil medir la recompensa que los cristianos sionistas han recibido, apuesto a que nosotros nos hemos beneficiado más por el apoyo que de ellos recibimos. Siempre tan racionales, seguimos convencidos que debemos ganar el debate político con argumentos legales o históricos, y nos queda difícil entender que el que vamos ganando está en el campo de la fe y las pasiones.  Amerita entonces analizar los motivos que generan ese apoyo y las variables que pueden hacer cambiar esa postura sionista en el futuro.

Los 2.000 años de cristianismo nos han sido principalmente nefastos y crueles. Por 500 años, la relación con el protestantismo ha sido frecuentemente difícil.  Pero desde la creación del Estado de Israel y con el tufillo que dejó la Shoa tanto por la acción o la omisión de iglesias y sus líderes, las relaciones se han ido recomponiendo. Bien sea por pena, por teshuvá o por motivos proféticos, los lazos de amistad se han estrechado, especialmente con protestantes, menos proclives ellos a asumir la teología del Reemplazo que reza que el nuevo pueblo elegido es el cristiano, y más distantes del concepto de nuestro pecado colectivo y eterno por el supuesto deicidio. Desde los albores del sionismo moderno, varios pastores evangélicos manifestaron su apoyo a nuestra causa; ese cariño y admiración también corrió por las venas de los padres de la república americana y de figuras como Balfour y Churchill. Desde hace muchos años, los 60 millones de evangélicos en Estados Unidos, han conformado un bloque político importante que decididamente ha apoyado al partido Republicano, a AIPAC y más recientemente al presidente Trump, a quien consideran una especie de Rey Ciro, redentor del pueblo judío en cautiverio, y quien nos conduce a la reconstrucción de Jerusalem como centro político del pueblo judío.

Estoy seguro de que nuestros amigos cristianos dirán que la unión es eterna, y de corazón les creo su sentir. La Marcha de la Vida; la Marcha en Jerusalem durante la fiesta de Sukot en Jerusalem; su activa defensa de nuestra causa en diarios, plazas y universidades; sus campañas de Hasbará; las siembras de árboles con el Keren Kayemet; su decidido lobby político en Estados Unidos y en tantos otros países; su apoyo histórico a los judíos soviéticos; sus multimillonarias donaciones al Estado de Israel; su positivo impacto en el turismo a Israel, especialmente en épocas difíciles, como durante las Intifadas: y el noble apoyo con la aliya de tantos, son evidencias fehacientes de su compromiso con nosotros. No se me ocurre un momento histórico tan privilegiado como el que vivimos ahora.  La doncella antes repudiada y ahora cortejada no sabe si creer en el amor verdadero.

Del Pew Research, al que acudo con frecuencia para extraer datos estadísticos, les comparto algunas cifras relevadoras que describen el nivel de apoyo con el que contamos entre evangélicos:

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Pero no todo es perfecto. ¿Será que querrán convertirnos? ¿Será que, si le apuestan a nuestra conversión, pero no sucumbimos, seremos entonces perseguidos como Lutero hizo cuando vio que el alma judía permanecía inquebrantable? Entre ellos existen quienes, fieles a su vocación evangelizadora, esperan el momento en que aceptemos a Jesús como Salvador. En mi experiencia, solo una vez viví de frente esa situación, pero vino de alguien marginal dentro del movimiento evangélico. Por el contrario, son cientos los casos de personas, eventos, y situaciones que me han dejado anonadado. No obstante, nos es complicado pensar que existan personas quienes voluntariamente quieran ayudarnos, exponiéndose ante nuestros enemigos y defendiendo nuestra causa por delante de nosotros. Nos incomoda ese cariño y admiración porque ni ellos entienden lo particular de su posición. Para los cristianos sionistas, su posición es natural y no excepcional. 

Considero que las condiciones históricas son hoy diferentes a las de Lutero. Hace 500 años nos buscaban para crecer un novato movimiento anticatólico. Hoy nos quieren porque estamos protagonizando los últimos capítulos hacia la redención final. Además, para algunos, constituimos la vanguardia en la guerra de civilizaciones contra el islam. Pero el romanticismo que llegó después de la Shoa y con el establecimiento del Estado de Israel puede desvanecerse por el juego de ciertas variables. El tiempo nos dirá qué efecto tendrán éstas sobre el filosemitismo y sionismo de las iglesias. Algunas realidades que debemos considerar son las siguientes:

En últimas, el reto está en mantener la alianza sólida, respetando nuestras diferencias y concentrándonos en los puntos de comunión. 

Bibliografía: