Por: Jack Goldstein
El último lunes de mayo despertamos a la noticia de que Ioannina, al noroeste de Grecia, eligió un alcalde judío. Pronunciado “Yanina”, esta ciudad, junto con Larissa y Volos, es uno de los milenarios centros de población romaniote. Ni sefaradim ni ashkenazim, ellos son los descendientes de judíos que migraron, tras la destrucción del Templo, desde Judea hacia el sur de Italia y Grecia, en esa época, parte del imperio romano (de ahí su nombre).
Existe evidencia que data de hace 1.300 años de historia judía en la región y las tumbas más antiguas datas de los 1500´s. Aislada del resto de Grecia y del mundo judío por los montes Pindos, los romaniotes mantuvieron sus propias tradiciones, vestimenta, culinaria y música. Se llaman así mismo Yaniotes, (Romaniote es un término más académico) y capaz nunca hubo más de 5000 de ellos en su pico. La mitad migró a Estados Unidos (Mannhattan) entre 1900 y 1920 y en el sur de Mannhattan tienen la única sinagoga romaniote de las américas. En Israel tienen otra pequeña comunidad.
Recientemente se hizo un estudio genealógico para descubrir los misterios que esconde una comunidad con dos mil años de insularidad y que la tradición dice que llegó directamente de la Tierra Prometida. Sus resultados los desconozco, pero de seguro que serán material para un buen artículo.
Durante años tenía entendido que hablaban “romaniote”, una mezcla de griego con hebreo. Pero estando allá, me corrigieron y dijeron que siempre han hablado griego, del normalito y callejero, solo que, como hacemos nosotros también al incluirle términos hebreos, yidish o árabes a nuestro vernáculo, ellos también le agregan palabras en hebreo. Lo que sí tienen es una amplia evidencia de escritos en griego con letras hebreas. El anecdotario cuenta que cuando se reunió por primera vez la confederación de comunidades griegas después de la Shoa, el presentador se dirigió a la asamblea en Ladino. Cuando le tocó el turno al representante de la comunidad de Ionannia, él comenzó a disparar algunas palabras en Ladino, sin sentido alguno. Cuando le preguntaron qué hacía, el respondió que eso era lo único que sabía de Ladino, y recomendó que, si estaban en Grecia, debían hablar griego para que todos pudieran entenderse. Claramente, son una minoría dentro de una comunidad de por sí pequeña hoy en día.
Eran unos 2.000 antes de la Guerra, muchos pobres y todos tradicionalistas. Varios de ellos se unieron a los partisanos para luchar contra los nazis desde las montañas. Hoy solo quedan 50. Tenían dos sinagogas y una escuela judía que funcionó incluso hasta los años 60´s, pero hoy solo queda una sinagoga, reconstruida sobre los cimientos de otra de origen medieval. Entre sus particularidades está que tiene un acceso lateral y modesto para las mujeres (desde la calle y conduciendo directamente a la parte superior del recinto, de forma tal que evitaba cualquier roce dentro de la sinagoga, si así deseaban). Si bien el rezo lo hacen al estilo sefaradí que aprendieron de las masas que llegaron desde España hace 500 años, la silletería está dispuesta de manera diferente a las versiones ashkenazi o sefaradí sentándose espalda contra espalda en líneas que van del Aron HaKodesh a la Bima. Esta última, según su lectura del versículo del Éxodo, es mucho más alta que la de cualquier otro tipo de sinagoga. Además, en el rito romaniote, el Aron HaKodesh está decorado con Shadayot (láminas de plata con rezos, plegarias o agradecimientos a familias eméritas). Las torot están guardadas en cajas estilo sefaradí, son de madera y están pintadas con imágenes de matas, animales y flores.
Visitando la ciudad, aún se puede apreciar algunos portones con B”H tallado sobre ellos y hay un monumento recordatorio a las víctimas de la Shoa. Organizan anualmente un festival cultural del que les comparto acá este link. Ioannina es, sin lugar a dudas, un lugar excepcional de nuestra geografía.