Por: Marlene Himelfarb & Yael Himelfarb
Escrito a 4 manos
El mercadeo informal funciona "formalmente". Suena como a repetición, pero es la realidad. Ir al shuk de Jerusalem o a cualquiera de los shuks que hay en algunas ciudades de Israel es recorrer pasillos y recovecos llenos de mercancía a disposición del cliente. Hay oferta desde ropa hasta anillos, pulseras y chécheres para todos los gustos. También hay sabores y aromas de diversas clases y colores. Es una delicia recorrer esos pasillos atiborrados de diferentes cosas, estilos y tamaños.
Digo formalmente porque hay unas reglas muy precisas que no aparecen en ningún documento pero dan la pauta para ese comercio informal.
Cuando el cliente pregunta por algún producto ya perdió El sólo hecho de preguntar, lo compromete con el vendedor, quien no descansa hasta no cerrar la venta.
En El shuk de Jerusalem, los árabes que manejan este comercio informal saben unas cuantas palabras en español y son las que usan como herramientas para convencer al cliente. Aunque su conocimiento del español es limitado parece que hubieran hecho un curso intensivo con las palabras claves. Usan la palabra tacaño cuando el turista parece reacio a soltar el billete y empieza a pedir rebaja, generalmente dan descuento, ya que no son precios fijos, así que los inflan para tener un margen de ganancia. Si el cliente recibe la prenda en la mano ya está agarrado, significa que la venta está a punto de realizarse. El vendedor no la vuelve a recibir ni para empacarla. Si es alguna delicia de esos postres que endulzan el paladar sucede lo mismo. Te dan una prueba que te hace salivar y ya es prácticamente imposible negarse a comprar uno de esos deliciosos postres árabes que hay a disposición y se traducen en esos kilos de más que acumulan los turistas. Ese es uno de los motivos por el que los viajeros llegan con el peso ideal al lugar de destino, luciendo unos jeans apretados, y al regreso les toca ponerse una sudadera para llegar de regreso a empezar la dieta.
La misma escuela de mercadeo funciona en varias ciudades colombianas donde hay un comercio informal que se podría denominar el mercadeo de los semáforos. Cuando la luz roja señala que el conductor debe parar, recibe una avalancha de ofertas en la ventana y/o en el parabrisas de su carro. Hay oferta de frunas, Cocosetes, maní dulce, salado, maní Motto, fruta de temporada, flores, etc. Si desde la ventana del carro miras algún objeto, ya sea un accesorio para celular o unas gafas de sol, esa mirada significa un pacto verbal con el vendedor y a no ser que el semáforo cambie para seguir y se diluya la venta, estás comprometido a comprar.
Son técnicas elementales de mercadeo que no fallan Estos personajes callejeros jamás han tomado un curso de ventas, pero tienen un excelente manejo intuitivo de la psicología del cliente. Basta con una mirada para que ellos sepan que la venta está hecha.