Por: Victor Zajdenberg
Los paradigmas, según Thomas S. Kuhn (“La estructura de las revoluciones científicas” FCE), son términos o pensamientos pseudocientíficos utilizados, empero, por grupos y comunidades de alto nivel intelectual como verdades ciertas y transmitidas como tales por los medios de comunicación, los centros políticos y de enseñanza a escala mundial.
Son de conocimiento general los males que estas distorsiones teóricas han provocado en el tiempo y en el espacio a generaciones enteras de seres humanos mal informados y pésimamente educados por dichos “paradigmas”.
La lucha de clases en el comunismo, la raza aria en el nazismo y el fundamentalismo en el terrorismo islamista representan paradigmas ideológicos que han provocado y siguen provocando terribles sufrimientos a millones de personas.
Palestina es uno de esos paradigmas por el que se desarrollaron, desde hace más de 90 años, conflictos interminables entre los árabes y los judíos de Medio Oriente.
En Agosto de 1897 se constituye el “Primer Congreso Sionista Mundial” donde queda establecida la voluntad del Pueblo Judío al retorno y a la re-creación de un Estado Judío (del alemán “Der Judenstaat”, libro escrito por Teodoro Herzl, fundador del Movimiento Sionista) en la misma tierra de Eretz Israel, por aquel entonces yerma, desolada y desértica, producto de siglos de devastación y abandono por parte del viejo Imperio Otomano.
En algún momento del año 1916, en pleno desarrollo de la Primera Guerra Mundial, Inglaterra envía al Coronel Thomas Edward Lawrence, conocido más tarde como Lawrence de Arabia, para contactarse con los árabes de la Meca que estaban comenzando a levantarse contra la dominación otomana. Faisal, el hijo de Hussein Ibn Ali que conducía la insurrección, recibió de Inglaterra armamento y Lawrence se convirtió en su guía y mentor para las batallas que se avecinaban.
Simultáneamente, en Noviembre de 1917, se produce la “Declaración Balfour” donde se señala que Gran Bretaña considera favorablemente el establecimiento en Palestina de un “Hogar Nacional” para el Pueblo Judío, testimonio apoyado por Francia e Italia. El Presidente Wilson de los EE.UU. ya había comunicado en el mes de octubre su acuerdo a la mencionada “Declaración”.
Mientras tanto las tropas conducidas por el Emir Faisal y el Coronel Lawrence habían conquistado las fortificaciones turcas de Aqaba dirigiéndose más tarde hacia Damasco, centro administrativo provincial del Imperio Otomano, la que fue capturada recién en 1918 con la estratégica operación militar del ejército del General Allenby que ya había liberado Palestina de los turcos otomanos.
Finalizada la guerra la “Conferencia de Paz de París” organiza una reunión entre el Emir Faisal en representación de los árabes, el Doctor Weitzman por el Movimiento Sionista y el Coronel Lawrence en nombre del Gobierno Inglés.
En 1919 y luego de varios y fructíferos encuentros se llega a un “Acuerdo Histórico” entre Faisal y Weitzman considerado como el primer gran entendimiento entre los dirigentes de ambos movimientos nacionales, determinando que “la Gran Arabia sería para los árabes y Palestina para los judíos”, comprometiéndose a apoyar y respetar la Declaración Balfour y la constitución del Hogar Nacional Judío en Palestina.
Lawrence, Faisal y Weitzman pensaron que el apoyo mutuo de ambos nacionalismos emergentes y complementados podía producir un futuro de progreso en la región.
El Emir Faisal, en carta dirigida al Profesor Félix Frankfurter, Presidente del Movimiento Sionista de los EE.UU., reitera su apoyo al Sionismo dando a los judíos una calurosa bienvenida al hogar, sentando planes conjuntos de desarrollo y solidaridad.
En Abril de 1920 la “Sociedad de las Naciones” reunida en San Remo, acuerda ceder a Gran Bretaña un Mandato Clase A (breve) sobre la región de Palestina para comenzar a implementar la Declaración Balfour, o sea la creación de un Hogar Nacional Judío.
Pero los intereses imperiales de Inglaterra y Francia frustraron este gran proyecto que podría haber cambiado toda la historia del Medio Oriente.
La inclemente Francia sacó de la galera el “Tratado de Sykes-Picot”, firmado con los británicos antes de saber quién ganaría la guerra, donde se acordaba dividir el Medio Oriente entre ambas potencias y exigiendo su cumplimiento, toma posesión de Siria y Líbano expulsando al Emir Faisal de los dominios prometidos.
Ante la situación planteada por su aliado, Gran Bretaña encumbra a Faisal como Rey de Irak y desgaja Palestina creando Transjordania, un Estado títere y artificial dentro de los límites del Mandato, bajo el reinado de Abdala, hermano de Faisal.
En 1932 Irak se independiza y en 1946 lo hace también Jordania (cambiando su denominación anterior de Transjordania) quien designa al frente de sus fuerzas armadas a un general inglés llamado por los árabes Glub Pashá.
En los años que siguen, la activa diplomacia británica estimula a sus aliados árabes a ambos lados del Jordán y retacea la llegada de los judíos por intermedio de una serie de “Libros Blancos” publicados que limitan y postergan la concreción del Hogar Nacional Judío, según el “Mandato” otorgado por la Sociedad de las Naciones.
Sobreviene la 2ª Guerra Mundial y con ella la masacre de 6.000.000 de judíos que, en parte, hubieran podido ser salvados de la muerte si las fronteras de Palestina hubieran estado abiertas en cumplimiento de las declaraciones y acuerdos preexistentes.
Algunos paradigmas tienen la particularidad de perdurar en el tiempo engendrando nuevos paradigmas que pretenden ratificar las negaciones a los innegables hechos históricos y aceleran las deformaciones de la realidad empírica comprobada.
En 1947 se produce el 2do desgajamiento del Hogar Nacional Judío cuando la ONU resuelve la creación de dos estados, uno judío y otro árabe, entre la estrecha franja costera y el Río Jordán.
A pesar de ello, los judíos de Palestina aceptan la resolución mientras que los árabes y los países vecinos la rechazan prometiendo un baño de sangre judía.
En mayo de 1948 se establece la creación del Estado de Israel y al día siguiente seis países árabes (Egipto, Siria, Jordania, Líbano e Irak con la financiación de Arabia Saudita) le declaran una guerra de aniquilación total.
La apropiación de la denominación Palestina recién comenzó en 1964 con la creación de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) cuyo objetivo no fue crear el Estado Árabe de Palestina en cumplimiento de la resolución de las Naciones Unidas, sino la destrucción del Estado de Israel.
Si lo hubieran querido podrían haber constituido su propio país, ya que hasta 1967, Gaza estaba en poder de sus hermanos egipcios y Cisjordania era gobernada por sus también hermanos jordanos.
Durante veinte años, desde 1947 hasta 1967, los árabes de Palestina perdieron la oportunidad de tener un Estado que conviva pacíficamente con los judíos de Palestina.
Está claro entonces que el nombre de PALESTINA fue usurpado no solo por los árabes que ya tenían su “Gran Arabia” sino por un mundo que prefirió la ceguera y la sordera.