Por: Victor Zajdenberg
“La cuestión es si para llevar a cabo lo que me he propuesto basta con mi criterio o no. Si basta, lo utilizaré como una herramienta que la Naturaleza ha puesto en mis manos. Si no basta, entonces o bien dejaré la herramienta a quien esté en mejores condiciones de llevarlo a cabo, mientras esto no sea indecoroso para mí, o actuaré lo mejor que pueda, echando mano de aquello que mi criterio necesite para llevar a término una obra de interés común”. “Porque todo lo que haga, ya sea por mis propias fuerzas o con ayuda de otro, tiene que servir siempre al bien común”. Marcus Aurelius VII, 5
Este mensaje, que tiene más de 1800 años de antigüedad, debería poder llegar hoy a los oídos de los principales líderes de Israel se trate de Bibi Netanyahu, Benny Gantz, Yair Lapid, Avigdor Lieberman, etc. Que la economía del país esté sana, la tecnología se siga desarrollando a un ritmo sorprendente, la geopolítica se encuentre momentáneamente con viento a favor, la seguridad funcione, la felicidad sea abrumadora y que los demás índices sean favorables no les otorga el derecho a los políticos actuales de tener al país de votación en votación y pongan en peligro los logros conseguidos por los precursores, los estadistas y la población de Eretz Israel en estos 121 años desde que Teodoro Hertzl fundara el Movimiento Sionista, 71 años desde que David Ben Gurion proclamara el Estado de Israel y 40 años desde que Menajem Beiguin estableciera la paz con Egipto, primer país árabe en firmarla.
Netanyahu sabe que, como dijo Marco Aurelio (único Emperador intelectual que ha tenido el Imperio Romano), no basta con su “criterio gradualista” para resolver los diversos problemas que tiene el país (Hamas, Hezbollah, ultra ortodoxia, etc.). Gantz y Lapid no pueden desconocer la exitosa trayectoria, la indudable experiencia y el importante apoyo que tiene Netanyahu en la población y la necesidad, tanto en lo interno como en lo externo, de un gradual y decoroso proceso de recambio gubernamental. Lieberman tiene razón en plantear sus vitales principios de secularidad, reciprocidad, igualdad ante la ley, seguridad anti terrorista, etc. pero, ¿no debería dar más tiempo y espacio a quien él conoce muy bien, a Bibi, y mediar con la gente del centro, Benny y Yair, con quienes tiene algunos intereses similares, para “servir siempre al bien común”?
La finalización de este caos político interno (que puede derivar a lo externo) entre políticos que no se deciden a asumir el papel de Estadistas, no se resuelve yendo desenfrenadamente de votación en votación sin solución de continuidad. Ben Gurion y Beiguin demostraron porqué fueron Estadistas cuando en 1948 decidieron (aún después de la tragedia del Altalena) que el frágil Estado recién constituido, atacado en todos los frentes por seis países árabes vecinos, necesitaba que el Haganá, el Palmaj y el Irgún se unieran en un solo Ejército, con un mando unificado que coordinara las acciones defensivas y de ataque, para detener el alud de los ejércitos enemigos que hacían peligrar los propios cimientos del joven Estado Judío.
Netanyahu necesita “ayuda de otro” como continuador de la sólida base creada y Gantz requiere de la importante experiencia “del otro” para “llevar adelante la obra de interés común”. Puede sonar utópico; idealista; ingenuo; pero no imposible. Ben Gurion y Beiguin lo han demostrado. Entonces podría ser actualizada la decisión de Ben Gurion de 1948 cuando subsidió a 400 estudiosos de las Ieshivot. La población judía ascendía en ese entonces a 700.000 mil; hoy son 7 millones. Por lo que correspondería subsidiar solo a 4.000 estudiantes.
Con este programa político racional para casi el 80% de los israelíes y planes de consenso militar de defensa y seguridad que tendría claras mayorías nacionales, se podría formar un sólido Gobierno de coalición que perpetúe en el tiempo y el espacio, la bonanza actual en la que viven los israelíes con la ocasión propicia para desarrollar nuevos objetivos en lo referente a la “igualdad de derechos, servicios, deberes y oportunidades”.
CABA 9/6/19