Imprímeme

El Meshiaj está en el Mercado

Por: Yaacov Amar Rothstein

Audio a cargo de Marlene Himelfarb

Inclusive hoy, después de varios años que vivo en Israel, me emociono y me conmuevo cuando escucho gritar a los vendedores del Mercado de Jerusalem. Suena gracioso, porque en cualquier mercado del mundo es común escuchar a los vendedores gritar sus productos, tarifas y ofertas a todo pulmón. Pero en Israel veo esta escena desde una perspectiva diferente a cualquier otro mercado del mundo.

Cuando recorres por las estrechas vías del 'Shuk' Majané Yehuda (el Mercado de Jerusalem) te topas con un ambiente muy cargado e inclusive bochornoso. Pero a su extraña vez, con una atmósfera inmersa en colores y harmonía. 

Si por ejemplo vas al Shuk un viernes en la tarde, podrás ver a cientos de turistas provenientes de todos los rincones del planeta. Podrás ver a israelíes de todas las edades y de todos los estilos comprando la jaláh de shabat. Podrás ver los estantes rebosados de las frutas y verduras de Eretz Israel. Podrás sentir el aroma que emanan los barriles de especias características del Medio Oriente.

Si eres hombre te detendrá un religioso de Jabad para ofrecerte que te pongas Tefilin, y si eres mujer, el mismo religioso te detendrá para regalarte un par de velas para que las enciendas antes de shabat.

Pero lo que siempre me ha deslumbrado es escuchar ese "sonido" que se percibe al recorrer el Shuk. Como si fuera la música (o más bien el ruido) de fondo del Shuk, producido por la tumultuosa multitud y los vendedores del Shuk gritando promociones como:

“¡Dátiles a diez shekel!”,

“¡Rimón rimón rimón a shekel!”

“¡Jalot frescas y calientes a cinco shekel!”

Si uno se pone a analizar de forma superficial la escenografía del Shuk, uno se puede llevar un buen susto por lo caótico que es. Pero pienso que el Shuk enfrasca y proyecta la esencia de nuestra generación y del histórico momento en el que vivimos.

¿Quién iba a imaginar hace 100 años, cuando Jerusalem seguía siendo un desierto, que la Tierra de Israel iba a abastecer a todo un mercado al que recurren miles de personas diariamente?¿Quién iba a pensar que nuestra lengua milenaria, el hebreo, volvería a ser el idioma con el que se regateara en un mercado judío?¿Cuál era la probabilidad de que la moneda que usó Moshe para contar al Pueblo de Israel cuando salimos de Egipto, el shekel, sería la misma divisa que usamos hoy para comercializar en el Shuk?

El Shuk, un mercado que hace apenas 100 años era una árida plaza donde colocaban un par de canastas semivacías que contenían una que otra verdura seca, hoy en día es un mercado que cobra vida y evidencia la palpitante redención de nuestro Pueblo.

Tener este Shuk no fue gratis, sino que es producto del arduo trabajo de nuestros antepasados que con perseverancia, esfuerzo y ayuda de Hashem lograron florecer la Tierra de Israel para que nos diera frutos después de dos mil años. Por eso nosotros debemos continuar floreciendo Eretz Israel, no solo en el ámbito de la agricultura, sino en todo aspecto: social, cultural, tecnológico, espiritual, militar, económico, etc. Beezrat Hashem que tengamos el mérito de contribuir al florecimiento de nuestra milenaria tierra, amén.

וְשַׂמְּחֵנוּ בְּבִנְיָנָהּ וְנֹאכַל מִפִּרְיָּהּ וְנִשְׂבַּע מִטּוּבָהּ