Por: Jack Goldstein
La primavera árabe se convirtió en frase de cajón. Tras frustraciones y ríos de sangre, lo único destacable es Túnez que, como genuina democracia, le ha quitado a Israel el derecho de llamarse la “única” democracia de la región. Todos los demás casos son fracasos revolucionarios. Pero como cortesía de varios factores, otras transformaciones se han dado. Bien sea como mecanismo de defensa ante una prensa hostil tras los atentados de 9-11, el surgimiento de Al Qaeda o ISIS, la amenaza de Irán o los efectos del multilateralismo, muchos países árabes sin frontera con Israel se han tornado de momentos algo amigables.
Bahrain tuvo una mujer como embajadora ante el Imperio y resultó ser judía, una entre 30 paisanos que viven en la isla del Golfo Pérsico. Además, otra más es miembro de su parlamento. Ministros de la Kneset han podido visitar la mezquita de Abu Dabi y el Hatkva se ha cantado en más de una ocasión en los Emiratos, en honor a par medallistas israelíes. Dubai cuenta ya con una sinagoga que funciona legalmente así sea casi que a escondidas. Para el próximo año, se realizará allá la Feria Mundial y para la ocasión, pasaportes israelíes serán bienvenidos (cosa que aún Qatar no ha definido para su controvertido mundial). Mucho se habla de la cercanía entre la casa real saudita y el Tzahal, los servicios de inteligencia y empresas de alta tecnología israelíes. El emir de Oman recibió la visita de Netanyahu. Omar al Bashir coqueteó en Sudán con la idea de abrir relaciones diplomáticas con Israel justo antes de ser depuesto, y Chad sí lo logró. Incluso en Somalia hay parlamentarios que abogan por establecer esas relaciones. Qatar y los Emiratos Árabes Unidos organizan frecuentemente eventos para fomentar la tolerancia interreligiosa y mostrarse como sociedades de avanzada. Difícilmente algo más emocionante que ver las multitudes de kurdos celebrar su fallida independencia enarbolando banderas de Israel.
Pero con los vecinos los temas son mucho más complicados. En Egipto son felices atendiendo al pírrico turismo judío que llega a visitar lo que alguna vez fue su hogar, pero sin vacilar dicen con orgullo que en la tierra de los faraones todos aman a los judíos, pero odian a Israel. Jordania, la intrascendente y muy artificial Jordania, es hoy un hueso duro de roer. Sus congresistas respiran profundo odio por Israel y se pelean el honor de ser quien logre romper las relaciones diplomáticas. Para los 25 años de la firma de la paz, no solo no hubo ninguna ceremonia, sino además optaron por suspender el arriendo de unas fincas que Israel pudo usufructuar desde entonces a cambio de un alquiler comercial. El nacionalismo árabe llevó las de ganar en un país que sabe a ciencia cierta que la real garantía que tiene contra ISIS y los radicales musulmanes es el mismo ejército de Israel. Y los palestinos, siguen con su triste guion de nunca perder la oportunidad de perder una oportunidad.
El nuevo gobierno en Túnez es de tono islamista y bastante pragmático. Fue elegido por lo que puede ser la sociedad mas culta y progresista del mundo árabe. No obstante, en la víspera de la ronda final de elecciones, el gran debate se dio sobre si era o no traición establecer relaciones con Israel.
Hace par semanas tuve la oportunidad de visitar Bahrain. Pequeña y fascinante isla, con marcado buen gusto y gente de mente amplia. Gozamos de los servicios de un guía muy amable quien, como suele pasarme cada vez que visito el mundo árabe, se deshizo en elogios por su cultura. Si puedo generalizar, diría que nadie como un árabe para hablar bellezas de su civilización y enfatizar lo queridos y abiertos que son con todo el mundo. Repetidamente nos dijo que él se encargaría de atender cualquier solicitud durante nuestra estadía, y así fue. Atendió todo salvo por las veces en que le solicitamos que nos llevara a conocer por fuera la pequeña sinagoga en el corazón comercial de Manama, la única sinagoga en el Golfo Pérsico. Pero para eso se negó rotundamente.
Unas de sal y otras de dulce. Ojalá (palabra derivada del árabe “Inshala”) los cambios positivos sigan fortaleciéndose y pocos sean los tropiezos en el camino. Ojalá que ese sentir también invada las sociedades vecinas y que pronto ese ancho mundo musulmán le pierda la vergüenza a reconocer al Estado de Israel.