Por: Rabino Eliahu Birnbaum
Audio a cargo de Vilma Chaskel
¿Debe un rabino oficiar toda jupá que se le solicite? Dirigirse a un rabino determinado para que lleve a cabo la ceremonia nupcial es una costumbre que, en Israel, y aún más en la diáspora, está relacionada a un sinnúmero de motivos como lo pueden ser el vínculo personal y de amistad existente o si la pareja ya vio una ceremonia por él dirigida y decidió que ese es el rabino que desean para su enlace. A veces, esta preferencia se basa en lo agradable de la voz del rabino o en el hecho que habla el idioma más usado por los novios y sus respectivas familias. A veces, se trata de una amistad que data de largos años entre la familia de algunos de los novios y el rabino. Sin embargo, ¿debe un rabino asentir siempre a un pedido de oficiar una jupá?
En más de una oportunidad se dirigieron a mí parejas para pedirme que celebre su matrimonio, o como se suele decir más comúnmente que "los case", pero yo sentí que no podía hacerlo pues intuía que la pareja no duraría junta por mucho tiempo, y entonces, ¿qué necesidad tenía yo de ser socio de la consumación de una unión que no habría de ser duradera? Como rabino, ¿estoy en el deber de celebrar un enlace del que no estoy del todo convencido?
No soy profeta ni hijo de profeta, pero al igual que cualquier persona un rabino actúa tanto en función de su experiencia, así como también en virtud de intuiciones y sentimientos. Tras largos años de tratar parejas y familias, así como de celebrar enlaces matrimoniales y arreglar divorcios, uno va adquiriendo un entendimiento determinado en estas cuestiones y al mismo tiempo los sentidos se agudizan. Por ello, de vez en cuando me surge la pregunta de qué debe hacer un rabino cuando una pareja le pide que los case si siente que se trata de dos personas que no seguirán juntas por largo tiempo. No siempre el rabino puede intervenir y expresar su opinión respecto del matrimonio en cuestión, pero ¿por qué tiene que casarlos? Así como en las leyes halájicas relativas a los jueces rabínicos existe una norma por la cual si el juez siente animadversión por uno de los litigantes no debe integrar el tribunal del caso en cuestión, ¿ podemos acaso inferir algo similar en este tema?
En la práctica, se puede decir que esta pregunta está vinculada al rol que juega el rabino bajo la jupá, ya que este no casa a la pareja, tal como se acostumbra a decir, y no genera la validez del matrimonio sino que es una suerte de facilitador u organizador de la jupá, cumpliendo así con lo dicho por nuestros sabios: "Todo aquél que no conoce el tenor de los enlaces (consagraciones) y los divorcios que no se ocupe de ello" (Kidushín 10a). Por lo tanto, ¿por qué un rabino habría de tener que casar a una pareja contra su voluntad? Por otra parte, ¿quizás corresponde ver al rabino como una suerte de médico que debe asistir a los enfermos y salvar sus vidas sin poder negarse a prestar asistencia? En Israel se trata de un dilema mucho más simple ya que hay un sinnúmero de rabinos que pueden efectuar el enlace, empero en comunidades pequeñas de la diáspora donde hay un solo rabino, se trata de una pregunta relevante.
Tal como es sabido, existen diversas opiniones respecto del origen del decreto por efecto del cual justamente un rabino es quien debe levar a cabo una ceremonia nupcial. Según el Ba´al Shhevut Ya´akov (III 121) ya desde los tiempos de la Guemará se acostumbraba a llevar a cabo el enlace con la presencia de una persona que organize o dirije la ceremonia. Maimónides considera que el decreto antes mencionado comenzó en un tiempo posterior, y escribió: "Los rabinos de Egipto instruyeron que el enlace de un hombre con una mujer sea llevado a cabo únicamente por un rabino" (Respuestas Maimónides 156) (A los efectos de profundizar en esta cuestión ver el artículo de I. Ta Shema intitulado "Jupá Venisuín Bahalajá" en el Majanim 83 pág. 26; Y. Stzipanski "Los decretos en el pueblo de Israel" IV 165; Abraham Fraiman, "Seder Kidushín Venisuín" pág. 94).
En lo personal, la realización de un enlace la percibo como un privilegio y no como un deber. Para mí, un casamiento es un momento especial de alegría del novio y la novia junto a la alegría colectiva del pueblo de Israel por la incorporación de una nueva familia al seno de la nación y por la reconstrucción de una de las ruinas de Jerusalém. Por lo tanto, no creo que sea posible forzar a un rabino a celebrar un enlace en ausencia del deseo personal de hacerlo. Por supuesto que, en algunos casos, por ejemplo, si el rabino es la única autoridad local o si en virtud de su posición y de la letra de su contrato debe realizar el enlace en cuestión, deja de poseer libertad de elección.
Por otra parte, hay enlaces que el rabino celebra de buena gana y luego traen "sorpresas" e imprevistos. Recuerdo una jupá que comenzó con toda normalidad hasta que en un determinado momento el fotógrafo se acercó con las luces y el flash más de lo necesario y el palio nupcial se encendió fuego. En un primer momento tanto yo como el público presente pensamos que el fuego que había irrumpido era una pirotecnia que los novios tenían preparada para hacer del suyo un enlace especial. Empero conforme el fuego se iba expandiendo por el palio entendí que se trataba de un siniestro. De inmediato decidí que para que el fuego sea parte integral de la jupá y tranquilizar así al público me mantuve de pie en el mismo sitio y dije por el micrófono: "Así como este fuego asciende al cielo, que el amor existente entre el novio y la novia se eleve a las alturas y mantenga el calor de su relación". Tras decir esto el público se terminó de convencer que se trataba de un truco de pirotecnia y tras extinguir el fuego la ceremonia continuó normalmente.
Otra dificultad que surge a veces en las bodas en la diáspora es la pérdida del anillo de la novia durante la ceremonia. En diferentes comunidades se arraigó la costumbre de que niños pequeños ingresan portando una almohadilla sobre la cual se encuentran los anillos de los novios. Si bien esta práctica ha ingresado también a algunas de las comunidades ortodoxas, considero que se trata de una praxis originada fuera del ámbito sinagogal ya que es muy común en las iglesias. Lo curioso del caso es que a esta práctica no se le aplicó el principio de la Torá de no conducirse según las leyes o costumbres de las naciones, transformándose en un hábito normativo en muchas comunidades diaspóricas. Sin embargo, esta costumbre tiene sus bemoles porque a veces los anillos no están correctamente amarrados a la almohadilla y se caen al suelo desapareciendo como si nunca hubiesen existido. En efecto, en más de una oportunidad en la que oficié una ceremonia de matrimonio me encontré bajo el palio nupcial con el novio y la novia mas sin el anillo de la consagración. En primer lugar, a los efectos de solucionar el problema propuse en más de una oportunidad que los anillos estén bien amarrados a la almohadilla o que los niños ingresen portando anillos de fantasía y no con la alianza verdadera. Empero, ¿cómo se puede celebrar una boda sin el anillo del novio?
La halajá nos ofrece diferentes soluciones a este problema. Una es entregar el anillo mediante apropiación simbólica del mismo sosteniendo públicamente un pañuelo u otro objeto mientras que el propio anillo permanece guardado en la casa o en otro sitio. Empero se trata de una solución halájica que el común de la gente no la puede entender por lo que se torna difícil convencer al novio, a la novia y al público presente que este proceder es correcto, puesto que entre judíos una boda sin anillos no es boda.
Otra forma más aceptada de superar el contratiempo es pedir a una mujer presente en la sala que compre o venda al novio un anillo de forma efectiva y ante testigos. Si bien el Rosh (Kidushín cap. 1:20) teme a este tipo de solución y escribió que "vi en Ashkenaz que se acostumbra casar con un anillo prestado, comencé a investigar el origen de semejante práctica pues aparentemente en un caso así la novia no es consagrada ya que recibió un anillo que no es de su propiedad, ya que debe devolverlo a sus dueños. Por ello resulta que fue consagrada mediante un objeto robado a otros y entonces la consagración no es efectiva". Sin embargo, al final de cuentas el Rosh acepta este tipo de solución y explicó cómo es que esto funciona, y también el Shulján Aruj dictamina esta solución (ídem 28:20) como halájica.
Otro tipo de sorpresas pueden surgir al momento de ingresar al palio nupcial. La costumbre extendida es que los novios no caminan solos a la jupá sino que lo hacen con acompañantes, quienes por lo general son los padres y a veces otras personas. Esta costumbre se origina en el hecho de que en el día del enlace los novios se asemejan a reyes y por lo tanto no corresponde que caminen sin séquito. Asimismo, es sumamente significativo que ingresen acompañados de sus respectivos padres ya que al hacerlo se despiden simbólicamente de estos, quienes los entregan a sus respectivas parejas y de esa forma expresan la continuidad de las generaciones. Además, hay quienes explican que el hecho que los padres marchen a la jupá junto a sus hijos expresa su consentimiento y bendición al matrimonio que se celebra.
La costumbre de que los novios ingresen acompañados es mencionada por nuestros sabios de bendita memoria. En Bereshit Rabá (8): "Dijo Rabí Itzjak hijo de Rabí Simón, Mijael y Gabriel fueron los acompañantes de Adám en su matrimonio". En la Guemará de Berajot (61a): "esto nos enseña que Dios fue el acompañante de Adám en su boda, de aquí aprende la Torá que es correcto que el grande acompaña al menor y entonces no sufrirá percance".
Sin embargo, existen excepciones. En algunos enlaces que oficié las relaciones entre la novia y sus padres o entre el novio y los suyos no eran buenas y se negaron a ser acompañados por estos por lo que pidieron ingresar solos. En mi opinión, que ingresen los novios a la jupá solos estando presentes sus padres es muy vergonzante para estos últimos, pero no siempre los más jóvenes están dispuestos a tomar esto en consideración. En casos como estos hice que ni bien la novia llega al extremo de la alfombra que conduce al palio el novio descienda, se dirija hacia ella, la cubra con el velo y luego ambos ingresen juntos a la jupá. En un caso así se evita la vergüenza de los padres de la novia al no ingresar sola.
Otra forma de ingreso a la jupá de uso extendido en la diáspora y en los últimos años también en Israel se aplica cuando la novia es hija de una madre judía y un padre gentil o cuando ambos padres no son judíos según la halajá y la novia es conversa. En un caso así es común que ella pida ingresar junto a sus padres a pesar de que son gentiles ya que son sus progenitores y su familia. Hay comunidades en las cuales la costumbre era que los padres no judíos del novio o novia no ingresan a la jupá para que el público no vea como legítima la exogamia. Empero, en la mayoría de las comunidades de la diáspora se acostumbra que los padres no judíos acompañen a su hijo o hija a la jupá lo cual se permite por lo que mencioné anteriormente en cuanto a que el acto del acompañamiento a los novios no es una halajá, norma obligatoria o etapa necesaria del enlace, sino una práctica o costumbre que se mantuvo por generaciones. Por otra parte, los novios están preceptuados de respetar a sus padres aunque estos no sean judíos según la halajá y este deber se sobrepone a una costumbre que carece de antecedentes en nuestros antepasados remotos.
El Rabino Mordejai Yaakov Breiss autor de la responsa "Jelkat Yaakov", a propósito de una cuestión similar escribió que "se acostumbra a no designar como acompañante a una persona que se casó en segundas nupcias, o a una pareja carente de hijos, y todas estas cuestiones son prácticas cuyo origen no logré encontrar en libro alguno y parece que se derivan de las palabras de señoras mayores y quien quiera seguir esta usanza que lo haga…" En efecto, hace cuestión de unos años estuvo en lo de uno de los eruditos halájicos más importantes y le consulté si una conversa puede ingresar a la jupá acompañada de sus padres gentiles. El notorio erudito, que además de ser una eminencia en la sentencia halájica es una persona muy agradable y luminosa me respondió gritando: ¿Qué pregunta es esa? ¡Por supuesto que se puede!