Imprímeme

Shikse, Goy, Convertido…

Por: Roberto Gerstenbluth

Audio a cargo de Jacobo Celnik.

Algunas palabras, originalmente inocentes, han hecho carrera dentro de nuestro folklore para mutar su significado y tornarse ofensivas.

Por ejemplo: “Shikse” (שיקסע). Término Yidish para denominar a una mujer gentil. Utilizado en américa latina para referirse a las personas que contratamos para que nos colaboren en las labores de orden, aseo y cocina en nuestros hogares.  Pero es una palabra que emparejada con un falso y arrogante complejo de superioridad se ha convertido en un término peyorativo para otros momentos. “Mi hijo, recién entrado a la universidad y ya está saliendo con una shikse”. “¿en serio te vas a comprar ese vestido?, es como shiksudo. ¿No?”.

Otro ejemplo: “Goy” (גוי) en plural “goyim” (גוים). En hebreo bíblico se utiliza para llamar a aquellas naciones que no eran “el pueblo de Israel” (עם ישראל). Básicamente si un individuo no hacía parte del pueblo de Israel y por el contrario era un Moabita o un Edomita, este fulano sería un goy.

Sin embargo, no hay que olvidar que en Bereshit cuando Dios promete a Abraham que su descendencia se transformará en una “gran nación” se utiliza el término “Goy Gadol” y más adelante a Moisés se le indica que su pueblo será un “Goy Kadosh” una nación santa. Es decir que en la Torah, el pueblo Judío también es una nación, un “goy”. 

Una vez más, el término sumado a un delirio de grandeza, pierde sentido y se transforma en una palabra grosera, peyorativa, xenófoba y racista. “¡¿Usted no ayuna en Yom Kipur?, es mucho goy!”.  “Necesitamos alguien que prenda y apague la luz en la sinagoga, hay que contratar a un shabes goy”. “Mi hija, recién entro a la universidad y ya está saliendo con un goy”. “Oiga! Póngase la kipá, no sea goy”. “en las fiestas de los goyim hay mucho trago”. 

La lista, corta pero notable, podría seguir con “Barrani”, “Schmuck”, o incluso “Kosher”; “ese negocio no parece muy kosher”. Salvo que uno se vaya, literalmente, a comer el negocio, ¿Qué podría tener de taref un negocio?

Afortunadamente, hoy por hoy, estos términos están entrando lentamente en desuso.

Lo dicho, el folklore judío puede ser delicioso, pero hay un término no yidish que ha hecho carrera en nuestra modernidad y que es molesto a otro nivel: “Converso, convertido” y su proceso concomitante: “clases de conversión”.

Pensé hacer la pregunta a los rabinos, utilizando el espacio existente para ello: “¿Cuál es el término correcto para referirse a una persona que por su propia voluntad y respondiendo a sus íntimas necesidades espirituales ha decidido incorporarse al pueblo judío?”  Pero la posible respuesta me pareció obvia: “Judío”. Fin de la historia, siguiente pregunta. 

Así que me pareció más interesante explorar un poco.

Si quisiéramos ser absolutamente estrictos y utilizar un español de alto nivel, la palabra indicada sería “Prosélito”. Que en el diccionario se define como: “Persona incorporada a una religión.” O “Persona que se ha adherido recientemente a una causa, una ideología, una colectividad, un partido político, etc.”.

Es interesante, en la definición se pone un límite temporal, dice “recientemente”. Es decir que pasado un tiempo, acá no especificado, la persona deja de ser un neófito y se lo considera miembro activo de este grupo, ideología o religión a la cual se ha incorporado. ¿Quién o cómo se podría establecer este tiempo de transición? Desconozco, pero sin duda no puede durar indefinidamente. 

¿Qué pasa, entonces, con el tradicional “Convertido” o “Converso” y sus derivadas?

Además de ser un apelativo que es recibido con resentimiento por nuestros nuevos miembros comunitarios, son términos que no se acogen a la realidad.

Vamos de nuevo al diccionario, que define el verbo convertir así: “Hacer que alguien o algo se transforme en algo distinto a lo que era”.

“Ese nuevo trabajo te ha convertido en una persona más amable”, cambia la actitud de la persona frente a la vida pero seguramente su escala de valores y su íntimo ser se mantiene inmutable.

“El agua se convierte en vapor”, sin embargo tanto el agua como el vapor siguen siendo dos átomos de hidrógeno pegados a un átomo de oxígeno. Cambia el estado de las cosas, pero no necesariamente cambia su esencia.

Igual sucede con las personas que se incorporan al pueblo de Israel. 

Un proceso que generalmente comienza en la adultez, cuando la persona seguramente ha terminado toda su formación académica, cuando goza de una escala de valores y principios bien definidos, cuando sabe perfectamente quien es y que busca en este mundo, difícilmente va a cambiar su visión sobre la vida y el mundo simplemente por someterse a un ritual de iniciación. 

La persona seguirá siendo quien era, aún después de salir de la mikve o después de haberse sometido a una pequeña cirugía.

Además cabría preguntar si el objetivo de un proceso de incorporación al judaísmo busca realmente estos cambios trascendentales. 

A este proceso se lo denomina giyur (גיור) y se deriva de la palabra guer (גר), que en el contexto bíblico traduce extranjero.

La condición de extranjero, en nuestro siglo XXI, tiene, como la condición de prosélito, un límite temporal. No se es extranjero “por siempre”.

En el derecho internacional, una persona originalmente colombiana puede asumir la nacionalidad de otro país. En este contexto ¿Cómo se denomina a un colombiano que adopta la nacionalidad francesa? 

Francés, nada más ni nada menos. 

El colombiano, en Francia será colombiano mientras así lo diga su cédula y su pasaporte, pero una vez surta los procedimientos establecidos y el estado francés le emita su nuevo pasaporte y su nueva tarjeta de identidad personal nacional, dejará de ser colombiano y se hará legalmente francés. ¿Cambió su visión sobre la vida solamente por cambiar su pasaporte? ¿Si era una persona de bien, ahora que es francés se convierte en un delincuente? ¿Si era una persona carnívora, ahora que es francés será vegana? ¿Si era una persona trabajadora y dedicada a su familia, ahora que es francés será menos? ¿Abandonara el refajo y lo reemplazara solo por champaña?

Denominar a este colombiano como “sudaca”, es peyorativo, xenófobo y racista. 

No menos peyorativo, xenófobo y racista es continuar llamando “converso” a una persona que ha surtido el proceso de giyur conforme a la norma establecida. Quién por él transite, al final será judío, nada más ni nada menos.

De tal forma que, así como “Shikse” o “Goy” son adjetivos en vía de extinción,  la palabra “converso” debería ser desterrada de nuestro vocabulario, por grosera, ofensiva, peyorativa, xenófoba y racista. 

Durante un tiempo limitado, muy limitado, debe ser más correcto hablar de “guer”.

Agotado este tiempo, “¿Cuál es el término correcto para referirse a una persona que por su propia voluntad y respondiendo a sus íntimas necesidades espirituales ha decidido incorporarse al pueblo judío?” repitan después de mí: judío. J U D I O.