Por: Marcos Peckel
Con el primer ministro de Israel a su lado, el presidente Donald Trump presentó en sociedad su plan de Gaza busca liberar a los secuestrados israelíes y poner fin a la guerra que comenzó el 7 de octubre de 2023 con la masacre de Hamás en Israel. El plan, sumamente pretencioso, que ya cuenta con el apoyo del gobierno de Israel, los países de la región, la Autoridad palestina y la comunidad internacional, articula diversas propuestas que han gravitado por meses buscando la cuadratura del círculo de esta lamentable tragedia que ya completa dos años.
El plan consta de dos partes: en una primera, la liberación inmediata de los 48 rehenes, seguido de un cese al fuego y liberación de prisioneros palestinos en poder de Israel. De concluir con éxito esta primera fase, se habrá dado un paso gigante hacia hacía el fin de la guerra y la entrada masiva de ayuda humanitaria. Posteriormente se comenzaría a implementar el resto del plan con muchos diablos en los detalles y cuyo fin sería “convertir a Gaza en un Dubái”.
Además de la liberación de los rehenes, la desmilitarización de Gaza, la entrega de armas por parte de Hamás, un gobierno en la franja en el que Hamas no tenga participación alguna y controlar la seguridad, han sido las exigencias de Israel desde el día uno y hacen parte del plan de Trump, cuya esencia es que Israel y la población palestina ganen a la vez que a Hamás se le niegue todo vestigio de victoria tras los hechos de octubre 7. El plan rechaza además las pretensiones de la extrema derecha de Israel que quedarse con Gaza. Por su lado la Autoridad palestina tendría más adelante una responsabilidad compartida sobre la gobernabilidad de la franja en la medida que lleve a cabo las reformas exigidas.
En el aspecto regional el plan involucra a los principales actores quienes han manifestado su beneplácito. Extender los acuerdos de Abraham primero al premio mayor, Arabia Saudita y posteriormente a otros países árabes como Siria, Líbano, y musulmanes como Indonesia y Pakistán, sería un futuro objetivo del plan. Muchos obstáculos yacen en el camino hacia ese nuevo Medio Oriente, pero el plan de Trump constituye una ambiciosa apuesta y hoja de ruta para transformar la región arropándola de esperanza de un futuro diferente y mejor para todos.
El mismo Trump en un gesto inédito se postuló para dirigir en persona la “junta de paz” que se crearía como cuasi gobierno de Gaza en una primera etapa y que tendría una participación aún no determinada de países árabes.
Ensombrecen estas críticas horas la duda de que incentivos tiene Hamás para aceptar el acuerdo y quien tiene la capacidad de presionarlos a hacerlo. Una organización dedicada desde su fundación a la destrucción de Israel y que ha sido insensible al sufrimiento palestino no cambiaría su chip a cambio de nada, a menos que consideren que más adelante, dado lo intrincado del plan podrían sabotearlo tal como hicieron con los acuerdos de Oslo. Si Hamás rechaza de plano el acuerdo o exige “aclaraciones” o “ajustes” la suerte queda echada a más guerra.
El plan se beneficia de las derrotas militares que Israel le infliió a Irán y Hezbollah y la caída de Assad en Siria resultado de las anteriores. Para Israel se presenta la gran oportunidad de convertir en victoria estratégica las victorias militares. Para el pueblo palestino la posibilidad de finalmente doblar la página, entrar en una dinámica de paz con Israel y quizás algún día realizar su aspiración, mencionada al final del plan, de un Estado propio al lado de Israel .