“El Estado de Israel está haciendo el <trabajo sucio> por todos nosotros”. Friedrich Merz (Canciller de Alemania).
Después del tremendo esfuerzo de guerra del Primer Ministro de Israel Benjamin Netanyahu y su Gabinete de Guerra, del triunfo de los jóvenes soldados del Ejército de Israel (FDI), de los excelentes aviadores de la Aviación israelí y las inimaginables acciones del Mosad (Servicio de Inteligencia) cabe la incertidumbre de cómo habrá de continuar las buenas relaciones con Donald Trump, Presidente de los Estados Unidos.
Todo indica que los intereses de Trump no son exactamente los mismos que las necesidades de Netanyahu en su afán de fortalecer y mejorar la recuperada posición disuasoria de Israel en el Medio Oriente (MO). La costosa inversión realizada por Israel, abonada con muertos civiles, centenares de soldados fallecidos en acción y rehenes todavía en las garras de las bestias es inconmensurable: Hamas convertida en una minúscula fuerza guerrillera terrorista; Hezbollah disminuida y acorralada y la Teocrática República de Irán destruida en sus capacidades nucleares, militares y defensivas.
Los aportes de Trump han sido valiosos e importantes: el aprovisionamiento continuo de armamento, misiles y municiones para que Israel no decaiga en los variados frentes de guerra que ha debido soportar y enfrentar. Asimismo, en la “Guerra de los 12 días” la utilización de los aviones B2 y las bombas de profundidad fueron trascendentales para destruir las centrales nucleares de Natanz, Isfahan y, fundamentalmente, la de Fordow en las profundidades de la montaña del mismo nombre.
Justo en ese momento, con una Irán debilitada y vulnerable en todos sus frentes, Trump exige a Netanyahu el regreso inmediato de los aviones, el resguardo de la dirigencia iraní y el término de la guerra, negándole a Israel la posibilidad de eliminar a la cúpula religiosa chiita y al Gobierno obsecuente de la figura dictatorial del Ayatola Jamenei. Ya el Mosad se había encargado de suprimir a decenas de militares de la espantosa Guardia Revolucionaria y de los peligrosos científicos nucleares. Un cambio de régimen y/o un levantamiento popular de la diversa oposición existente podría haber servido, no solo a los pacíficos intereses de Israel sino también a todo el Medio Oriente y al mundo en general.
¿Por qué entonces Trump se ha opuesto a que Netanyahu prosiga con el manifiesto objetivo de lograr la paz regional y la tranquilidad definitiva de los agobiados, cansados y fatigados ciudadanos israelíes que hace más de 600 días están batallando contra el eje del mal encabezado por Irán?
Está claro que Netanyahu, con su reconocida muñeca política demostrada a lo largo de toda su larga gestión, comprendió que no puede desobedecer al dueño actual de la República Imperial y debe adaptarse a los intereses de Trump a la espera de no perjudicar el destino de la única Democracia del Medio Oriente y lograr con ello la ampliación de los “Acuerdos de Abraham” que el Presidente de Estados Unidos está gestionando.