"Especial para la Revista Hashavúa de Bogotá, Colombia"
Este tema, lejos de ser abstracto, atraviesa la vida de millones de personas y comunidades en el mundo. La identidad judía, hoy, enfrenta un panorama marcado por tensiones profundas en el Estado de Israel y por un rebrote del antisemitismo a nivel internacional.
Abordaremos el tema en el siguiente orden:
Qué entendemos por identidad judía hoy.
Cómo inciden el conflicto en Israel y los acontecimientos recientes.
El rebrote del antisemitismo global.
Los desafíos y oportunidades que se presentan para el futuro.
1. ¿Qué es hoy la identidad judía?
La identidad judía nunca ha sido un bloque homogéneo. Es plural, histórica, en debate permanente. Pero en el siglo XXI, y especialmente concluyendo 2025, esa identidad se sostiene sobre cuatro grandes ejes:
a) La pertenencia histórica y cultural. Ser judío implica una continuidad milenaria. Esa historia es narrativa, memoria, celebraciones, textos, lenguajes, y también heridas compartidas. Es un sentido de pertenencia que se transmite incluso sin práctica religiosa cotidiana.
b) La experiencia religiosa. Para algunos, la identidad judía se vive de manera religiosa; para otros, de forma laica, cultural o filosófica. Lo relevante es que la religión no agota la identidad, pero sigue siendo su fuente simbólica y estructurante.
c) El vínculo con Israel. Israel no es sólo un Estado: es un símbolo, un lugar de referencia, un punto de gravedad identitaria. Aun quienes critican las políticas de sus gobiernos suelen sentir que su destino está de algún modo ligado al del pueblo judío en general.
d) Comunidad y responsabilidad mutua. Existe un rasgo característico de la identidad judía moderna: la idea de que lo que ocurre a un judío impacta a todos. Esa solidaridad, muchas veces implícita, se reactiva en momentos de crisis.
En suma, la identidad judía hoy es múltiple, pero está unificada por una combinación de memoria, pertenencia, ética y un sentido común de destino.
2. La identidad judía en el contexto del conflicto actual en Israel
El presente nos deparó un escenario particularmente doloroso:
- Israel en estado de tensión militar sostenida
- Profundos debates internos sobre seguridad, convivencia y democracia
- Y una dinámica regional volátil.
Esto tiene tres efectos claros sobre la identidad judía global:
a) Reafirmación de vínculo. Para muchos judíos, aun aquellos poco involucrados, los acontecimientos recientes han reforzado la conexión emocional con Israel. La sensación de vulnerabilidad y de amenaza externa hace que esa conexión sea más intensa.
b) Polarización interna. La crisis israelí ha polarizado conversaciones dentro de las propias comunidades:
- apoyos incondicionales versus miradas críticas;
- tensiones entre identidades religiosas, seculares, progresistas o conservadoras;
- y debates sobre si la identidad judía debe definirse por la defensa del Estado, por los valores éticos del judaísmo, o por ambas cosas.
c) Cuestionamientos y redefiniciones. Muchos judíos jóvenes se preguntan:
¿Qué significa para mí ser judío? ¿Qué responsabilidad tengo con Israel? ¿Es posible ser crítico y sentir pertenencia al mismo tiempo? Estas preguntas no debilitan la identidad; la vuelven más reflexiva.
3. El rebrote del antisemitismo a nivel internacional
El aumento del antisemitismo es un fenómeno global, medible y transversal. No responde a una sola causa ni a un único espacio político. Aparece:
- en sectores radicalizados de izquierda y de derecha;
-en movimientos nacionalistas, islamistas, identitarios o conspirativos;
-en redes sociales, universidades, instituciones culturales;
-y también en expresiones cotidianas, agresiones físicas y discursos públicos.
En 2025 se observan tres tendencias preocupantes:
a) Antisemitismo disfrazado de discurso político. Se confunde la crítica legítima a políticas del gobierno israelí con la deslegitimación absoluta de Israel, o con la estigmatización de los judíos como colectivo. Esa frontera se traspasa con enorme facilidad.
b) Antisemitismo digital. Las redes amplifican mensajes de odio más rápido que la capacidad de respuesta. Teorías conspirativas, negacionismos y reinterpretaciones maliciosas de la historia circulan con agresividad.
c) Normalización social del prejuicio. Frases, chistes, consignas, u "opiniones" que décadas atrás eran inadmisibles, hoy se expresan sin pudor. El odio se volvió banal.
Esto impacta directamente en la identidad judía: genera miedo, incertidumbre y, paradójicamente, un mayor sentido de cohesión y pertenencia.
4. Desafíos y oportunidades para el futuro
Frente a este panorama, la cuestión central es: ¿cómo sostener y renovar la identidad judía para las próximas generaciones?
Propongo cinco desafíos —que también son oportunidades— de cara al futuro inmediato:
1) Reafirmar una identidad judía plural. Asumir que existen múltiples formas de ser judío: religiosa, laica, cultural, espiritual, política, intelectual. Evitar la tentación de imponer definiciones únicas.
2) Reconectar educación y experiencia. La transmisión identitaria no puede basarse sólo en información o historia. Necesita experiencias significativas: celebraciones, viajes, estudio, vínculos generacionales.
3) Pensar la relación con Israel desde la complejidad. No es viable una visión simplista: ni idealización acrítica ni rechazo absoluto. El desafío es cultivar una relación madura, informada y afectiva.
4) Fortalecer el pensamiento crítico sin miedo. Las identidades sólidas toleran el debate. Se debe promover un espacio donde las nuevas generaciones puedan preguntar, disentir y explorar sin sentir que ponen en riesgo su pertenencia.
5) Enfrentar el antisemitismo de manera proactiva. Esto implica educación pública, alianzas intercomunitarias, presencia en el debate social, y estrategias para desactivar discursos de odio. No basta con denunciar: hay que comprender, explicar y actuar.
Conclusión
La identidad judía está lejos de extinguirse; por el contrario, está en un proceso de renovación forzada por la realidad. Crisis como la que vive Israel, y el rebrote del antisemitismo global, no sólo plantean amenazas: también obligan a pensar quiénes somos, qué valores sostenemos, y qué legado queremos transmitir.
La identidad judía se sostiene cuando combina memoria e innovación, tradición y debate, pertenencia y apertura. Hoy más que nunca, el desafío es doble: proteger lo que nos constituye y, al mismo tiempo, admitir que la identidad debe evolucionar para seguir viva.




