2024-11-24 [Num. 1010]


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Artículos  - Israel y Sionismo

Marcos Peckel

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Por Marcos Peckel
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Profesor de la Facultad de Relaciones Internacionales de las universidades Externado de Colombia y Rosario, catedrático de la academia diplomática de la Cancillería, columnista de asuntos internacionales de El Espectador y El País.

30 años de la oportunidad perdida

2023-09-20

Oslo accords

Inolvidable el momento aquel en que el primer ministro de Israel Yitzhak Rabin y el líder palestino Yasser Arafat, empujados sutilmente por Bill Clinton, se estrecharon la mano en el jardín de la Casa Blanca rubricando los acuerdos de paz de Oslo. Se abría, o eso se pensaba, la puerta para darle fin al conflicto palestino-israelí, con base en la solución de dos Estados para dos pueblos.

30 años después,  paz no hay y el conflicto sigue gravitando en la región. Fueron acuerdos problemáticos, basados en una implementación gradual que aplazaba cinco años la solución a los asuntos más álgidos entre las partes, tiempo que usaron los enemigos de los acuerdos, de lado y lado, para intentar descarrilarlos.

La causa raíz del fracaso de Oslo y los posteriores intentos de paz es la negativa palestina para reconocer a Israel cono el Estado Nación del pueblo judío. De ahí deviene lo demás. Esa causa raíz fue la que impidió que Arafat aceptara la paz definitiva en Camp David 2000 cuando Clinton puso sobre la mesa una osada propuesta de paz, aceptada en su totalidad por Israel, para finiquitar el conflicto. Arafat quien gozaba del capital político para hacer la paz con Israel, no quiso ser el líder que reconociera parte del territorio a los judíos, por lo que, rechazando la propuesta de Clinton, prefirió continuar el conflicto hasta logar su objetivo sumo: “La liberación total de Palestina”. Con el fracaso de Camp David vino la segunda Intifada una arremetida de terrorismo suicida, adolescentes y jóvenes adoctrinados en el odio y la muerte por Hamás y otras organizaciones terroristas palestinas, quienes, inmolándose en lugares públicos en Israel, asesinaron a un millar de ciudadanos israelíes.

Esta segunda intifada, cuatro calamitosos años para Israel, despojó del oxígeno político a la dinámica de paz que traía Oslo, especialmente en la opinión pública en Israel que mayoritariamente apoyaba los compromisos requeridos para la paz de dos Estados.  Buscando reavivar el proceso político, Israel se retiró unilateralmente de Gaza en 2005 entregándosela a la Autoridad Palestina, creada en los acuerdos de Oslo, la que dos años después fue expulsada por el movimiento islamista Hamas que convirtió Gaza en trampolín para atacar a Israel.  La perenne división palestina que hoy tiene a Hamás gobernando Gaza y a la Autoridad Palestina, Cisjordania, hace imposible acometer cualquier negociación viable.

La negativa palestina de reconocer a Israel, los continuos fracasos en la búsqueda de la paz y el terrorismo han prolongado la ocupación de Cisjordania y constituyen el caldo de cultivo para el crecimiento de sectores políticos radicales de Israel, actualmente en la coalición de gobierno y la expansión de los asentamientos judíos.

Tras los estragos que dejó la primavera árabe en algunos Estados de la región, Israel logra sendos acuerdos de reconocimiento y cooperación con países árabes. Los acuerdos de Abraham entre el Estado Judío y los Emiratos Árabes, Bahréin, Sudán y Marruecos, que se suman a los que tenía Israel con Egipto y Jordania y a los que podrían agregarse Arabia Saudita y otros, constituyen un cambio cualitativo en la geopolítica regional, dejan a los palestinos rezagados, víctimas de su retórica negacionista, divididos y a merced del pernicioso apoyo de Irán, país que busca a toda costa mantener vivo el conflicto. La reciente diatriba de Mahmud Abbas justificando el Holocausto porque “los judíos eran prestamistas” es una muestra más de una postura fracasada y fallida, que, de no cambiar, poco servirá a los palestinos y su causa.

En las circunstancias actuales a 30 años de Oslo no hay un horizonte político para un proceso de paz. Para mantener la esperanza hay que   evitar el deslizamiento hacia la realidad de un Estado entre el rio y el mar que no le sirve a nadie, manteniendo el imaginario y la posibilidad de la solución de dos Estados, la única viable para que futuras generaciones  logren lo que  a las anteriores les fue elusivo.

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*Publicado en El Espectador, septiembre 13 de 2023 y Reenviado a Hashavúa



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