Hace más de un mes se publicó en esta misma revista un artículo en el cual se relataba el establecimiento de una nueva y abrupta tradición judía donde es prohibido para todo judío comer espárragos, brócoli, coliflor y fresa. De entrada, es necesario subrayar que esto es absolutamente falso y que todos esos productos de la tierra son absolutamente Kasher y se pueden consumir tanto en restaurantes Kasher como en los hogares judíos. Aquí no hay ninguna nueva tradición judía sino un capricho rabínico que cae en la categoría del sin sentido autoritario de un rabino que ejemplifica su total desconexión con la realidad de su comunidad y del judaísmo per sé.
La historia es la siguiente, un rabino de cierta comunidad decidió emitir recientemente una nueva tradición para ser seguida, al parecer, esta supuesta nueva tradición exige que todos los judíos del mundo a partir de ahora y repentinamente no comamos los productos antes mencionados como si perteneciesen a la repudiada categoría Treif (no apta) del Jazyr (cerdo) dentro de nuestra Kashrut (leyes dietéticas). Ahora bien, ¿qué llevó a ese rabino a emitir semejante aserción? Es más, ¿acaso nuestra sagrada Halajá le da autoridad infinita a un rabino para contradecir a la Torá Shebijtav? Y más allá de ello, ¿permite la Halajá que las tradiciones y costumbres de nuestro pueblo sean determinadas por el capricho de un rabino?
Pues bien, los motivos de ese rabino en particular son desconocidos para mí y sólo se pueden hacer asunciones al respecto; las cuales, serán presentadas más adelante. Por otro lado, ¡no! Ni un solo rabino, ni mil millones de rabinos pueden contradecir la Torá Shebijtav. La hermenéutica de nuestra sagrada Halajá tampoco permite que un rabino arbitrariamente prohiba lo que nunca estuvo prohibido en la Torá Shebealpe, mucho menos en casos donde la Halajá misma tiene procedimientos establecidos para el devenir de tal situación. En relación con la tercera pregunta, Halájicamente un solo rabino tampoco establece la tradición o costumbre de una comunidad y mucho menos la de Klal Israel.
Frente a este último punto, es importante dejar claro que no es el rabino quien determina la tradición o costumbre, por más radical o insensata que sea. Un rabino no puede determinar la tradición o costumbre de una congregación ni la del mundo judío. De acuerdo a los estándares Halájicos que nos rigen a todos, es la congregación, la comunidad, el pueblo, quien determina unánimemente la nueva tradición a seguir. Sí, es factible que un rabino haga un Posek o una legislación que “pueda” ser aceptada por el pueblo judío y como consecuencia sea asumida eventualmente como tradición o costumbre; empero, ella no puede ir en contra de la Torá Shebijtav ni de la Torá Shebealpe, especialmente en casos donde la Halajá misma ya ha establecido parámetros a seguir.
De esto hay varios ejemplos, uno de ellos es la secta Jasídica Lev Tahor. Antiguamente, las mujeres de esta secta vestían faldas largas, camisas largas y aquellas casadas, usaban peluca. En un momento de “iluminación” todas la mujeres de la secta en unísono pidieron al Rebbe que, por compasión y respeto a su Tzniut (recato), ellas deseaban ahora vestir túnicas negras que cubrieran por completo su cuerpo y conos invertidos que cubrieran su cabeza completamente con tan sólo una apertura en los ojos. El Rebbe, en nombre de la suprema observancia, por encima del requerimiento mínimo Halájico, aceptó este pedido que iba apoyado por parte de todos los hombres de la secta. Esto se convirtió en su costumbre, su tradición. Actualmente esa es la manera como las mujeres Lev Tahor se visten. Como se puede observar, no fue el rabino quien arbitraria y caprichosamente decidió esto, fue la comunidad entera quien solicitó esta nueva tradición. Esa tradición, por más extrema y radical que sea criticada, no va en contra de la Torá Shebijtav o Shebealpe, además es la unanimidad del pueblo la que la exige la instauración de la misma. Así es como funcionan las tradiciones Halájicas dentro del judaísmo, por más que las consideremos extremas.
En el caso de los productos Pri Adamá mencionados anteriormente y condenados por este rabino, no hay ningúna solicitud por parte de ninguna comunidad, mucho menos de Klal Israel, de quitar del menú de los restaurantes Kasher y de los hogares tales productos. Un rabino no puede caprichosamente quitar del listado Kasher los productos que le parecen para que esa sea la nueva costumbre judía, no existe una aserción más falsa que esa. Desde ninguna perspectiva se puede considerar esto como tradición o costumbre.
Ahora bien, cualquier rabino puede legislar lo que quiera; sin embargo, eso no convierte dicha legislación en tradición o costumbre, a menos que haya una congregación que esté unánimemente de acuerdo con él e instauren dicha legislación en conjunto como tradición; empero, si es una legislación impuesta sin ton ni son bajo, el falso velo de una nueva tradición, frente a lo que nos encontramos es a un culto y no a una religión y eso, señoras y señores, de acuerdo al Rambam, es Avodá Zará.
Lo siento por el afamado rabino pero su proceder está más bajo esas líneas de culto que por las de la hermenéutica Halájica. En lugar de preocuparse por absurdos y sin sentidos, este personaje debería preocuparse por perseguir fines más importantes para su comunidad sin crear la falsa narrativa que ahora hay una nueva tradición que todos los judíos llevamos a cabo. Seguramente, eso es lo que él quiere para su comunidad pero así no es como funcionan las cosas dentro del judaísmo ortodoxo ni como la esencia de nuestra sagrada Halajá lo establece; es más, como lo asegura el autor del artículo: hay otras manera de lograr conectar su gente entre sí.
Ahora bien, otro es el caso cuando se está hablando del problema recurrente que yace en la inspección de dichos productos para su consumo donde los restaurantes y los hogares judíos no están llevando a cabo apropiadamente la limpieza e inspección de estos productos. Esa, esa es otra historia. Empero, la solución rabínica no es vetar estos productos y hacer de esa decisión una nueva tradición. No solo porque así no funciona el concepto de tradición en nuestro pueblo sino porque va en contra de la responsabilidad ética educativa que todo rabino tiene para con su comunidad y para consigo mismo.
La verdad es que estos productos requieren de una inspección y limpieza profunda antes de ser consumidos. Los productos como tal son Kasher, lo que no es Kasher son los insectos que se encuentran en ellos; por lo general, estos productos cargan consigo insectos conocidos como “thrips” (trepa) y “aphids” (pulgón). En el caso de los espárragos, estos se encuentran en la punta de la cabeza y debajo de los triángulos que están a lo largo del espárrago. La manera de limpiarlos es cortando la punta de la cabeza y removiendo los triángulos de tal forma que el espárrago quede liso para entonces lavarlo bajo un chorro fuerte de agua fría.
El caso del brócoli y coliflor es mucho más complejo por cuanto requiere un proceso de limpieza muy exhaustivo. Primero se debe sumergir el vegetal en agua fría y sacudir dentro de ella, enseguida se lo saca y se debe lavar con agua fría corriendo con un poco de jabón vegetal Kasher o con una mezcla de agua y jabón. Es esa parte del procedimiento la más delicada, no sólo porque los “aphids” se encuentran prendados a las florecillas de los mismos sino por la medida exacta que debe usarse de jabón y agua para que este proceso logre removerlos. Después de ello, se los vuelve a lavar con agua fría para finalmente sumergirlos una vez más en agua fría sacudiéndolos. Esto lo hace un proceso largo, minucioso y dispendioso; por lo cual, la recomendación rabínica en general es comprar brócoli que ya tenga una Hashgajá. En Norteamérica, Europa e Israel hay varias compañías dedicadas exclusivamente a la limpieza y empaquetado de estos productos; sin embargo, para aquellos lugares donde no hay acceso a tal, el anterior es el procedimiento para limpiarlos correctamente.
El caso de la fresa es mucho más fácil porque los insectos se ubican bajo las semillas qué hay sobre la fresa. La limpieza es sencilla, se lavan las fresas, utilizando un cepillo de cocina suave (se puede utilizar un cepillo de dientes) se cepilla y remueve las semillas de cada fresa, para finalizar se lavan las fresas nuevamente bajo un chorro de agua fría.
Toda esta legislación detallada en nuestra Halajá implica que dichos productos no son prohibidos, sencillamente hay que limpiarlos muy bien y cualquier rabino, en cualquier lugar del mundo, le puede enseñar personalmente a cada uno de sus congregantes este procedimiento. Desde la perspectiva comercial, el rabino director del Vaad HaKashrut local es el responsable de tener un Mashguiaj competente en los restaurantes del sector, un Mashguiaj que esté capacitado o a quien se haya entrenado para llevar a cabo estos procedimientos de tal forma que estos productos puedan ser consumidos en el caso que no haya acceso a estos productos con una Hashgajá para que así formen parte del menú de cualquier restaurante Kasher o cualquier hogar judío.
La sabiduría no está en prohibir y vetar un producto bajo el falso pretexto de una nueva tradición sino en educar a nuestro pueblo para que esa educación lo una más y más a su verdadera tradición.