2024-11-23 [Num. 1010]


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Columnistas  - Rabino Eliahu Birnbaum

Rabino Eliahu Birnbaum

Otsdinner2016 181
Por Rabino Eliahu Birnbaum
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El Rabino Birenbaum es el fundador y director del Instituto de AMIEL –preparación para rabinos y líderes espirituales-, Dayán -juez en el Tribunal Rabínico Superior del Rabinato de Israel, rabino de Shavei Israel y autor de varios libros de temática judía.

La entrega de certificados de divorcio y la liberación de mujeres separadas de su vínculo matrimonial anterior

2021-01-04

Divorce

Hace cuestión de una semana regresé de un viaja a la India. Cuando un amigo mío que trabaja en la Dirección de Tribunales Rabínicos donde se ocupa de la cuestión de divorcios y las mujeres separadas que esperan la liberación formal definitiva del vínculo matrimonial se enteró que habré de viajar nuevamente a esos confines me pidió llevar un certificado de divorcio para entregárselo a una señora en ese país.

En la Dirección de Tribunales Rabínicos funciona un departamento especializado en el tratamiento de mujeres tanto de Israel como de las diásporas a las que sus maridos les deniegan el divorcio y esta repartición trabaja incesantemente en aras de ayudarles. El certificado de divorcio ya estaba escrito y listo para ser entregado puesto que el marido había firmado ya el documento por medio del cual autorizaba al tribunal rabínico a nombrar un escriba para redactar el divorcio o "guet", a los testigos que lo convalidan y al enviado para que lo entregue. El tribunal me dio el certificado de divorcio, los datos de la destinataria y me nombraron enviado para entregárselo a la señora.

Numerosas veces fungí como enviado del tribunal para entregar divorcios en diferentes partes del mundo y la experiencia me indica que esta labor requiere siempre de una gran ayuda del cielo, así como también de una ingente creatividad para lograr resolver situaciones especiales.

Inmediatamente después de aterrizar en Mumbay comencé a revisar el sitio donde se domiciliaba la señora a los efectos de citarla para hacerle entrega del certificado de divorcio frente ante un tribunal ad hoc de tres miembros. Resultó que la señora vivía en Cochín, en el sur de la India, y no en la metrópoli de Mumbay. Cochín se encuentra a gran distancia de donde me hospedaba, se trata de un vuelo de dos horas y no me daban los tiempos para poder efectuar la entrega. Llamé a la señora por teléfono y tras presentarme le pedí que viniese a Mumbay para poder entregarle su certificado de divorcio. La señora me respondió que no se encontraba en la India sino de viaje en el extranjero y habría de regresar a este después de nuestra partida rumbo a Israel. No sabía si me estaba diciendo la verdad o si, tal como se me había dicho, no estaba interesada en recibir el divorcio. Ella no me dio detalles sobre el sitio en el cual se encontraba en ese momento, le di mi número de teléfono y nos despedimos cordialmente. Una semana más tarde regresé a Israel en víspera de Shabat y el sábado por la noche recibí una llamada de la hija de la señora en cuestión. Me dijo que ella reside en Israel y su madre se encuentra en su casa de visita y está dispuesta a recibir el divorcio pero que el domingo viajaba de regreso a la India. Con gran premura realizamos los preparativos necesarios para conformar el tribunal necesario y que funcione excepcionalmente pasado el horario habitual de atención al público. Citamos entonces a la señora para recibir su certificado de divorcio. Tras un breve lapso todo culminó exitosamente, y así, con ayuda celestial, entregué el "guet" que había viajado conmigo a la India y de regreso para recién después enterarme que la señora se encontraba en Israel…

Todo lo referido a los divorcios según la halajá en las comunidades de la diáspora resulta ser un tema complejo y no siempre se puede alcanzar la solución requerida. Primeramente, es necesario recordar que a diferencia de lo que ocurre en Israel donde la única vía tanto para el casamiento como para el divorcio es la halájica y esta resulta ser también de validez civil, en la diáspora la situación es completamente distinta. Una pareja judía que desea casarse, en la práctica precisa hacerlo dos veces: la primera por jupá y luego en el registro civil para que el estado reconozca el enlace.

Solamente en contados países la ceremonia efectuada por el rabino es reconocida como matrimonio civil ante las autoridades nacionales, uno de estos es Italia. De igual manera, cuando una pareja en la diáspora desea divorciarse precisa hacerlo dos veces, una vez ante las autoridades civiles y otra ante el tribunal rabínico. Así como en los países de la diáspora el matrimonio religioso judío carece de validez legal, otro tanto ocurre con los divorcios, por lo que es necesario hacerlo antes las instancias legales del estado.

El divorcio civil puede llevarse a cabo en cualquier tribunal estatal, empero no siempre las comunidades judías cuentan con un tribunal experto en estas cuestiones, por lo que una solución bastante práctica resulta realizarlo por medio de un tribunal itinerante o de un enviado. Esta situación lleva a que muchas parejas al divorciarse lleven a cabo únicamente el procedimiento civil omitiendo el religioso, muchas veces por falta de conciencia ya que se ven a sí mismos como divorciados y no solamente como separados al pasar por el tribunal estatal, y otras por la carencia de soluciones halájicas en la comunidad a la que pertenecen. Estas parejas precisan aún un "guet" o divorcio halájico y esta necesidad cobra forma concreta años después cuando las personas desean contraer segundas nupcias. De más está decir que esta situación implica no pocas complicaciones halájicas y familiares.

En otros casos, tras el divorcio civil los excónyuges pasan a residir en otras ciudades y otros países por lo que la entrega del "guet" se torna compleja. Por supuesto que a estas complejidades se suman los casos en los cuales alguna de las partes no tiene interés de entregarlo o de recibirlo por motivos de índole personal, legal o económica, o en aquellas situaciones en las que alguno de los divorciados volvió a contraer matrimonio con una pareja no judía y entonces carece de interés en arreglar el divorcio halájico.

En determinados casos, cuando una de las partes vive en Israel y la otra en la diáspora el tribunal rabínico manda un enviado al extranjero a los efectos de ubicar al cónyuge y hacerle recibir o conceder el divorcio de parte de su expareja. Este procedimiento se denomina divorcio por intermedio de un enviado.

Se trata de un procedimiento sumamente aceptado en las comunidades diaspóricas que carecen de tribunal rabínico y resulta ser el mejor modo de acelerar el procedimiento sin caer en una situación en la cual una de las partes se niegue a conceder el divorcio, que una mujer quede trancada sin resolver su estatus y evita que este se posponga y caiga en el olvido. Esta modalidad de divorcio implica que el marido designe un escriba experto, testigos y un enviado. El "guet" se redacta en el tribunal rabínico y cuando finaliza su preparación el enviado se lo entrega a la mujer. Asimismo, este procedimiento se utiliza cuando una de las partes no desea o no está dispuesta de ninguna manera a ver a su pareja durante la entrega del "guet". Por supuesto que todo el procedimiento se lleva a cabo bajo la supervisión del rabino comunitario, el cual, aunque no sea experto en cuestiones de divorcio, por lo general aprendió cómo recabar la firma del marido para autorizar al tribunal que redacte el "guet" y cómo entregárselo a la mujer.

Recuerdo un caso de entrega del "guet" por intermedio de un enviado cuando fungía como rabino en la comunidad judía de Uruguay. Me contactaron del tribunal rabínico para que ayude a culminar un divorcio haciendo que el marido, quien se negaba a otorgar el divorcio, firme una autorización para que este redacte un "guet" y se lo entregue a la mujer. Se trataba de una pareja que había ido a vivir a Israel junto a sus hijos, pero tras varios años el marido decidió abandonarlos retornando al Uruguay.

Durante largos años este hombre no mantuvo contacto con su familia y ésta desconocía su paradero. Empero una vez que se conoció su domicilio el tribunal me envió sus datos personales y me pidió que lo convenza de entregar el "guet" a su esposa. Decidí viajar a verlo por sorpresa, sin previo aviso y sin previa llamada telefónica. Junto a mí llevé a dos personas observantes para poder tomarle al marido la firma de la autorización para preparar el divorcio (modalidad "kitvú utnú"). Esta persona vivía a unos trescientos kilómetros de la ciudad en la que yo residía y a lo largo del viaje fui pensando cuál sería la mejor manera de convencer al marido obstinado para que libere a su esposa y firme la autorización requerida.

Al llegar a la tienda donde este trabajaba lo vi sentado leyendo el diario. Ingresé al comercio y simplemente dije: "Buenas, soy Eliahu Birnbaum, enviado del Rabinato de Israel y vine a arreglar la cuestión del divorcio de su señora". El marido me preguntó: "¿No es usted funcionario del impuesto a la renta?" Por un momento me sorprendí y no entendí la pregunta, pero le respondí con un "no" contundente. El marido volvió a preguntarme si estoy vinculado al Rabinato o a las autoridades impositivas israelíes. Nuevamente le respondí que no tengo relación alguna con la impositiva. Rápidamente comprendí que el marido en cuestión no es un negador de divorcio sino un fugitivo del fisco que se escapó de Israel por deudas impositivas. Cuando entendió que firmar la autorización para que el Rabinato redacte el "guet" no tiene relación alguna con sus deudas al erario israelí aceptó firmar de inmediato.

A los efectos de brindarle la completa seguridad que el Rabinato y la impositiva son sistemas estatales completamente separados llamé a un abogado en Israel para que le explique cómo funciona la separación de poderes en esta cuestión y asimismo firmé un documento en el cual el tribunal rabínico se comprometía a no brindar al fisco información alguna sobre el paradero del moroso en cuestión. Tras asumir estos compromisos, el marido firmó la autorización ante el tribunal ad hoc que conformábamos los tres visitantes y así salí de allí feliz y sonriente por la gran ayuda celestial que me fue dispensada.

Hace un tiempo el Tribunal Rabínico me pidió que ubique un marido que niega el divorcio a su mujer durante más de veinte años. La mujer vive en Israel y el marido emigró a Sudamérica. La mujer quería rehacer su vida y volver a casarse, pero a esos efectos precisaba disponer del divorcio y el marido avisó que se negaba a concederlo. Este se casó por segunda vez en el exterior por matrimonio civil con una mujer gentil y más aún, se convirtió al cristianismo y se transformó en un predicador evangélico.

Cuando llegué al país latinoamericano en cuestión solamente disponía del nombre del marido y los de algunos de sus parientes. Me dirigí a estos y les pregunté si sabían de su paradero empero su respuesta fue negativa. Me dirigí a la policía y les solicité obtener su dirección. Pasados unos días la recibí y se me ocurrió dirigirme primeramente a las autoridades eclesiásticas superiores de nuestro novel predicador y solicitar su colaboración a los efectos de obtener la anuencia de su subordinado a conceder el divorcio. Dudé si correspondía o no proceder de esta manera, pero dije para mis adentros que "el fin justifica los medios" y me dirigí a estas.

Admito que mis interlocutores no entendieron exactamente el tenor de mi pedido, especialmente dado que sabían que el predicador en cuestión se había casado ya por segunda vez por lo que no comprendían cómo resultaba necesario que conceda el divorcio a su primera mujer. Dado que, como es sabido, los evangélicos son cristianos amantes de Israel, se me ocurrió otra idea… Esperé al domingo, día en el que multitudes de fieles acuden a la iglesia a escuchar la prédica del pastor y orar junto a él. En medio de la plegaria ingresé a la iglesia y me paré en medio de la sala. Las personas no entendían qué pasaba ni por qué un rabino judío con barba tomaba la iniciativa de sumarse a sus oraciones, pero aproveché el momento de perplejidad para dar mi discurso ante el público evangélico:

"Queridos hermanos y hermanas, ustedes son reconocidos por vuestros lazos de hermandad con el pueblo judío, por ser amantes de Israel y ser personas que velan por el bienestar del pueblo judío. Por ello quiero agradecerles en nombre de todo el pueblo de Israel. Sin embargo, justamente Martín, vuestro pastor, causa mucho sufrimiento a los judíos. Estuvo casado en Israel con una mujer y la abandonó sin firmarle el divorcio. Incluso hoy se niega a conceder el divorcio a quien fuera su esposa y por esto ¡ella no puede volver a casarse y rehacer su vida! Él hace sufrir mucho a una mujer judía, ¿acaso eso se condice con el principio evangélico de apoyar al pueblo de Israel? Pido a vosotros que me ayudéis a salvar a su exesposa y liberarla del vínculo que la tiene atrapada".

Por un instante reinó un silencio absoluto, empero muy rápidamente las personas comenzaron a gritar y exigirle al pastor que conceda el divorcio a quien fuera su mujer cumpliendo así con la creencia evangélica de que "bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan". A la mañana siguiente, nos reunimos en casa del judío que se tornó pastor evangélico y por el mérito de sus fieles cristianos su exmujer judía logró obtener el divorcio.



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