La construcción de la bíblica y famosa Torre de Babel, que los hombres de hace cinco mil años quisieron levantar en el Medio Oriente, resultó frustrada debido a desinteligencias producidas entre los propiciadores de semejante proyecto irracional y por la falta de un idioma común que los condujera a reemplazarlo por uno que impulsara la convivencia de los diferentes y diversos colectivos que habitaban, en aquel entonces, el espacio terrenal conocido. Ante la imposibilidad de conquistar las alturas (conquista vertical) se desataron las guerras terrestres (conquista horizontal) que prosiguen ininterrumpidamente hasta hoy.
Medio Oriente es uno de los escenarios donde la vida y la sangre de hombres, mujeres y niños se derrama sin contemplación alguna, producto de actitudes cínicas y descaradas de los líderes de las grandes potencias, dirigentes de las organizaciones internacionales, guías ideológicos de los grupos terroristas islamistas y, porque no decirlo, de una gran mayoría de la población mundial que con su indiferencia, displicencia e ignorancia desarrollan una “insoportable levedad del ser “ (Milan Kundera) que permite que la muerte, los heridos y los millones de desplazamientos sean reemplazados por veleidosas orgías volubles e insensibles.
Bashar al Assad, Presidente – Dictador de Siria, ha restablecido su autoridad a sangre y a fuego sobre casi toda la franja costera del Mar Mediterráneo con la participación de su cruel ejército, la brutal Guardia Revolucionaria de Irán, la milicia terrorista libanesa del Hezbollah y la vigorosa Fuerza Aérea de Rusia, sin la cual hace mucho tiempo que el Régimen totalitario de Assad no hubiera podido sobrevivir.
La reconquista de la ciudad de Mosul en Irak, en manos del Califato Islámico desde 2014, se ha producido gracias a una heterogénea coalición armada integrada por los combatientes kurdos del YPG (Unidades del Pueblo Kurdo) desde el norte, las Fuerzas Armadas iraquíes por el sur, las milicias iraníes de la República Islámica de Irán del este y básica y fundamentalmente por los cazas y bombarderos norteamericanos que preparaban el terreno para los ataques de los blindados y las diversas infanterías.
De igual modo la reciente caída de la ciudad de Raqqa en Siria, la autodenominada Capital del Califato Islámico, ha podido materializarse debido a una alianza establecida entre los kurdos de Siria que venían de defender heroicamente el bastión de Kobane en la frontera con Turquía desde hace dos años, la Fuerza Siria Democrática (FSD) opositora al Gobierno del Dictador Bashar al Assad y la imprescindible aviación de los EE.UU bombardeando a los terroristas del Califato Islámico (ISIS) desde el aire.
Por otra parte el Estado de Israel, atento a esta suerte de nefasto conglomerado de amigos y enemigos que intervienen mezclados en esta guerra cívico-militar que se desarrolla en su frontera nororiental, está en permanente comunicación con EE.UU y Rusia, las dos potencias que tienen intereses comunes en relación a la derrota del Califato Islámico pero objetivos diferentes en la conformación de una geografía pacífica, estableciendo que la frontera norte de Israel y de Jordania debe estar libre de las fuerzas enemigas sirias, iraníes y del Hezbollah.
Cuando esta regla se rompe interviene de inmediato la aviación israelí para reestablecer el orden en sus fronteras y dar aviso que no habrá de participar en la vecina Torre de Babel.