Se aproxima la celebración de Pesaj y esto llama a una importante reflexión: el derecho al culto y la libertad de expresarlo en su amplio significado. La libertad no simboliza felicidad, tal vez por el contrario, la libertad es la que nos coloca en un lugar a disposición de la “suerte”, a veces tener que enfrentar las libertades ajenas, implica tener que resolver situaciones difíciles y aprender a disfrutar de las situaciones placenteras, sin dañar otras libertades injustamente.
Dios sacó al pueblo de Israel de una tierra de esclavitud llevándolo a la libertad… pero como paso previo a ello, fue el pueblo guiado a través de un desierto desprovisto de diversas necesidades; muchas veces el pueblo se quejó ante Dios por carencias durante su libertad, acusando que lo tenían todo “mejor” en Egipto. Eran esclavos en Egipto, no tenían la necesidad de pensar. Solamente sabían, por tradición, que algún día vendría la salvación de esa esclavitud que los agobiaba. Pero jamás se sentaron a pensar que el paso hacia la libertad tendría un precio duro de vivir.
¿Qué clase de tesoro le entregó Dios a éste sufrido pueblo? ¿Qué tiene la libertad que no tenga la esclavitud? Poder pensar, derecho a pensar.
Es el pensamiento el encargado de resolver las diversas situaciones que la vida plantea, hay que pensar en dónde trabajar, qué comer, cómo arreglárselas para subsistir, encontrar los recursos necesarios. Entonces la libertad enfrenta al pensamiento con la necesidad de desarrollar la inteligencia para vivir ésta vida como debe vivirse.
Hace pocos días, un amigo, no judío, me decía que admiraba a los judíos porque eran ricos, poderosos y profesionales –uno de los tradicionales estigmas-. Le contesté –con una de las más estigmatizadas de las contestaciones, pero verdadera-: Judíos hay ricos y hay pobres. Hay poderosos y hay débiles, hay buenos y hay malos, somos tan seres humanos como tú. Sin embargo si se enfoca en el común denominador, donde los judíos viven con libertad, en verdad son comunidades prósperas y de avanzada. Profesionales y gente que han logrado hacer empresas que generan empleo y bienestar para el país donde viven.
Cuando Colombia tenía una comunidad naciente y a duras penas empezaban a desarrollarse, judíos llegados de la guerra o un poco antes de la guerra, con las manos vacías y muchas ganas de sobrevivir, se vieron en un país que les abrió generosamente las puertas, dándoles el derecho de libertad, empezaron a trabajar y edificar una sociedad que muy pronto avanzó y se convirtió en una bendición para el país. Por el año de 1930, unos pocos años después de la primera migración de judíos a Colombia, la comunidad judía estaba donando un orfelinato, a la ciudad de Bogotá, llamado Rambam. (Aunque que los señores a quienes contrataron para colocar el nombre en la puerta pusieron “Refugio Infantil Ranban”). Todos los miembros de la comunidad dieron donaciones para esta edificación, porque era una muestra de cariño y agradecimiento a un país que los recibió con hospitalidad.*1
Cuando se maneja la condición de libertad, se espera lo mejor y lo peor, pero siempre se tiene una palabra para responder, una idea que surge, y esto proviene del derecho a pensar. Gracias a este derecho de pensamiento, en Colombia se ha llegado hasta la mesa de la ley; el 30 de noviembre del 2011, en un trabajo en equipo por parte de miembros del congreso de aquél entonces, y miembros notables pensadores de nuestra comunidad, Marcos Peckel –Director Ejecutivo CCJC- y Jaime Rosental –Presidente del Centro Israelita de Bogotá-, trabajaron con el senador Juan Mario Laserna –director de RCN-, Juan Manuel Galán –Senador-, Simón Gaviria –Director Nacional de Planeación-, Alfonso prada –Director del SENA-, Carlos Baena –Presidente del movimiento político MIRA, y Germán Vargas Lleras, ex candidato a la presidencia de la República –Jefe del partido Cambio Radical-. Se logró aprobar la ley 1482, por medio de la cual se modifica el código penal y se decreta la ley anti discriminación, anti racismo, y anti antisemitismo, lo cual es penalizado en Colombia actualmente.
Ese legado de libertad que nos deja la festividad de Pesaj, no significa que el camino es un campo de flores, una playa pacífica y divertida, no, nada de eso. Es un desierto que hay que domar, como lo domaron durante 40 años los hebreos al salir de Egipto. Significa que existe el derecho a defenderse legalmente de los abusos y atropellos a nuestra libertad de ser judíos y donde no existe ese derecho, hay que luchar por él, al menos hasta que regresemos a vivir a la tierra donde fueron conducidos nuestros ancestros. Una tierra donde no solamente le judío tiene derechos, sino que hasta aquellos que viven en Israel, y no nos aman, también tienen derechos, de hecho, hasta están posicionados en la kneset.
En conclusión: La libertad, hermosa palabra, que a primera vista podría resultar ser algo muy difícil y doloroso, pero bien aprendida, es la llave que abre la puerta de la vida, al máximo del potencial humano enfocado al bienestar común, reconociendo finalmente la sabiduría Divina en dicho tesoro que se nos entregó a la salida de Egipto.
*1: fuente: Revista Menorah, edición julio 25 de 1952