¿Por qué importa la opinión de las comunidades religiosas?
Las religiones somos ‘consultadas’
En las últimas semanas, hemos sido testigos en Colombia de un acalorado debate en relación a la adopción de niños por parte de parejas homoparentales, es decir parejas compuestas por dos varones o dos mujeres. La discusión no es nueva, ni en Colombia ni en el mundo, en donde ya hay 15 países que reconocen este tipo de adopciones (entre ellos Brasil, Argentina y varios estados de Estados Unidos). Pero en la mayoría de los debates que tuvieron lugar tanto en los países que se inclinaron por permitirlo como en aquellos que eligieron la opción restrictiva, ha habido un elemento común en el debate que ha sido el desproporcionado protagonismo que tuvieron las comunidades religiosas en estas discusiones.
Creo que en un estado de derecho moderno y laico como el nuestro, la opinión de las religiones no debería tener relevancia, ya que haber alcanzado una definitiva separación entre iglesia y estado ha sido un logro difícil de conseguir y lo suficientemente preciado como para cuidar. Por eso, mi primera opinión es que legisladores, jueces y otros funcionarios deberían dejar la fe para el ámbito privado y dejar que la vida civil sea regida por un derecho secular e independiente de la fe. Pero a título ilustrativo y para analizar el tema desde una de muchas ópticas judías posibles, comparto con ustedes algunas reflexiones.
La adopción en la tradición judía
A diferencia del derecho romano, que preveía la adopción en dos instituciones, la adoptio y la adrogatio, para la tradición judía no existe la adopción como una institución del derecho de familia. El Talmud menciona a aquel “que cría al hijo de otro” (Sanhedrin 19b) y lo equipara al padre, no hay en el judaísmo un procedimiento legal por el cuál una persona pierde la ‘patria potestad’ y esta le es transferida a otra. Sin embargo, todas las fuentes que hablan de aquel que cría al hijo de otro (o que cría a un niño huérfano) es visto como algo muy meritorio y loable. Rabí Shlomo Kluger, famoso comentarista del Shuljan Aruj, afirma incluso que una persona que cría a un niño como si fuera su hijo está cumpliendo con el precepto de multiplicar y fructificar, como quienes tienen hijos naturales (ver Jojmat Shelomó Eben haEzer 1:1). En el Tanaj, además del caso de Moshé, que fue adoptado cuando niño, vemos otros casos como el de Obed, el hijo de Rut criado por Naomi y Hadasah (que luego sería conocida como la reina Esther), criada por su primo Mordejai.
Los rabinos también enseñan que un hijo debe respetar a su padre y a su madre adoptivos sin importar el hecho de que no sean los padres biológicos. Varias autoridades halájicas permiten y hasta promueven que un hijo adoptivo guarde las normas de duelo y diga kaddish tras la muerte de sus familiares adoptivos. En otras palabras, aún sin la existencia de una ‘institución’ formal de adopción en el derecho hebreo, el judaísmo a lo largo de su historia ha equiparado la paternidad adoptiva a la biológica. Los midrashim ven con muy buenos ojos a aquellos que crían a un hijo adoptivo, de hecho la hija del faraón es meritoria de varios halagos y reconocimientos a lo largo de la literatura rabínica. Es cierto y corresponde decir que en el Talmud hay ciertas diferencias entre un hijo adoptivo y uno biológico (en las leyes de las relaciones prohibidas, o en algunas discusiones acerca de la división de una herencia), pero la esencia de la posición judía respecto de esto es favorable.
En resumen, nuestra tradición no sólo que aprueba sino que en cierto modo alienta a la adopción pues se sensibiliza con la triste realidad de niños que están en situación de orfandad, de peligro en sus hogares o de desprotección y entiende que lo mejor que puede pasarle a un niño es ser criado en un hogar con padres que lo amen, lo eduquen y lo críen con amor.
Ahora corresponde preguntarnos si una pareja de homosexuales tendría o no el derecho de adoptar a un niño. Debo decir que cualquier opinión respecto de esto es totalmente subjetiva, ya que los libros tradicionales no mencionan el tema. Estarán quienes estén en contra y quienes estamos a favor de esto, pero cuesta encontrar argumentos explícitos en las fuentes para sostener una u otra posición. Lo que podemos hacer, con la ayuda de las fuentes judías es seguir algunos razonamientos.
Sabemos que en el Tanaj no todos los casos de adopciones tienen como protagonistas a una pareja heterosexual. En el caso de la hija del Faraón, el texto no alude al hecho de que ésta tuviera un marido, y si lo tiene no le consulta. El Midrash dice que Batia la hija del faraón estaba casada con Mered, que es también conocido como Caleb (aunque el talmud también dice que éste estaba casado con Miriam). Pero desde la literalidad del texto todo parece indicar que la hija del faraón era soltera. En el caso de Hadasa, Mordejai tampoco estaba casado cuando la adoptó. De hecho hay un hermoso Midrash diciendo que milagrosamente brotó leche de su pecho y pudo amamantar a la futura Reina Ester (ver Bereshit Rabbah 30:8). Cuando Naomi crió a Obed ella tampoco era casada, sino viuda. En otras palabras, los modelos bíblicos que tenemos en torno a la adopción no necesariamente promueven la adopción por parte de una familia constituida por una pareja heterosexual.
En ningún momento esto parece afectar de manera negativa a los pequeños, sino que es el amor paternal o maternal que estas personas le brindan a sus hijos lo que les permite crecer y desarrollarse como personas de bien.
Entonces, ¿por qué habríamos de oponernos a la adopción por parte de una pareja de dos varones o de dos mujeres? Algunos argumentan que los hijos de una pareja homosexual tienen más probabilidades de ser homosexuales. Este argumento tiene dos inconvenientes. El primero es que considera a la homosexualidad como algo negativo (prefiero dejar el tema para un futuro artículo) y el segundo es que cree que la homosexualidad se transmite a través de la crianza. Los sociólogos, psicólogos y otros profesionales han refutado de manera categórica este argumento. La crianza por parte de dos padres o dos madres no aumenta las probabilidades de que un hijo sea homosexual, al igual que la crianza por parte de una pareja heterosexual no aumenta las probabilidades de que sus hijos sean heterosexuales.
Otros afirman que los hijos tienen ‘derecho’ a ser criados por una ‘familia normal’, lo cual es ya en nuestros tiempos una abstracción difícil de definir. ¿Qué es una familia normal? ¿es la sexualidad de los padres lo que hace a una familia ‘normal’? ¿Acaso es normal una familia en donde los padres pelean todos los días? ¿es normal una familia en donde hay violencia verbal, doméstica o de género? ¿Es normal un hombre soltero o una mujer viuda haciendo a la vez de padre y de madre? No creo que exista algo así como una ‘familia normal’, creo que los modelos familiares en los tiempos contemporáneos han evolucionado y se han ido diversificando. Lo que hace 1000 años era una familia normal para los judíos marroquíes (papá, sus dos mujeres y los hijos de cada una de ellas) hoy es anormal. Quizá lo que hace 50 años era ‘normal’ hoy ya no lo es.
Finalmente, está el argumento de que la homosexualidad está prohibida por la Torá. Al respecto, hay mucho para decir. Pero en lo que hace específicamente al tema en cuestión, hay que ser claros en algo. Hay corrientes dentro del judaísmo que se oponen a una adopción (que siempre implica una conversión) por parte de familias no observantes. Afirman estas corrientes que si un niño nació no-judío, convertirlo al judaísmo para insertarlo en una familia que no es estrictamente observante de la Halajá es en cierto modo crear un judío no observante y esto no es positivo.
Por otro lado están las corrientes más liberales que creen que la adopción como forma de permitirle a una pareja realizarse como padres y a la vez ayudar a un niño de salir de una situación de riesgo y desprotección es siempre algo positivo. En ese sentido, permitimos que parejas que no observan Shabat o que no comen Kosher adopten un niño y lo conviertan al judaísmo. Técnicamente, no hay una diferencia halájica entre quien tiene relaciones con alguien de su mismo sexo y quien transgrede públicamente el Shabat, tiene relaciones sexuales durante el período de impureza de la mujer o come alimentos no permitidos por la Halajá. No existe entre ellos una diferencia de ‘jerarquías’ entre las normas que transgreden. Sin embargo, muchos no se opondrían a que todos estos adopten, pero si se oponen a la adopción por parte de parejas homoparentales.
Yo me inclino por la segunda opinión, que cree que no hay argumento sólido para prohibirlo, incluso cuando (e insisto, tocará eventualmente analizarlo) la homosexualidad sea algo prohibido por la ley judía. No sería algo más prohibido que otros preceptos (es más, en el caso de dos mujeres, claramente está tipificado como una transgresión de menor jerarquía que la transgresión del Shabat o el ingerir alimentos impuros). Y aún en el caso que uno se oponga a estas adopciones, una cosa es oponerse hacia adentro del judaísmo y otra es oponerse a que el plexo normativo del país en el que vivimos lo legitime como una posibilidad. Para el caso, los rabinos nos oponemos a que la gente se case por fuera de la comunidad judía, pero no por ello promoveríamos o apoyaríamos una ley o un fallo que prohíba civilmente este tipo de uniones. Hacia adentro de la comunidad, toca debatir qué hacemos con el fenómeno, pero hacia afuera creo que debemos promover una mayor amplitud de derechos para todos y todas.
Personalmente, y como dije antes con más razonamiento y posiciones que fuentes sólidas desde nuestra tradición, me inclino a opinar que de todas las polémicas que presenta el tema de la homosexualidad en el judaísmo (aceptación en la comunidad, matrimonio, ordenación rabínica, otorgamiento de honores y posiciones de liderazgo comunitarios, etc), este es el menos conflictivo. Allí donde haya un niño desamparado, desprotegido, abandonado o judicializado, benditos sean los brazos que se abren para recibirlo con amor y generosidad y se ofrecen para criarlo y hacer del niño o la niña parte de su familia. Consciente de la cantidad de niños y niñas que viven en hogares esperando una comida caliente, unos brazos que los abracen y un beso de las buenas noches en la frente, creo que independientemente de la orientación sexual de la pareja que decida asumir este enorme y generoso desafío, la adopción por parte de aquellos que están listos para dar amor y crianza debe ser siempre bienvenida.