2024-11-22 [Num. 1010]


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Artículos  - Antisemitismo

León Celnik

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Por León Celnik
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Casado con Miriam Tawil y vivo en Bogotá, Colombia. Soy arquitecto, jubilado. Trabajé en el área de diseño y construcción y posteriormente en la industria de grasas y productos químicos en control y arquitectura. Dedico mi tiempo a los temas relacionados con la fotografía y leer y escribir artículos sobre cuestiones de historia judía. Dicto clases de fotografía. Fui profesor universitario en las cátedras de Diseño y Fotografía. Participé en varios proyectos de construcción y diseño de interiores. He viajado por varios países del mundo en Norte y Sur América, Europa, Asia y África.

El fallido intento de armar un ejército judío en la 2ª guerra mundial

2018-04-11

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Legión judía en el Muro Occidental después de la derrota otomana, 1917

En muchas ocasiones se ha acusado al pueblo judío de haber ido a las cámaras de gas nazis de la Segunda Guerra Mundial (2GM) como borregos al matadero sin tratar de defenderse. La gente olvida los levantamientos clandestinos como el del Gueto de Varsovia, quienes, en condiciones imposibles y con fuerza y valor sobrehumanos resistieron por mucho tiempo el asedio del bien dotado ejército alemán. De hecho, estos levantamientos se dieron en más del 25% de los 100 guetos ubicados en las zonas conquistadas por los nazis en esa guerra.

Igualmente, mucha gente desconoce que ya en la Primera Guerra Mundial (1GM) se crearon cinco batallones de la denominada Legión Judía, planeados  por Vladimir Ze’ev Jabotinski quien anteriormente había fundado la Organización de Autodefensa Judía de Odessa y el líder sionista y héroe de la guerra Ruso-Japonesa de 1904, Joseph Trúmpeldor, que formaron parte del ejército británico en su lucha contra el imperio Otomano, destacándose su participación en la célebre Campaña de Gallipoli, donde Trúmpeldor era el segundo comandante y él y sus hombres demostraron valor más allá del deber, resistiéndose al fuego enemigo sin titubear ni retirarse. De hecho, en esa misma guerra, muchos judíos, se calcula que unos 100.000, pelearon en el ejército alemán, habiendo sido reconocidos por su valor y entrega con menciones honoríficas a 18.000 de ellos. 

No. Definitivamente no hemos sido débiles ni fuimos arrastrados a los campos de exterminio europeos sin defendernos por falta de coraje. Con la anuencia y complicidad de muchos de los pobladores de los países enfrentados, donde hervía el antisemitismo desde mucho tiempo atrás y salvo el amparo de selectos e insignes gentiles excepcionales, las alternativas eran, por decir lo menos, imposibles. Siempre hemos contado con gente dispuesta a entregar su vida para salvar a los nuestros y a quienes nos han aceptado y protegido.

Sin embargo, una de nuestras grandes particularidades, la autocrítica que, según el caso, nos exalta o nos denigra, se condensa en el antiguo chiste que dice que “Donde hay dos judíos hay tres opiniones”, se encargó de frustrar la idea de crear un ejército judío aliado, propio e independiente para enfrentar a las huestes nazis en la 2GM, tal y como lo hicieron polacos y franceses.

Año 1940; hacía pocos meses había empezado la 2GM. Ya se presentía la horrífica tragedia que se cernía sobre la población judía de Europa. Inglaterra, prácticamente sola, hacía frente al ario y simultáneamente, su imperio se desmoronaba: los movimientos antiimperialistas e independentistas en Africa y Oriente y el asunto del prometido Hogar Nacional Judío (Declaración Balfour, 1917) que se les había vuelto un incómodo dilema porque el Mandato que la Liga de las Naciones les había otorgado se contraponía a su ánimo de conservar buenas relaciones con los países árabes, impusieron todo tipo de trabas e impedimentos para la inmigración de judíos que trataban de huir de la pesadilla europea, hacia Palestina.

En estas condiciones, no tenía sentido recurrir a la corona inglesa para armar un ejército organizado. 

Quedaban los Estados Unidos. Pero, este país, preocupado, todavía abiertas las heridas dejadas por la 1GM y recién recobrándose de la gran depresión de los años 20, no estaba preparado y se negaba a involucrarse en esta nueva confrontación. De hecho, se habían declarado neutrales en tal conflicto, si bien de alguna manera lograban enviar pertrechos, municiones y uno que otro voluntario a Inglaterra. Más aún: las comunidades judías americanas miraban con desdén lo que ocurría al otro lado del océano. No es que no les importara, sino que, por primera vez en muchos siglos, habitaban un país donde se les consideraba iguales, tenían derechos y deberes como cualquier otro ciudadano, no se les discriminaba o perseguía por ser judíos, los pogroms eran cosa del pasado -indudablemente había antisemitismo, pero jamás llegaba ni remotamente a las proporciones de otros países y otras épocas; en fin, una patria de la que podían sentirse orgullosos y con sentido de nacionalidad y pertenencia.

Jabotinski, con vocación de derecha y líder del partido revisionista, siempre creyó firmemente que para que un estado judío existiera y fuese reconocido universalmente, debía contar con un ejército propio y no solo eso, sino participar activamente al pie de los aliados en la 2GM. 

Una vez iniciada la guerra, los demás líderes sionistas de todas las tendencias admitieron, oficial o extraoficialmente, que él tenía toda la razón y además que los Estados Unidos eran la mejor y quizá única apuesta para tal objetivo.

Pero las comunidades judías de los EUA no estaban abiertamente interesadas en ello. La posición aislacionista de América hacía temer a los líderes sionistas de dicho país que, si tomaban una posición favorable de alguna manera al involucramiento de los Estados Unidos en el conflicto, se les acusaría de incitadores a la debacle, poniendo en entredicho su lealtad de ciudadanos. De hecho, los grandes e influyentes productores judíos de Hollywood hacían muy pocas referencias al nazismo en sus películas. Como anécdota, la Warner Brothers produjo una película denominada “Confesiones de un espía nazi” y Harry Warner fue llamado ante una comisión del Senado para explicar su “intento de propaganda antinazi”. Fue una clara y definitiva alerta a los judíos americanos para abstenerse de cualquier tipo de incitación a la guerra.

Haim Weizmann, bioquímico, líder sionista de centro, presidente de la Organización Sionista Mundial, posteriormente primer presidente del Nuevo Estado Judío de Israel y fundador del Instituto Weizmann de Rehovot, un par de días antes de la invasión a Polonia, inicio armado de la 2GM, había propuesto al Primer Ministro británico en función, Neville Chamberlain, incorporar un escuadrón judío al ejército, quien negó rotundamente tal posibilidad. Perdidas las esperanzas de que ello ocurriera, volteó su mirada y partió hacia los Estados Unidos donde, el creía, iba a tener una respuesta positiva a su propósito. Era lógico suponer que los líderes judíos estarían en completo acuerdo para su plan y le apoyarían. Contactó personal y privadamente a los grandes dirigentes, quienes bien lo recibieron, pero sin ninguna respuesta favorable. Otro fracaso más. Sus palabras tampoco tuvieron eco en dicha nación.

Jabotinski llegó a Nueva York pocos días después de que Weizmann regresara a Inglaterra con las manos vacías. En su caso, decidió expresarse públicamente sobre la inminente necesidad de crear, no una “Legión Judía” como grupo dependiente, sino un ejército judío en todo el sentido de la palabra, entre el cual participaría un voluminoso contingente compuesto por 80.000 judíos palestinos. Jabotinski pronunció dos grandes discursos públicos en esa ciudad, congregando a un nutrido número de participantes, habiendo logrado motivar a gran parte de ellos, inclusive, el apoyo de Canadá en la creación de campos de entrenamiento. Infortunadamente, pocos días después, producto de un infarto masivo, Jabotinski murió y las divisiones ideológicas al interior de su partido, sumadas a la falta de liderazgo heredado, dieron al traste con su idea.

Hacia finales de 1940 arribó a las costas americanas el tercer líder, David Ben Gurión, de ideología izquierdista. Aunque predicaba la misma idea del establecimiento de un ejército judío, lo hizo con derrotismo. Sus discursos produjeron más divisiones que unidad. En vez de convocar a todo el pueblo, se dedicó a atacar a los revisionistas, tildándolos inclusive de “nazis”. Su pesimismo se refería a dejar que fuera el Imperio Británico quien organizara tal ejército y no el mismo pueblo hebreo, controvirtiendo lo expuesto por Jabotinski. Es más: acusó a Weizmann de ser responsable de la negativa de ese Imperio en la formación del regimiento.

Ben Gurión regresó a principios del 41 sin nada que mostrar.

Solamente hacia finales del 44 una pequeña y simbólica legión judía arribó a las costas italianas.

¿Qué podemos aprender de esto? Que es el perfecto ejemplo de cómo las opiniones opuestas y la falta de unidad y solidaridad en temas nacionales trascendentales llevaron al traste una idea que pudo haber cambiado la historia judía del siglo XX y, por qué no, haber impedido, al menos en buena parte el holocausto de la 2GM en el que se eliminó al 35% de la población judía mundial.

Bibliografía

Este artículo está basado principalmente en el libro: 'Racing Against History: The 1940 Campaign for a Jewish Army to Fight Hitler' by Rick Richman y otros documentos consultados en internet.


Autor: www.thetower.org

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