Si bien he visitado el continente africano en numerosas oportunidades, el encuentro con la tribu Abayudaia en Uganda ha sido para mí una experiencia muy especial. Algunas veces he escuchado sobre comunidades o grupos en África que quieren acercarse al judaísmo o de tribus que sostienen ser remanentes de las tribus perdidas, como el caso de la tribu Ibo en Nigeria, la tribu Lamba en Zimbawe, la tribu Basa en Camerún y tantos otros. Si bien tanto mi corazón como mi quehacer son muy cercanos a aquellas personas que quieren retornar o acercarse al judaísmo, debo confesar que mi primera reacción cuando escucho sobre individuos o grupos africanos que quieren ser judíos suele ser un tanto cínica y escéptica. ¿Es esto posible? ¿Qué une a estas personas al judaísmo y al pueblo judío? ¿Acaso desean inmigrar masivamente a Israel? ¿Acaso ignoran que el pueblo judío es perseguido y odiado entre las demás naciones hasta el día de hoy? La mejor forma de conocer un fenómeno social y espiritual es hacerlo en persona, por lo que emprendí camino rumbo a Uganda, país de origen de la tribu Abayudaia.
Aterrizamos en Entebe, y por supuesto que nuestro primer paso fue visitar el viejo aeropuerto de igual nombre, donde se encuentran la torre de control y las instalaciones en las que se llevó a cabo el histórico operativo de rescate de los israelíes secuestrados en 1976. Lo que quedó como recuerdo del operativo militar son los agujeros de bala sobre la torre de control y al pie de la misma un letrero recordatorio del rescate y de los caídos. Desde allí continuamos en jeep unas ocho horas en dirección a Kenya hasta que llegamos a una pequeña aldea llamada Poti en la región de Palisa. La aldea se encuentra sobre el camino que conduce de Kampala a Mombasa y a primera vista no se diferencia en nada de miles de otras aldeas dispersas a lo largo y ancho del territorio ugandés. Las casas son sencillas, algunas están construidas con piedra y otras con barro. La aldea carece de conexión a la red eléctrica o agua corriente, el agua se extrae de pozos y la electricidad proviene de un generador que funciona unas horas al día. Sin embargo, la particularidad de este poblado radica justamente en su aspecto judío. En el centro se encuentra la sinagoga, sobre las ventanas de las casas se distinguen dibujos de estrellas de David y menorot, y en los marcos de las puertas se ven mezuzot. Los habitantes de la aldea caminan con grandes kipot sobre sus cabezas y las mujeres cubren también su cabello, al costado de la aldea se encuentra la "Mikve" de purificación que se alimenta de las aguas de un manantial, por lo que resulta Kasher con todos los grados de excelencia. Los miembros de la tribu Abayudaia sin duda alguna son un fenómeno particular en el territorio ugandés, en el lenguaje local su nombre significa "Hijos de Iehudá" - “Judíos".
La historia de los Abayudaia se inicia con un proceso de búsqueda espiritual y religiosa hace unos cien años. Hoy en día ellos se consideran completamente judíos y viven como tales en un país en el cual el judaísmo es una religión desconocida por la mayor parte de la población. No sostienen poseer raíces judías o descender de alguna de las tribus perdidas del pueblo de Israel sino que adoptaron para sí la religión judía tras un profundo proceso de estudio e indagación.
En el inicio de esta tribu nos encontramos con la pintoresca figura de su líder Sami Kakangulu (1870-1928). A finales del siglo XIX e inicios del XX Uganda era un protectorado británico, y tal como ocurrió en otras partes del mundo, allí donde gobernaban los ingleses llegaban misioneros que convertían al cristianismo a la población nativa. Uno de los convertidos a esa religión fue Sami Kakangulu quien adoptó el rito protestante. Era una persona de color muy importante y conocida, por lo que los británicos lo nombraron gobernador militar de Uganda oriental. En el año 1913 decidió renunciar a sus funciones militares y consagrar su vida a la fe y la religión. Aparentemente, pensó que los británicos lo nombrarían rey de la región que había conquistado pero esto no aconteció por lo que preso de la desilusión y el enojo abandonó el ejército de Su Majestad y la religión cristiana que ellos le inculcaron.
Comenzó un proceso de búsqueda espiritual que con el correr de los años lo llevó a estudiar la Biblia y profundizar en el judaísmo. Al principio adoptó diferentes religiones sincréticas que combinaban cristianismo con judaísmo, lo cual le llevó a acercarse al Antiguo Testamento (la secta Bamaleji) y poco a poco se alejó tanto del Nuevo Testamento como del cristianismo. En el año 1919 Kakangulu estableció una secta llamada "Kibina Kaya Bayudaia Absesiga Katonda", esto es, "Comunidad de judíos que confían en D´s". Su siguiente paso fue circuncidarse tanto él como los miembros de su familia y su comunidad. Se declaró judío tanto a él como a su familia si bien aún mantenía algunas costumbres cristianas. Como forma de expresar su amor por la Biblia llamó a sus hijos con nombres del Tanaj tales como Iehudá, Abraham, Israel, Nimrod, Ioná y Miriam.
En ese mismo tiempo, casualmente, llegó a la aldea de Kakangulu un judío jerosolimitano llamado Iosef (en la tribu Abayudaia pronuncian su nombre "Iusuf") cuya identidad no está clara hasta el día de hoy, y cuando descubrió que Kakangulu y familia se interesan por el judaísmo se quedó allí y enseñó a la comunidad. Primeramente les enseñó tanto a Kakangulu como a los ancianos el abecedario hebreo, así como también cuestiones vinculadas a la fe judía, el cumplimiento de los preceptos, las faena y alimentación kasher, el cuidado del Shabat y las diferentes fiestas. Iosef, el comerciante jerosolimitano, fue un factor fundamental y decisivo en el reforzamiento de la fe judía de Kakangulu y su comunidad, y en la práctica fue el primer y único nexo de estos con el pueblo judío y su tradición.
En el año 1928 fallece Sami Kakangulu, el fundador y líder de la tribu que para ese entonces contaba con tres mil miembros, los cuales vivían como judíos en tierras ugandesas. Con el correr de los años la comunidad se redujo en número por causa de los regímenes políticos hostiles y las persecuciones. En días del gobierno del dictador Idi Amín los miembros de la tribu debieron ocultar su religión por temor a este. Hoy día la tribu cuenta únicamente con mil miembros, hay una sinagoga central y una escuela en la aldea Nabugoia, así como también otras sinagogas en las aldeas de Namniuni, Nasanai, Magada y Poti (cercanas a Mabala).
La mayor parte de la comunidad pasó conversión conservadora en el año 2002, mas, parte de la tribu no aceptó hacerlo y están interesados en la conversión ortodoxa, y continúan buscando su camino judío hasta el día de hoy.
En mi visita estuve en varias aldeas, pero especialmente en Poti que es donde viven los Abayudaia interesados en ser judíos de acuerdo a la halajá. Llama la atención que en sitios remotos y distantes como esta aldea ugandesa, los miembros de la tribu conozcan bien la diferencia entre el movimiento conservador y la ortodoxia. Pensé, inocentemente, que este tema no les era conocido, pero sin duda me equivoqué.
El encuentro con los miembros de la aldea fue interesante y único. Las conversaciones sobre fe y búsqueda espiritual que mantuvimos en una región como esa, rodeada de junglas, monos y bananas, se caracterizaron por su honestidad y profundidad. Los rezos de los que participamos eran los tradicionales en el seno del pueblo judío y en el idioma hebreo, empero con ritmo y música africanos. En el centro de la sinagoga se encuentra un rollo de la Torá dentro de una caja que pertenece a la aldea y cada lectura es acompañada por una gran emoción. Los Abayudaia, a pesar de encontrarse muy distantes de cualquier comunidad judía intentan cuidar todos los preceptos del judaísmo y se casan entre sí.
Para mí, este despertar judío en tierra ugandesa es un milagro. Generalmente pensamos que el despertar judío se da allí donde ya hay judíos, pero en Uganda no los había cuando la tribu Abayudaia descubrió el judaísmo, y hasta el día de hoy se trata solamente de unas decenas de familias. En segundo término, este fenómeno se origina en un líder carismático, lo cual nos enseña que no se necesitan ejércitos para establecer una creencia o difundirla. Abraham Avinu y Sami Kakangulu eran personas individuales, ambos llevaron adelante revoluciones espirituales, descubrieron la fe judía, abandonaron otras creencias y lograron inculcar el judaísmo a sus seguidores. Ese es el poder de un líder. Sin embargo, en este caso, a la figura singular del líder se le suma la presencia de "Iosef el jerosolimitano" quien por casualidad llegó desde Jerusalém a esa región para transformarse en una especie de "Eliahu HaNaví" (Profeta Elías) de la tribu Abayudaia.
Me parece que los Abayudaia comenzaron su derrotero como buscadores de judaísmo y no de judíos. Su interés por el judaísmo se basó en móviles de índole espiritual, teológica, bíblica y religiosa, sin mediar consideración social alguna o la intención de conectarse con el pueblo judío o el Estado de Israel. Esto forma parte de una nueva categoría en formación y expansión a lo largo y ancho del mundo, de búsqueda del judaísmo por parte de pueblos, grupos e individuales que descubren el camino judío y buscan adoptarlo como su religión y forma de vida.
A final de cuentas, el famoso "Plan Uganda" que ofreció el Ministro de Colonias británico Joseph Chamberlain a Herzl y provocó enconadas discusiones y debates en el sexto congreso sionista de 1903 no llevó a la fundación de un estado judío temporario o permanente en tierras ugandesas, pero en su lugar, nacieron allí nuevos judíos. En vez de un país judío nació una tribu judía. Esto nos enseña que no hay sitio vacío de la Divina Presencia y no hay (casi) lugar en el mundo en el que no haya judíos y buscadores de judaísmo.