Hubo un tiempo que la así llamada Guerra Fría (1945-1991) era fácil de interpretar: de un lado los “buenos” (el Capitalismo Occidental) y del otro los “malos” (el Comunismo Soviético).
Las “pequeñas” escaramuzas coreanas y vietnamitas eran minúsculas si se las comparaban con las terribles consecuencias de una Guerra Caliente con armas atómicas y de hidrógeno.
Finalmente el Imperio soviético se desintegró y después de 10 años (1991-2001) de relativa pero hegemónica pax americana estalló lo que Huntington denominó en su libro el “Choque de Civilizaciones” que Oriana Fallaci se animó a corregir con su título “Civilización y Barbarie”.
A partir de la destrucción de las Torres Gemelas de New York el mundo comenzó a romper el esquema unilateral de poder global para pasar a una estructura multilateral donde imperan las deslealtades, las ambivalencias y las contradicciones.
Es el momento de recordar una de las famosas frases del Cardenal Richelieu, el Ministro plenipotenciario del Rey Luis XIV que decía: “¡La traición es cuestión de fechas!” Este nuevo orden internacional surgido es aprovechado por toda una gama de aspirantes a ocupar los espacios vacíos de poder, desde las formaciones islamistas terroristas hasta los estados ultranacionalistas con ambiciones territoriales y/o regionales desmedidas.
Una serie de Frankensteins, desafiantes del orden natural, han creado seres que luego habrán de convertirse en incontrolables monstruos algunos, sumisos asesinos otros y peligrosos imberbes unos pocos que juguetean con misiles y cabezas nucleares amenazantes. (Frankenstein-Mary Shelley-1818).
En este escenario es útil mencionar el artículo del Profesor David Schabelman publicado el 26 de Junio de 2017 en el Diario de Cuyo (Argentina) donde resalta que “Navegamos en un océano de incertidumbres en el que hay algunos archipiélagos de certezas”. “Actualmente esas certezas se han reducido notoriamente y una mirada al mundo que nos rodea nos muestra que el océano de incertidumbres es hoy más grande, tanto en el orden nacional como en el internacional”.
Los desencuentros de occidente con la Rusia pos soviética comenzaron con el avance militar de la NATO hacia la frontera rusa con la intención de rodearla aprovechando la aparente debilidad en la que se encontraba debido al resquebrajamiento del imperio soviético.
Así es como la NATO apostó sus tropas en Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y el paso siguiente hubiera sido Ucrania, sino fuera por la reacción de Rusia que contraatacó quedándose con Crimea y el este ucraniano.
Con Obama en la Presidencia desde el 20 de Enero de 2009 y su ambiguo discurso brindado en la Universidad de El Cairo (Egipto), los Estados Unidos comenzaron un lento pero inexorable repliegue como “Gendarme del Orden Internacional”. Retiró sus tropas de Afganistán con lo cual les dejó nuevamente el campo abierto a los talibanes para que puedan atacar al débil gobierno recién formado y a su inexperto ejército en pleno aprendizaje militar.
La estrategia de EE.UU para Irak fue peor todavía, pues en la retirada abandonó armamento sofisticado y gran cantidad de municiones a los novatos soldados iraquíes que dejaron todo abandonado ante el avance de los yihadistas de AlQaeda primero y el Estado Islámico después. Años más tarde y gracias a una coalición internacional liderada nuevamente por Estados Unidos se pudo retomar Mosul, la segunda ciudad de Irak, totalmente destrozada.
En el Oriente Cercano la diabólica coyuntura es más compleja todavía. La “Primavera Arabe” desembocó en el peor “invierno árabe” que se haya conocido. Una vez más Obama desprotege a Mubarak, Presidente de Egipto, uno de sus mejores aliados, para entregar ese país a su peor enemigo, la Hermandad Musulmana, derrocados luego por el más confiable General Sisi.
A Siria, Obama directamente la entrega servida a Rusia, Irán y Hezbala cuando retrocede sin cumplir con la llamada “línea roja” por los ataques realizados por el dictador Assad con armas químicas sobre Alepo, lo que condujo finalmente a la pérdida definitiva de la ciudad rebelde.
Puede afirmarse que Siria actualmente está dividida en dos; la zona costera controlada por Assad y sus protectores rusos y la parte oriental subordinada a una coalición liderada por los EE.UU cuyos objetivos son la lucha contra el Califato Islámico con base en la ciudad de Raqqa. Los aviones rusos y norteamericanos se están viendo cara a cara y a raíz del derribo de un avión sirio que estaba atacando a los kurdos, aliados de Estados Unidos, Rusia rompe el “convenio de comunicaciones” por lo que en cualquier momento, ahora incomunicados, pueden enfrentarse entre ellos con consecuencias inimaginables.
En el sur de la Península Arábica coexisten dos tipos de guerras; una guerra caliente de Arabia Saudita y sus aliados suníes (con el apoyo de Estados Unidos) contra los Hutíes chiitas de Yemen (asistidos por la República Islámica de Irán) y una guerra fría directa entre Arabia Saudita e Irán por el dominio regional. Lo paradójico del caso es que Estados Unidos es socio de Irán en la lucha contra el Califato Islámico (ISIS) en Siria y, paralelamente es aliada de Arabia Saudita contra Irán en la guerra del Yemen.
¿Se entiende esta “brillante” estrategia heredada de Obama que, por si esto fuera poco, firmó un tratado de armas nucleares con Irán que anula las sanciones y devuelve 120.000 millones de dólares embargados a un país que denomina a USA como el “Gran Satán” y al Estado de Israel como el “Pequeño Satán” a quien promete destruir y borrar del mapa?
Esta frágil situación de guerra fría inter islámica entre suníes y chiíes ha desembocado en la creación de una especie de “NATO” oriental para contener el avance regional del Estado terrorista de Irán que tiene como protagonistas a Arabia, Egipto, los Emiratos y Jordania y, como otra especie de inaudita “extra NATO”, con el que fueron enemigos durante casi 70 años, el Estado de Israel ya que, “el enemigo (Israel) de mi enemigo (Irán) se convierte en mi amigo”, un viejo apotegma que se ha aplicado infinidad de veces, especialmente contra la Alemania nazi entre EE.UU y la URSS durante la 2ª. Guerra Mundial.
Los palestinos han quedado sometidos a un nuevo dilema existencial: mientras sigan recibiendo ayuda de Irán perderán el apoyo de sus hermanos árabes de la “NATO” oriental y sus anhelos de independencia de la “ocupación israelí” se verán inevitablemente frustrados, sin siquiera tomar en cuenta los odios irreconciliables entre los de Ramallah y los de Gaza.