Audio por Marlene Himelfarb
En los días en torno al Black Friday, las redes sociales se llenaron de ofertas, pero también de referencias al supuesto origen de esta celebración en el mercado de tráfico de esclavos en EE.UU. Ilustraba el “post” una foto de seres encadenados que participaban en una jornada de descuentos excepcionales para llevarse a casa un ser humano. Los que compartieron esa información son personas conscientes de que hubo una Guerra de Secesión que acabó con la esclavitud, por lo que la foto fechada en 1904 no podría ser cierta. Tampoco intentaron consultar por otros medios la veracidad de la historia difundida. No vamos a desvelarla, sino las claves de su éxito para viralizarse.
El secreto no es la verosimilitud del mensaje, sino el caldo de cultivo. En un medio de transporte atestado o cualquier otra acumulación de gente en un espacio reducido, nuestros oídos están sometidos a múltiples estímulos sonoros simultáneos, pero algunas conversaciones pueden captar nuestra atención. Somos capaces de aislarlas y entenderlas sobre un mar de ruidos de fondo porque dichas palabras vienen a confirmar creencias previas, como la coincidencia entre el aspecto de una persona y cómo ésta se expresa, cuáles son sus ideas políticas y prejuicios, etc. Inconscientemente seleccionamos aquello que confirma ideas ya establecidas.
Antes de la era digital, muchas patrañas se transmitían en forma de libro o panfleto, por ejemplo, el redactado por la policía secreta zarista titulado “Los Protocolos de los Sabios de Sion”: no sólo aún hay gente que lo lee y cree a pies juntillas lo que allí se narra, sino que han escrito tesis doctorales afirmándolo (entre ellos, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbás, en sus estudios en la extinta Unión Soviética). Más al sur, el libelo sobre el plan secreto de los israelíes para conquistar la Patagonia (la mayor “nevera natural” del mundo, para especular almacenando alimentos mientras el resto de la humanidad pasa hambre), no sólo sigue vivo 60 años después de su primera difusión tras la detención en Argentina del criminal genocida Eichmann, sino que se ha propagado a Chile e incluso a Centroamérica (allí conocido como Plan Sefardia, en lugar de Andinia).
No hay un arte o receta para la mentira. El secreto de su implantación estriba, como en la industria de los “fake news”, en a quién hacérsela llegar. La falsedad puede nacer como una simple broma. Es la interpretación del receptor quien le da forma, adorna y contextualiza con una ideología que se suele instrumentalizar para objetivos políticos. Hay historias como esas para dejar muy mal parados a todos los colectivos y nacionalidades, como el citado caso del Black Friday y los prejuicios antiamericanistas. La fe (no necesariamente religiosa) no sólo nos brinda verdades absolutas con las que construirnos, sino también fundamentos para creer mentiras plausibles.