Mezclar religión y política resulta bastante complejo sobre todo cuando los países occidentales pretenden continuamente hacer la separación entre iglesia y estado. Este asunto se vuelve más complejo cuando hablamos del Estado de Israel, un estado para los judíos, donde religión y política van de la mano.
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Columnistas - Halajot en la Actualidad
Rav Daniel Shmuels
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Rav Daniel Shmuels nació en Bogotá, Colombia. Psicólogo de la Universidad Nacional de Colombia, psicoanalista del Lacanian School of Psychoanalysis e hizo sus estudios rabínicos en el Rabbinical College of America. Fue First Assistant Rabbi para Ohev Shalom al igual que para el Chief Rabbinate of Florida. Fundador del Beit Din of South Florida, miembro de los Batei Din of America. Tradujo y editó el libro “Bienvenido al Judaísmo: Una Guía al Judaísmo Básico y la Conversión Judía Ortodoxa”. Actualmente es el Head Rabbi de la Keilá The Private Shul of South Florida.
¿Dónde quedan los demás?
2020-07-08Los judíos hemos desafiado todas las definiciones de pueblo o nación porque carecemos de una raza única, una cultura unánime y una historia común a todos. Las diferentes razas, las variaciones en costumbres culturales y las diferentes historias han sido abrazadas por todos de igual manera a través de los siglos y más allá de ello tenemos el común denominador, que todos nosotros compartimos, el derecho eterno sobre la tierra de Israel. Sin embargo, aproximadamente, por los últimos tres mil años la mayoría de judíos no han vivido o si quiera puesto pie en ese territorio que llamamos nuestra tierra.
Los sucesos de la Segunda Guerra Mundial facilitaron la creación de un “Estado Judío”, donde todos los judíos del mundo pueden automáticamente ir a radicarse permanentemente en la así llamada Tierra Prometida. Así mismo, la gran mayoría de judíos vieron en este gigantesco paso la posibilidad de un verdadero retorno al anhelado sueño de regresar a la tierra de nuestras raíces. De cualquier forma, la creación del estado como tal implica una filiación religiosa específica; vale decir, ser judío. Como consecuencia de esto, la pregunta inevitable; a saber, ¿quién es judío? Y para responder dicha pregunta, ¿qué institución debía dar esa respuesta?
Si bien, la respuesta dada fue entregada por el gobierno creado, el verdadero origen de la misma pertenece a la hegemonía de la ortodoxia. La respuesta simple y sencilla, un judío es todo aquel que haya nacido de una madre judía o se haya convertido al judaísmo. No dice nada más. No dice que haya sido una conversión ortodoxa ni que la madre tiene que ser observante de los preceptos del judaísmo. Obviamente todo esto sigue en debate y a nivel histórico existen tres casos muy significativos a nivel gubernamental que han puesto en tela de juicio y en desacuerdo tanto al gobierno como al Gran Rabinato de Israel.
De acuerdo a la Torá, somos judíos porque Dios nos escogió para ser Su “Preciado tesoro entre todas las naciones (...), un reino de sacerdotes y gente sagrada” (Ex 19:5-6). Somos judíos porque Dios nos escogió para jugar el papel central en la implementación de Su propósito en la Creación; es decir, guiar nuestras vidas de acuerdo a Su voluntad y desarrollar una sociedad y una comunidad mundial que refleja su bondad y perfección. La base para este desarrollo es la Torá, ella es el concepto de realidad comunicado por Dios al hombre, la Torá es la descripción del mundo perfecto que el Creador concibió en donde detalla la manera como el Creador de la Vida desea que esta sea vivida.
Todo lo anterior parecería definir nuestro judaísmo por nuestra religiosidad. Somos judíos porque nos adherimos a las creencias y prácticas comandadas por la Torá. Empero, la Torá misma nos dice que no es así; paradójicamente, es la bondad y perfección de Dios la que nos da la última palabra acerca de quién es judío cuando dice: “(Dios) reside entre ellos en medio de sus impurezas” (Lev 16:16). Es decir, la relación de Dios con Su pueblo continúa a pesar de su buen o mal comportamiento. Un judío es judío así no cumpla con los Mandamientos establecidos por la Torá. Para encuadrarlo en nuestra sagrada Halajá, el Talmud en la Masejta de Sanhedrin 44a dice: “Un judío, aún cuando haya transgredido, sigue siendo judío”.
Desde mi perspectiva, esto resuelve toda duda acerca del judaísmo de todos los judíos del mundo. Si partimos de la base que la ortodoxia establece el judaísmo de los judíos; entonces, simplemente podemos decir que todos aquellos nacidos de madres judías o convertidos al judaísmo son judíos, cumplan o no. Esto resulta maravilloso en tanto la ortodoxia siempre se apuntala en edictos autoritarios del Talmud. Entonces, si el reclamo es que los conservadores y los reformistas no son judíos porque no siguen los lineamientos de la Torá, ¡no hay problema! Tanto la Torá como el Talmud legislan que a pesar de no observar, siguen siendo judíos.
En este momento estamos llegando a ser 14.7 millones de judíos en el mundo pero ese número no indica que todos somos ortodoxos y las estadísticas tienden a ser confusas cuando de israelíes se trata al igual que con los judíos estadounidenses. El asunto apunta a que la gran mayoría no son ortodoxos; de hecho, se identifican como conservadores o Masortí en Israel y reformistas. Pero, a qué punto quedan relevados ellos cuando las leyes gubernamentales respaldadas por el establecimiento ortodoxo determina que sólo madres judías “ortodoxas” y conversos “ortodoxos” (las comillas significa que se trata de aquellos a quienes la ortodoxia considera suficientemente ortodoxos para ser considerados ortodoxos) pueden ser considerados judíos.
Si todos somos judíos por qué las ayudas gubernamentales a instituciones religiosas conservadoras y reformistas reciben sólo medio por ciento mientras que el resto va a las ortodoxas. Una pregunta que me surge todo el tiempo es, ¿por qué los conservadores y los reformistas no tienen derecho a llevar a cabo servicios y lecturas de la Torá en el Cotel? No somos todos judíos y no anhelamos todos regresar a la Tierra Prometida. Entonces, ¿por qué unos sí tenemos derechos a todo y por qué los demás no? Hablé de la compasión de Dios, de Su bondad y perfección como ejemplo a seguir dentro de nuestro judaísmo, lo que veo, como humano, como judío ortodoxo observante, como rabino y líder comunitario frente a los otros movimientos de judaísmo es una falta de compasión e igualdad por parte del gobierno israelí a manos de la ortodoxia y el Gran Rabinato.
Dudo que veamos pronto una solución equitativa para estos derechos civiles que deberían representar a todos los judíos, incluyendo a los conservadores y reformistas. Matrimonios, divorcios, conversiones y ley de retorno en igualdad para todos los judíos.
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