Por gracia de Hashem, nací Cohen, un privilegio inestimable que he tratado y trato de justificar todos los días de mi vida, por lo que me mantengo cuidadoso, observante y practicante del culto y sus preceptos, y en particular, del Shabat, las Mitzvot y las fiestas mayores.
Este año, y con la cautela propia que impone la contingencia sanitaria por el masivo contagio del virus Covid-19, viajé a Medellín junto con mi amorosa esposa Sarita, a conocer a nuestra nietecita Victoria, coincidiendo el viaje, con los días de celebración de la fiesta de Rosh Hashaná en que advino el año 5781, el que de seguro será de grandes retos y desafíos, pero también de grandes oportunidades para el pueblo hebreo y para todos los pueblos del mundo.
Estando en esa bella ciudad, construida con el empeño y esfuerzo de sus pujantes habitantes, algunos de ellos descendientes del pueblo de David, fuimos invitados a participar en los oficios religiosos de la Sinagoga de la Comunidad Judía de Antioquia, ubicada en el municipio de Bello, a los que por medidas preventivas de bioseguridad, inicialmente asistí en compañía de mi hijo Sammy, al rezo de Shajarit Yom Tov el día domingo 20 de septiembre a las 8 a.m.
El rezo fue dirigido por dos Hazanim, de voces claras, profundas y entendibles, y con la participación de 50 hombres, los que con el mayor rigor, recogimiento y devoción siguieron y participaron al pie de la letra todo el rezo.
Las bendiciones del oficio fueron pronunciadas e impartidas por el señor Rabino Elad Villegas, en un español sonoro, así como fueron las notas profundas y afinadas de su toque de shofar.
El culto culminó pasadas 12.30, y ojalá que nunca hubiera terminado, dada su solemnidad, hondura y recogimiento. Debo confesar que terminé sorprendido, conmovido y admirado con tan bello oficio, y con la organización de tan piadosa cofradía judía, tan judía como la más judía de las judías.
En la tarde del mismo domingo, a las 4 p.m., tuve un segundo encuentro, esta vez, en compañía de mi esposa Sarita, mi hijo Sammy y mi nuera Maria Clara, al que asistieron más de 40 mujeres de la comunidad judía de Bello, y en la que nuevamente se escuchó el toque hondo y sobrecogedor del shofar. Como en la mañana, el rezo de la tarde fue solemne y riguroso, en que los asistentes sentimos la presencia de Hashem.
Estas líneas las escribo para compartir tan grata experiencia religiosa en la fiesta de Rosh Hashaná en la Sinagoga de Bello, Antioquia, y para dar testimonio de la hospitalidad, la generosidad, la organización y del rigor religioso y espiritual de su Comunidad, de la que tanto había escuchado hablar por su apego a la Torá, pero que no había podido conocer ni bien imaginar.
Me valgo de estas desordenadas ideas y letras, para agradecer al señor Rabino Elad, y a los dirigentes y miembros de la Comunidad Judía de Antioquia, la manera fraterna y generosa como nos recibieron y acogieron, así, como para manifestarles mis expresiones de reconocimiento y admiración, por la manera fiel, esmerada y ortodoxa como siguen la Tora y las costumbres y tradiciones del pueblo de Israel.
Agradezco a Hashem, por haberme permitido compartir en compañía de mi familia, el privilegio invaluable de haber podido conocer a mis hermanos judíos de Bello, Antioquia y a su ejemplar sinagoga y organización comunitaria.
Kadima, Comunidad Judía de Antioquia.