2024-11-25 [Num. 1010]


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Artículos  - Comunidad Colombiana

Roberto Gerstenbluth

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Por Roberto Gerstenbluth
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Una aproximación matemática a la “Guerra de la galaxias”

2015-07-09

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Nuestros textos y su exégesis son prolíferos en la producción en torno al tema de liderazgo. Se discute sobre los diferentes modelos a seguir y sobre las responsabilidades que un líder debe tener. Como digo, el material disponible es amplio y está todo a la mano de un clik o de una breve charla con el rabino de confianza.

El punto es que nuestro pueblo, por definición es gregario. Desde los albores de nuestra historia hemos vivido en comunidad y por siglos hemos tenido que diseñar modelos de convivencia colectiva en donde muchos entregamos a pocos la responsabilidad de orientar nuestra vida compartida. Se genera un contrato de voluntades y una división del trabajo que ha mostrado ser bastante eficiente pero que también tiene espacio para mejorar.

Es interesante, porque una de las peculiaridades que tiene este esquema, dentro de nuestro pueblo, es que pese a que unos ocupan una silla en una Junta Directiva, y eso les da una categoría especial. Otros se congregan en torno a una institución (religiosa, educativa, deportiva, cultural o de cualquier otra naturaleza) confiando en que, gracias a una visión compartida, la vida comunitaria se hace rica, creativa y feliz para todos.

En las últimas semanas, en nuestro medio, este contrato de voluntades ha hecho crisis. Se denominó como “Guerra de las Galaxias”, en una columna anterior en este mismo boletín.

Es posible que estemos frente a una crisis diferente.

Como en la conocida historia del florero de Llorente, acá lo que parece ser el fondo del problema no es más que el interruptor de la luz que permite ver el problema real: Nuestros líderes electos están defraudando la confianza que hemos depositado en ellos y están actuando por el engrandecimiento de sus agendas personales y no por el mejoramiento de la calidad de vida y felicidad comunitaria. Tienen una visión errada sobre las necesidades de sus congregantes y sufren de un muy bajo umbral para tolerar la autocrítica.

Veamos, mi formación universitaria es en Ingeniería, entonces ¿Qué tal si pudiéramos recurrir a las matemáticas para explicar lo que digo?

Una función, en matemáticas se define como la relación que existe entre dos variables. La variable Y, que también se conoce como f(x) – léase “f de equis” – o entiéndase  “el comportamiento de Y determinado por el comportamiento de X. Por ejemplo, todos sabemos que la velocidad está determinada por la distancia recorrida en un cierto tiempo. Menor tiempo para cubrir una distancia, significa mayor velocidad y así.

Entonces porque no proponemos una ecuación para explicar la relación que debe existir entre un directivo comunitario y sus responsabilidades (lo vamos a llamar f(x)) y sus congregantes y sus necesidades (los vamos a llamar x).

La ecuación f(x) = x2, usualmente describe a una parábola, eso es un tecnicismo sin importancia. Pero quizás pueda describir la relación entre el liderazgo comunitario al que se le asigna la responsabilidad de manejar una institución colectiva y aquellas personas que deciden congregarse en torno a esta institución, que como ya vimos puede ser de diversas naturalezas o con diferentes misiones.

Como buen enredo matemático acá debemos poner un supuesto, para que funcione: Supongamos que el proceso electoral, mediante el cual se designan estos dirigentes es realmente democrático. Mediante el voto universal y con pluralidad de candidatos. Realidad que tal vez sea dudosa en nuestra pequeña comunidad, pero como es un supuesto, lo vamos a aceptar como real.

Como dijimos x, serán los individuos y sus necesidades. Aquellas personas que se congregan en búsqueda de un bienestar compartido.

f(x), serán los dirigentes comunitarios, junto con las tareas que deben cumplir y el bienestar que deben asegurar para sus congregantes.

En primer lugar nótese que el trabajo del dirigente comunitario queda sujetado a la respuesta que debe brindar frente a las necesidades de sus congregados. NO EN EL SENTIDO CONTRARIO.

En segundo lugar se destaca el gran poder que el congregante tiene frente a su dirigente. ¿Por qué? Porque un cambio en las necesidades del congregante, debe generar un cambio “al cuadrado!” en las responsabilidades y tareas del dirigente.

El congregante está en libertad de modificar sus necesidades sin previo aviso. Tiene derecho a manifestar inconformidades con el sistema. Incluso, si fuera su deseo tiene derecho a abandonar el sistema.

Por su parte el dirigente comunitario está obligado a reaccionar, con sabiduría, y modificar sus responsabilidades y sus tareas en una proporción igual “al cuadrado!”  de las necesidades de sus congregantes.

Si la ecuación funciona, el producto final es felicidad. La institución funciona, los congregantes se sienten representados por sus líderes y con su felicidad compensan el esfuerzo realizado por quienes han sido electos para tomar decisiones.

Este modelo, sin duda, no tiene espacio para reacciones impulsivas. Una reacción, de este tipo automáticamente entra en contra vía del modelo. Su producto invierte la ecuación. Produciendo una disminución en la felicidad.

Entonces, mas allá de estas elucubraciones matemáticas, que seguro alguno de mis profesores de cálculo refutaría con facilidad o alguno de los expertos en ciencias sociales que leen esta revista reventará de risa al leerlas, la conclusión es simple:

El líder comunitario y su tarea se determinan en función de las necesidades de su gente. No en función de sus agendas personales y privadas.

Su principal obligación es generar felicidad, para sus congregantes. No reconocimiento narcisista para su propio ego.

El congregante tiene derecho a tener un comportamiento peculiar y aleatorio. Es obligación del líder comunitario saber interpretar estas necesidades y sus variaciones.

Entonces, finalmente, al iniciar este periodo de vacaciones y al enfrentarnos a un nuevo ciclo de reflexión, inspirado por nuestros Yamim Noraim, quizás quienes generaron esta “Guerra de la galaxias” y que hayan llegado al final de esta intrincada lectura, encuentren la paz mental y la armonía espiritual que se requieren, para entender y aceptar que en este incidente NO produjeron nada bueno. Que las pérdidas superan a las ganancias y que gracias a Dios, siempre hay tiempo para corregir.



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