“El diamante es una piedra preciosa de gran valor que tiene un elevado poder de refracción y reflexión” (Salvat). Es conocido como el mineral más duro y persistente que puede cristalizar hasta en dodecaedros y tallados en muchos más.
La analogía que hemos de utilizar entre el diamante y la democracia israelí se relaciona a las últimas elecciones, las cuartas en dos años y medio, pues hemos tenido información que ninguno de los candidatos y/o partidos políticos electos (creemos que doce) ni de los votantes, no solo no salieron conformes sino que han quedado defraudados. Aparentemente nadie de los que han logrado superar el 3,5 % de los votos podrá conformar un gobierno estable con la mayoría requerida de 61 Representantes para la Kneset (Parlamento).
Entonces cunde el pesimismo pensando que habrá que ir inevitablemente, a una quinta elección que nadie quiere y tratará de evitar. Pero ya lo dijo esa gran mujer que fue Golde Meir, una de las primeras del mundo en gobernar un país democrático como Israel: “El pesimismo es un lujo que un judío nunca se puede permitir”.
Asimismo nos encontramos en la Semana de la Fiesta Judía de Pesaj (Pascua), en la cual desde hace 3333 años, festejamos la liberación del Pueblo Judío de la esclavitud que sufría en Egipto. Para irradiar un poco de optimismo a la ciudadanía y a los líderes israelíes hemos indagado en la obra de Johann Wolfgang von Goethe, un gran filósofo, poeta y dramaturgo alemán, admirador de las ideas filosóficas del admirable pensador judío sefaradí Baruch Spinoza (mientras los nazis quemaban los libros de Spinoza, este seguía vivo en los libros de Goethe). En su libro “Conversaciones con Goethe”, escrito junto a su discípulo Johann Peter Eckermann, declara: “La verdad puede ser comparada a un diamante cuyas luces brillarán no solamente de uno, sino de varios lados”.
Siguiendo esta consigna, cada una de las propuestas y proyectos en las últimas elecciones de Israel son verdades cuyas diferentes “luces”, repartidas y multiplicadas, emanan del mismo diamante que sería la democracia del Estado de Israel. Cuando creemos saber algo de ella, comprobamos que sabemos muy poco.
Y Goethe agrega: “No podríamos hablar de Shakespeare: siempre sería muy poco”. El Estado de Israel es un Kibutz Galuiot (Reunión de Diásporas) que ha logrado consolidar un país próspero y único que funciona demográficamente (casi 700.000 judíos en 1948 – casi 7.000.000 actualmente), económicamente (Divisas 2019 – u$s 130 mil millones/ 2020 – u$s 173 mil millones en pandemia), sanitariamente (en avanzada vacunación contra el “Corona”), militarmente (Potencia del Medio Oriente) y en felicidad de sus habitantes (entre los primeros del mundo). Veamos algunos de los colores de las luces del diamante:
Benjamín Netanyahu obtuvo con su Partido Likud de centro derecha 30 mandatos, lejos del siguiente, el centrista Yair Lapid del Partido Iesh Atid, con 18 parlamentarios. El primero es por naturaleza un hombre pro activo que ha conseguido, en sus muchos años como Primer Ministro, variados beneficios para el país tanto en lo Interno (economía, seguridad, tecnología) como en las Relaciones Internacionales (fluidas conexiones en general pero en especial con los gobernantes de las Potencias Mundiales como Putin de Rusia, Xi de China, Trump y ahora Biden de Estados Unidos.
El segundo, Lapid, es un destacado periodista y político que junto con sus seguidores pretende que Netanyahu, al tener juicios por corrupción en marcha, moralmente debería dejar el cargo.
Estos mismos conceptos son esgrimidos por Benny Gantz, un General retirado que estuvo con Lapid, al que traicionó políticamente para formar Gobierno con Netanyahu.
Avigdor Liberman, cuyo Partido Israel Beiteinu está mayormente integrado por inmigrantes judíos de Rusia, quien enarbola una consigna de reciprocidad muy valiosa: “a iguales subsidios, iguales prestaciones”.
Naftali Benet, del Partido Yemina, un nacionalista cercano al Likud pero que cree en el fin de la etapa Netanyahu y quisiera reemplazarlo.
Guideon Saar con su nuevo Partido Tikvá Jadashá, un desprendimiento del Likud que también pretende desplazar a Netanyahu por considerar que este se encuentra en su ocaso definitivo.
Merav Mijaeli, la nueva y joven líder del partido Laborista de centro izquierda que ha logrado revitalizar la participación de este Movimiento que fuera dirigido por David Ben Gurion.
Entre los Partidos Ortodoxos, que sostuvieron durante más de 1.600 años la vigencia de la religión judía, están los Orientales del Shas, los Ashkenazim europeos de Iahadut Hatorá y los Religiosos Sionistas, que así se denominan. Meretz, que representa a la Izquierda (la Síntesis Sionista Socialista) y dos Partidos árabes que encarnan a dicha minoría dentro del Estado Judío de Israel conforman el espectro lumínico de este diamante que deberá ser cuidado por su alto valor en el concierto de las naciones del mundo.
En pocas semanas más se podrá comprobar si las luces del Primer Ministro Netanyahu, con su acostumbrada muñeca política, continuarán irradiando el devenir de Israel o será el conjunto de las luces opositoras las que logren desarrollar un porvenir diferente para este país.