El grupo del ejército de Israel, expertos en la recuperación de gente entre los escombros, fue despedido y honrado hace unos días, por los residentes y otros rescatistas en Surfside.
Fue una tarea difícil y dolorosa, una tragedia que tocó el alma de todo aquel que se enterara de lo sucedido.
Los rescatistas de varios estados del país, como locales, México e Israel trabajaron hombro con hombro, sudaron el mismo sudor y mezclaron sus lágrimas y su cansancio. Ninguno saldrá mentalmente completo.
Laboraron bajo condiciones complicadas: fuertes vientos, lluvias torrenciales, tormenta eléctrica, la amenaza de un huracán y completando éstas calamidades la posibilidad de que la porción del edificio que todavía permanecía en pie, se desplomara encima de ellos.
Aparte de los residentes permanentes, había turistas de Colombia, Venezuela, Brasil, un grupo vino al entierro de un amigo que falleciera de Covid-19.
Un joven brasilero resolvió a última hora quedarse con su novia; una chica pronta a casarse no recibió el permiso de su madre para quedarse con su prometido.
Rescataron a un chico de quince años con su madre quien muriera en el hospital.
Más adelante, cuando pudieron explotar lo que estaba de la construcción, alguien comentó que ahora podrían sacar a la señora que pidió auxilio y quien dijera que estaba con alguien más. Ya era tarde.
Con el Corazón arrugado repito: ¡nadie muere la víspera!