A veces pensamos que las amigas mayores están más cerca del cielo, pero no necesariamente es una regla. Berta Vigoda era de las más “peladitas” del Beit Avot.
Tengo amigas de todas las edades. La edad no es un requisito para entablar una amistad. Hay otras cosas como las vibraciones, la energía que emana cada persona y a veces encontramos amigas mayores o menores, pero con muchas cosas en común. Además cuando son más grandes nos sirven de mamás para darnos consejos gracias a su experiencia y hasta para regañarnos cuando es necesario. Eso me pasó con Berta y con otras señoras que las siento muy cercanas. Son como mis tías.
Comencé a trabajar en el Beit Avot como voluntaria para hacerles compañía y apoyarlas en sus años dorados. Resulta que fui creciendo al lado de ellas y ahora ya entré a la edad dorada.
Allá formamos un grupo de teatro para que tuvieran una actividad agradable y pudieran expresar sus emociones. Berta fue una de las integrantes de ese grupo, que al principio muchos pensaron que era una locura, pero en últimas tuvo una gran acogida. Después de la primera obra y a medida que pasaba el tiempo, cada vez más residentes y personas allegadas a la institución querían participar. Se volvió muy “play” hacer parte de ese grupo heterógeneo en el que nos divertíamos mucho y hacíamos reír al público.
Berta, además de actuar, nos ayudaba mucho con las manualidades para montar la escenografría. A ratos decidía que no quería actuar. En alguna ocasión después de rogarle decidió que ella participaba, pero vestida de hombre. Hizo un muy buen papel. Así transcurrieron varios años en los que compartimos almuerzos, onces y muchas actividades en el Beit Avot, hasta que un día se nos fue. Se fue de este mundo y ahora nos privamos de su presencia física, pero llevo en el corazón ese lindo recuerdo de mi amistad con Berta, una de mis amigas grandes.