Aun si dejáramos a un lado las sangrientas guerras que se desarrollan actualmente en Siria, Irak, Libia y Yemen existen en el mundo otros innumerables conflictos más o menos violentos que se encuentran congelados en el tiempo y en el espacio.
La Isla de Chipre, con choques civiles armados entre las poblaciones griega y turca desde 1964, que fuera finalmente invadida por el Ejército de Turquía en 1974, ha quedado dividida entre ambos pueblos con el agravante de desplazamientos humanos de un territorio demarcado al otro y apropiaciones indebidas de bienes nunca más devueltos o indemnizados.
Kurdistán, una nación que nunca tuvo la oportunidad de declarar su Independencia, negada por las grandes potencias en 1918 finalizada la 1ª. Guerra Mundial, sofocada por el Shá de Irán primero y por el Ayatola Jomeini después de 1979, gaseada por el Régimen iraquí de Saddam Husein, asolada por las persecuciones de Erdogán el Presidente de Turquía y perseguida por los yihadistas del Estado Islámico (ISIS), ha demostrado una valentía sin paralelo en la región al mostrar sus habitantes ser los mejores luchadores contra el criminal Califato islámico desde la heroica defensa de la ciudad de Kobane hasta la toma de Mosul (Irak) y ahora de Raqqa (Siria).
El peñón de Gibraltar, posesión de España que Gran Bretaña está ocupando desde el año 1704, ha sido reclamado desde ese entonces por el Estado español sin resultado alguno.
Las Islas Malvinas (Falkland para los ingleses), archipiélago argentino ocupado en 1833 por los británicos, está siendo demandada su devolución por Argentina (Guerra de 1982 mediante), con pocas perspectivas de ser contemplada.
Las Islas Kuriles de Japón, invadidas por la Unión Soviética al finalizar la 2ª. Guerra Mundial, ha pasado a manos de Rusia luego de la desintegración de la URSS, la cual ni siquiera contempla la posibilidad de dialogar sobre el asunto.
La península de Corea, dividida en el Estado “hereditario” nuclear del Norte sostenido por la República Comunista China, y el Estado Democrático pro Occidental del Sur amparado por las Fuerzas de los Estados Unidos, con el armisticio firmado una vez finalizada la desastrosa guerra de 1950 – 1953, sigue provocando hasta hoy peligrosos momentos de posibles desenlaces bélicos de inimaginables consecuencias humanas y geopolíticas.
Rusia con Ucrania y por Crimea, Armenia con Azerbaiyán por Nagorno- Karabaj, Georgia con Rusia, Chechenia y varias zonas caucásicas, Tíbet con China, Hong Kong con China a pesar del Acuerdo “Un país, Dos sistemas”, Cataluña con España, Escocia con Inglaterra, Bolivia con Chile por la salida al mar, los millones de refugiados diseminados por los continentes asiático y africano, el Gobierno dictatorial de la República Bolivariana de Venezuela que está matando a sus ciudadanos con balas y de hambre, etc., etc. son algunos de los desencuentros y conflictos que asolan a la humanidad y deberían ser tratados con más seriedad por las Naciones Unidas, Europa, los EE.UU., Rusia y China, las actuales supuestas potencias mundiales.
Pero a los poderosos grupos y países mencionados solo les preocupa un conflicto, el palestino israelí que, sin entenderlo siquiera, lo recargan sobre la pretendida culpa de Israel.
El conflicto palestino-israelí: una ventana a la oportunidad
Los árabes de Palestina están asentados en diferentes territorios que nada tienen que ver los unos con los otros: la ANP (Autoridad Nacional Palestina) de la Ribera Occidental del Jordán está enfrentada con la Organización terrorista Hamás que usurpa la Franja de Gaza desde 2007 y Jordania, integrada 70% por palestinos, nada quiere saber con ninguno de los otros dos.
La población electoral israelí se ha “derechizado” en los últimos tiempos pues ha comprobado que los diversos grupos palestinos mencionados no han demostrado el “afectio societatis” unificado para establecer un diálogo con objetivos específicos que solucionen el conflicto. En los Acuerdos de Paz firmados por Israel con Egipto y Jordania, las partes han cumplido con todas las cláusulas establecidas; por el contrario los palestinos desde OSLO 1993 hasta la fecha han proseguido sin pausa con sus políticas agresivas y violentas desde la intifada del 2000, que ha producido 1.000 israelíes muertos y 10.000 heridos, hasta las tres guerras provocadas por el Hamas desde Gaza (2008-2012-2014) que ha perturbado la vida de los habitantes del Sur.
Sin embargo desde la fallida Primavera Árabe del 2011 ha cambiado la geo-estrategia del Medio Oriente con el surgimiento de un enfrentamiento religioso-político-regional entre la República Islámica de Irán y el Reino de Arabia Saudita formándose dos ejes enemigos que giran, la primera con sus aliados chiitas de Irak, Siria, Hezbollah en el Líbano y los Hutíes del Yemen, y la segunda con los aliados sunitas de los Emiratos, Egipto, Jordania y Bahréin.
Qatar, un pequeño principado petrolífero del Golfo Pérsico, ha quedado encerrado entre ambos contendientes por haber querido beneficiarse con el desarrollo de un juego perverso en el que, mientras arrendaba a los Estados Unidos los terrenos para establecer la mayor Base Naval y Aérea del Medio Oriente, solventaba simultáneamente a todos los terrorismos enemigos habidos y por haber (AlQaeda-Califato Islámico-Hamas-Yihad islámica, etc.), además de apoyar a la recalcitrante Hermandad Musulmana, enemiga acérrima del Gobierno del General Sisi, Presidente de Egipto.
El devenir de la historia ha querido que el antiguo amigo de Israel, el Shá de Irán caído en desgracia en 1979, haya sido obligado a dejar su lugar al enemigo más peligroso del Estado de Israel, el Ayatola Jomeini, y el viejo enemigo de los años 1948 hasta hace poco tiempo atrás, el Reino Saudita, se haya acercado a los israelíes pues ambos tienen actualmente un enemigo común, la República Islámica de Irán.
Justamente por lo expuesto puede decirse que desde la Guerra de 1948/49 estos son los mejores momentos en los que israelíes y palestinos podrían iniciar un diálogo sincero sobre cómo debería encararse la solución del conflicto para no volverlo eterno. Aunque también puede estar sucediendo que ambas partes desaprovechen esta situación histórica regional y prefieran el statu quo actual de “ni paz-ni guerra”.
Dos frases recientes pueden servir para abrir “una ventana a la oportunidad”; la de Antonio Guterres, Secretario General de la Naciones Unidas, dirigida a sus propios organismos: “Negarle a Israel su derecho a existir es antisemitismo” y la de Donald Trump, Presidente de los Estados Unidos, dirigida a Mahmud Abbas: “La paz no puede nacer donde se recompensa la violencia. Israel es testimonio del espíritu inquebrantable del Pueblo Judío”.