2024-10-30 [Num. 1006]


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Judaísmo  - Lugares

León Celnik

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Por León Celnik
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Casado con Miriam Tawil y vivo en Bogotá, Colombia. Soy arquitecto, jubilado. Trabajé en el área de diseño y construcción y posteriormente en la industria de grasas y productos químicos en control y arquitectura. Dedico mi tiempo a los temas relacionados con la fotografía y leer y escribir artículos sobre cuestiones de historia judía. Dicto clases de fotografía. Fui profesor universitario en las cátedras de Diseño y Fotografía. Participé en varios proyectos de construcción y diseño de interiores. He viajado por varios países del mundo en Norte y Sur América, Europa, Asia y África.

Por qué, Europa; ¿por qué?

2022-09-21

Diaspora

En el año 1000 EC había alrededor de 40 millones de habitantes en toda Europa, de los cuales, 1 millón eran judíos, o sea el 2,5% de la estadística. Hoy la población del Antiguo Continente es de unos 750 millones, con prácticamente el mismo millón de judíos. Quiere decir, que mientras la población total del continente creció un 1780% (mil setecientos ochenta por ciento), la de los hebreos decreció y apenas llega al 0,1% de esta.

Un artículo de la JTA (Jewish Telegraphic Agency) afirma que la población judía en Europa hoy es la menor en 1000 años. Mil años después, la cantidad de estos sigue siendo la misma. Crecimiento “0” en MIL AÑOS, o sea que efectivamente ha disminuido en vez de crecer. Si todo hubiera sido normal, hoy debería haber unos 19 millones.

Como nota al margen, a principios del s. XX había algo más de 9 millones de judíos en la misma región. ¿Si el régimen nazi exterminó a 6 millones de hebreos, por qué causa 2 millones se marcharon del continente donde estuvieron asentados por dos milenios?

Son múltiples las causas, pero el antisemitismo ha sido, con mucho, la razón de la mayor parte de la emigración. Desde fines del s. XIX precisamente por el surgimiento de los movimientos nacionalistas en el viejo mundo, que pretendían la igualdad de derechos para todos, estos se convirtieron en el motor gestante de la discriminación y la xenofobia que habían de imperar a todo lo largo y ancho de Europa, desde las estepas siberianas hasta las Azores y desde el helado ártico hasta el mediodía Mediterráneo.

En esos aciagos días, donde los Dreyfuses tenían que rendirse ante una justicia acomodada y discriminante, precisamente en el país de la “Liberté, Égalite, Fraternité” solo por el hecho de ser judíos, se instituyó el antisemitismo como algo “políticamente correcto”. Lo propio ocurría en la Rusia zarista, con los “pogroms”, desplazamientos y masacres de poblaciones enteras; publicaciones falsas y maliciosas como “Los Protocolos de los Sabios de Zion”, pulularon, incluso se editan hasta el día de hoy.

Europa, el continente que albergó y presenció el mayor florecimiento histórico de la colectividad a todo lo largo y ancho de su territorio, donde la cultura sefardita originada en España y Portugal engendró grandes eruditos de renombre mundial, grandes influenciadores en la cultura occidental; donde los judíos ashkenazim, descendientes de aquellos que emigraron con las avanzadas del Sacro Imperio Romano Germánico dispersos por la Europa Central y hacia el Este, luego por el resto de la región, fueron una población emprendedora, laboriosa y particularmente ilustrada, también grandes contribuidores de la cultura universal, ese mismo territorio, paradójicamente fue el epicentro de las mayores iniquidades ya citadas, de judíos en toda la historia de la humanidad.

Desalojo y evicción de su ancestral hogar originario primero, derrota, cautiverio y esclavitud, las Cruzadas, los muchos y repetitivos edictos de Expulsión de diversos lugares, las acusaciones infundadas y persecuciones durante la Peste Negra, los guetos (recordar que el mismo origen de la palabra corresponde al primer encierro judío en Venecia), la Inquisición, las masacres de los cosacos y los ya citados pogroms, el holocausto Nazi, la política antisemita del zarismo y a continuación la del régimen soviético, el rechazo a los sobrevivientes del holocausto a su regreso de los campos de concentración, la persecución y desplazamiento de judíos por los países árabes y para rematar, la ola de antisemitismo actual, disfrazado de manifestaciones antisraelíes y por lo general, clara y abiertamente anti judías de las extremas políticas, tanto de la derecha como la izquierda políticas, el BDS (Boicot, Divestment, Sanctions) implementado por los árabes palestinos y el islamismo radical alienando aún más a la población europea, han determinado desgraciadamente las cifras señaladas al principio. Cada calamidad por diferentes motivaciones, pero idéntico fin, el de diezmar, por no decir acabar con la población hebrea de la región. 

¿Cómo es posible que todo un continente se empecine en culpar de cuanto mal ocurre en el mundo a una comunidad, que, aunque entendemos no es perfecta, tampoco es diferente de cualquier otra etnia minoritaria? desde la acusación de “Deicidio”, hace 2000 años, pasando por los libelos de sangre, la de raza subhumana, hasta la actual de “Apartheid”, precisamente lo que en carne propia han sufrido a lo largo de su propia historia, los desdeñados “chivos expiatorios” de la Biblia; las teorías conspirativas; los “sembradores de epidemias” en la Edad Media (por cierto, no ha faltado quien acuse al pueblo judío de ser el causante de la pandemia del Covid-19); el intento de “dominar el mundo”, ficción creada por los zares rusos para justificar y disimular su propia incompetencia y explotación del pueblo y más tarde la execrable exterminación racial por el “Tercer Reich”, con el consiguiente asesinato de seis millones de judíos, ancianos, hombres, mujeres y niños indistintamente.

Injustas condiciones propiciadas por los gobernantes de reducir a este grupo a la condición de ciudadanos de segunda, obligaba a estas comunidades a rebuscar alguna forma de subsistir, ejercer solo las profesiones que eran despreciadas por la población en general, como por ejemplo la de prestamistas, que movían el motor de las economías de los países, ya que la iglesia prohibía a sus fieles el crédito con cobro de intereses y que fue inmortalizado por el arquetipo prejuicioso del “judío usurero”, con el Shylock shakespeariano; y cuando los monarcas y gobernantes de turno vaciaban sus arcas, recurrían una y otra vez a la expropiación de las riquezas acumuladas de los judíos a la vez que los expulsaban de sus hogares cuando no los quemaban en las hogueras de la inquisición.

¿Pero qué tanto aporte a todo nivel del desarrollo le prodigó a ese continente? La respuesta tiene muchos matices. ¿Por qué han sido importantes y necesarios?

Las contribuciones de los judíos a Europa y por extensión a occidente, han sido incalculables e invaluables a lo largo de toda su historia. Ha sido la minoría más longeva establecida en Europa, desde el s. IV AEC en Grecia, hasta hoy. Su influencia moral, ética y filosófica en el desarrollo inicial del cristianismo, con la inclusión del “Antiguo Testamento” a la Biblia Cristiana; la caracterización citadina judía que contribuyó e influyó en el paisaje urbanístico, con ejemplos de grandes barriadas, plazas y calles con sus nombres, muchos filósofos, catedráticos, banqueros y profesionales excelsos en las más diversas áreas, etc.

De un total de 860 personas galardonados con los premios Nobel a la fecha, los judíos han obtenido 211 premios. Esto es el 24,5% de todos los galardonados; solo en Europa, han sido 82 homenajeados con el premio y el 9,5% de los europeos honrados residentes. No se cuentan aquí los emigrados voluntaria o involuntariamente, obligados por persecución y varios motivos de antisemitismo y discriminación, a otros países como los EE. UU., Canadá o Israel. No son pocos. Grandes y renombrados filósofos, ingenieros, arquitectos, médicos, etc. etc. destacan en sus profesiones en este momento en Europa.

A pesar de ello, las poblaciones de estos comunitarios en ese continente, donde han residido y sobrellevado cuanta adversidad han enfrentado por generaciones, continúa en su emigración hacia occidente o Israel, a un ritmo tal que desgraciadamente no quedarán representantes de ellas en los próximos 50 años.

Y entonces, uno se pregunta: Por qué, Europa, ¿por qué?



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