2024-11-22 [Num. 1010]


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Marlene Himerlfarb

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Por Marlene Himerlfarb
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Artículos del autor: 38
Bio:

Colaboradora de los periódicos, El Correo, El Mundo, suplemento dominical El Colombiano, (Medellín), suplemento dominical Estravagario del Periódico el pueblo, (Cali) Revista Carrusel, Elenco y suplemento dominical de El Tiempo, directora de la biblioteca del Colegio Unibán en Apartadó, profesora de literatura infantil en el jardín infantil Consentidos, directora y editora de la revista Hamerkaz, colaboradora de Hashavúa, guión y montaje de obras de teatro en el Beit Avot Participación en la Feria Internacional del Libro en Bogotá, 2017 y 2018 Obras publicadas: historias encontradas 2.004, cuento infantil Elephantus 1/ 2016 y Elephantus 2 en el 2018

Mi mamá, Memorias no olvidadas

2022-10-04

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Se te olvida que no te acuerdas. Se te olvida que se te olvida.

Todo empezó con el olvido. Ahora vivimos del recuerdo…Recuerdo esas vivencias familiares que permanecen intactas en nuestros corazones. Momentos mágicos que vivimos como familia y marcaron nuestras vidas.

El pasado ya se fue, el presente lo estamos viviendo y el futuro está por venir. El presente es ese tiempo que disfrutamos o sufrimos según las circunstancias. Es el aquí y el ahora. Ese tiempo enmarcado entre el ayer que ya pasó y el futuro que está por venir. Entre ese ir y venir de las manecillas del reloj, pasan los segundos, los minutos y las horas que sumadas se convierten en días, meses, años, es lo que llamamos tiempo.

Al comienzo fueron pequeños olvidos. Olvidos que creemos que hacen parte de nuestra vida cotidiana y a veces no les damos mucha importancia. Aparecen y desaparecen en nuestra memoria. Uno que otro nombre se te escapaba de los labios y de tu mente. Esa memoria prodigiosa con la que siempre recordabas las citas importantes, las actividades de tus hijos, los planes que hacíamos en familia, las ideas novedosas y los viajes que planeábamos realizar, casi siempre en compañía de la tía Stella. Tu hermana del alma a la que todavía le cantas en tus anécdotas musicales que repites una y otra vez, tal vez para recordar o mejor retener esas palabras que a veces se te escapan y no te dejan expresar lo que quieres decir. Recordabas las fechas de cumpleaños de toda la familia y hasta los teléfonos los memorizabas. 

Eras una mujer hermosa, inteligente, carismática. De carácter fuerte y corazón grande. Muy justa y caritativa. Siempre pensando en los demás, resolviendo problemas ajenos, ayudándole a la gente a vivir mejor. Una mujer emprendedora que no se rendía ante nada. Fuiste el pilar, no sólo de nuestra familia nuclear, sino de esa gran familia de primos y tíos con la que crecimos y compartimos muchas vivencias. Tu opinión siempre era importante para todos. Donde había un problema, ahí estabas en primer plano tratando de resolver, de dar soluciones.

Ahora que no puedes recordar, nosotros recordamos los momentos lindos que pasamos juntos en familia. Fuiste un ejemplo de estoicismo, fortaleza, siempre lista, atenta a resolver. Nos enseñaste principios y valores. Aprendimos a vestirnos apropiadamente según la ocasión, a combinar los colores y a estar a la moda. Nos enseñaste a comer bien, a degustar los sabores, aunque mis hermanos se demoraron un poco más que yo en aprender a catar ese gusto gourmet. Aprendimos a preparar los mejores platos y a servir la mesa bonita y elegante. Siempre nos decías que había que servir la mesa y usar las mejores cosas como si viniera un invitado especial. Nos mostraste la importancia de mantener la casa organizada por el mismo motivo.

Todavía vives y compartes momentos con nosotros, pero ya no te puedes expresar, no puedes comunicarte. Ya no recuerdas todo o nada. Con tu canto nos cuentas tus anécdotas, pero no podemos saber bien qué pasa en el interior de ese corazón sensible y de esa mente brillante que fue ejemplo para nuestras vidas. Tu interminable canto toca nuestros oídos, pero no sabemos bien que pasa en el interior de esa gran mujer que eres y que te llevó a tocar muchas vidas. 

Ahora no puedes escoger tu ropa, pero papi con ese amor que siempre te ha tenido, te escoge las mejores prendas para que siempre te veas bien. Se ha entregado a cuidarte en una forma valiente para que te sigas viendo tan linda y elegante como siempre.

Eras una mamá maravilla. Trabajabas para obras benéficas, nos llevabas a todas nuestras actividades. Fuiste una madre, una esposa y una abuela de lujo. Todavía me retumban tus palabras cuando me decías: ”Mientras yo esté viva y esté bien nada te va a faltar”. Seguiste viva, pero deambulando sin poder opinar, ni participar activamente de la vida en familia. Caminas sin rumbo fijo, sin un objetivo preciso. Das un paso y otro para llegar a un lugar y tal vez devolverte, sin saber ni por qué, ni para qué.

Recuerdo la pulcritud y el orden para mantener todo organizado en la casa. Nos enseñaste el valor de las cosas y a comportarnos como personas educadas. Al olvidar los recuerdos te dejó de importar el orden que mantenías en la casa. Tal vez veías el arrume de libros que mi papá tenía en el comedor para poder seguir instruyéndose y aprendiendo de la vida, pero quizás ya no te importaba, o no podías reaccionar. Te dedicase a vivir en ese mundo interior tuyo donde cantabas y caminabas y de vez en cuando buscabas contacto con el mundo exterior. 

Nosotros nos casamos, formamos familias, tuvimos hijos. Al comienzo disfrutaste mucho a tus nietos. Te desvivías por ellos de la misma forma que lo hiciste antes por nosotros. Pero con el olvido hasta ese amor se te olvidó.  Lo último que se te olvidó escribir fue Sarah, tu nombre. Lo recordaste hasta el final. También recordabas cómo se escribía ese sonoro nombre. Hacías tu firma hasta que no pudiste volver a escribir. En tus canciones inventadas tarareabas Sarita Mokobodzky.

En tus tonadas también recordaste hasta el final a tu adorada hermana Stella. Una vez mencionaste a Cecilia y la otra Sarah, la negra, con quien te criaste también aparecía. Otras veces les cantabas a tu papá y a tu mamá, pero sin los nombres. Cantabas y contabas interminablemente, repitiendo secuencias de números. Anomia se llama el olvido de los nombres. Fue lo primero que olvidaste. Ya no leías, no restabas, no tejías. Sólo vivías el día a día. Pasaste de ser una persona independiente, autónoma, íntegra, a depender completamente de mi papá, quien con demasiado amor se convirtió en “tu cuidador”.

Era importante que alguien se encargara de ti. De cuidarte, de atenderte, de protegerte. Pero ese cuidado llegó al extremo de no delegar en nadie tus cosas importantes y llegó a convertirse en un peligro. Yo me imaginaba algún día tener que tumbar la puerta para rescatarte si a mi papá le legara a pasar algo y tú no podías ni coger un teléfono para avisar. Al final logramos organizar un cuidado de enfermería para que ambos estuvieran mejor protegidos, pero papi fue muy reacio a tener más personas en la casa. Viste pasar por tus ojos la tecnología, sin entenderla. Te tocaron los primeros celulares cuando se tenía uno por familia. Tu proceso no te permitió tener uno propio y el de mi papá suplía las necesidades de los dos. El computador te tocó de lejos, así como todas esas maravillas tecnológicas que fueron apareciendo, mientras tu olvidabas.

Tengo una gratitud infinita contigo por todo lo que nos enseñaste a mis hermanos y a mí. Hoy en día cuando la gente ya no saluda o no cumple con ninguna regla social, nosotros todavía nos comportamos como nos enseñaste. A la altura de esa educación que nos diste. Para tu nieta mayor, Yael, fuiste un modelo de vida. Cómo te admiraba y cómo sufrió cuando ya no la reconocías y le reprochabas algunas cosas que hacía con su hijo (porque ya no entendías), tu bisnieto Nathan al que no alcanzaste a disfrutar porque ya tu mente no te permitía relacionarte, ni recordar. A Danny lo recordaste por más tiempo, porque era menor y se quedó más tiempo en nuestra casa. Lo veías con más frecuencia y lo adorabas. Pero también se te fue olvidando. A tus nietos de Israel, Alex, Salo y Beck, también los quisiste mucho, pero al estar más lejos, los olvidaste más rápido y con Richie, tu nieto de Miami, no alcanzaste a relacionarte mucho. 

Hasta hace muy poco, papi se dedicó a cuidarte y a atenderte. Era como una deuda de gratitud por todo lo que hiciste siempre por él. Especialmente cuando se enfermó de la próstata y los últimos ahorros familiares los destinaste a su tratamiento. Hasta hace muy poco bailaba contigo en el balcón y siempre mantenía un labial en el carro para que tú misma te pintaras los labios y él te viera rozagante como cuando te conoció.

Por tu enfermedad ya te daba lo mismo pintarte las cejas de café o de rosado. La crema dental te la untabas en el pelo y cosas por el estilo que nos dolían. Cosas de motricidad fina, como usar los cubiertos para comer, lo seguías haciendo bien. Papi se sentía fuerte para respaldar esa salud mental que ya no te dejaba recordar, ni expresarte. Pero un día le empezó a fallar la visión y se acabaron los paseos en el carro que tanto disfrutaban los dos. Al final te llevaba a algún lado y ya no querías bajarte del carro. Esa vida aparentemente tranquila se convirtió en un caos donde ya había otro caos. La enfermedad en sí es algo que afectó a toda la familia, pero más afectó la forma como papi enfrentó la situación. Decidió sobrellevarla convirtiéndose en tu cuidador exclusivo sin ningún tipo de ayuda.

Tu que siempre nos llevabas a doña María, a Villa Alicia, al rodadero de Postobón, a comprar cuadernos y libros a la Procura de la Bolivariana para el siguiente año escolar, a los entrenamientos de natación, a los de fútbol a Michel y a Vivian a sus clases de ballet. A clases de piano, a la peluquería para que nos viéramos más lindas y aprendiéramos siempre a cuidar nuestra autoimagen personal. Nos enseñaste a estar siempre bien vestidos y a la moda para que estuviéramos tan elegantes y bonitos como tú.

Como duele ese olvido. Sigues en la vida y estás presente, pero sin estar. Hasta hace poco nos reclamabas que querías participar de las conversaciones y que no te dejáramos de lado como si no entendieras nada.

Te metiste como en un refugio donde sólo cantabas, sin hablar. Contabas tus anécdotas a través del canto.  Al final ya ni cantabas. Guardabas silencio. No compartías tus pensamientos, si los había. Se te olvidó que éramos tus hijos, pero sonreías cuando íbamos a visitarte y a apoyar a mi papá en esta dura tarea. Se te olvidó ese amor con el que nos pariste, con el que nos trajiste al mundo para formar una hermosa familia. Este fue el recuerdo más lindo que nos dejaste, aunque ya no lo recuerdes.  Todo pasó a ser parte del olvido. A veces le preguntas a papi: ¿por qué no me hablas? Se te olvidaron primero los nombres, después las cosas y después para qué servían las cosas. Se te olvidó preguntar y contestar.

Me parte el alma cuando te veo durante largo rato hojear una revista o hasta un cuaderno en blanco y empiezas a pasar las páginas una y otra vez. Parecería que estuvieras leyendo y entendiendo, pero no. O cuando miras las imágenes en la televisión sin poder seguir el hilo de la historia. Sólo protestas cuando ves escenas que no te gustan. Siento una tristeza infinita cuando te veo tan desvalida y recuerdo a esa mujer fuerte que nos transmitió los principios y valores que les transmitimos a su vez a nuestros hijos y ellos a sus hijos. Siento ternura y tristeza cuando veo a papi atendiéndote como a una reina, pero sin dejarse ayudar por otros, sin delegar, lo que a veces se convierte en un acto casi irresponsable. Además, te mereces la dignidad de ser bien atendida y que él pueda estar tranquilo.

No has perdido el sentido del sabor. Disfrutas aún de la buena comida. Recuerdo cuando íbamos a un restaurante y querías ayudar a llevar los platos a la cocina como si estuvieras en una casa. Seguramente lo hacías por esa actitud de servicio que siempre te caracterizó. Hubo noches en que ponerte la pijama o quitarte los zapatos para que durmieras cómoda era toda una odisea. Papi se convirtió en el mejor “amo” de casa. Cocinaba, lavaba ropa, mercaba, todo con mucho amor y dedicación. Al final aceptó la ayuda de 2 enfermeras y la empleada que siempre estuvo ahí presente. No tiempo completo, pero la mayor parte posible que él permitió. El mismo te suministraba los medicamentos. Hasta que empezó a delegar un poco.

Te amaba con ese mismo amor que te amó cuando te conoció. Escuchaba tus historias y te contaba las de él. Compartieron muchos momentos juntos hasta que ya casi no le podías contestar, pero lo mirabas con ese mismo amor con el que él te atendía. Lo buscabas por toda la casa y cuando lo encontrabas se te veía en tu cara una expresión de tranquilidad y alegría. Cuando yo iba a visitarte y me sentaba a tu lado, no me soltabas la mano. Me agradecías por todo lo que te hacía. Te hablo en pasado porque, aunque estás viva a veces siento que no estás presente.

Hay momentos, especialmente cuando estoy lejos, que me dan ganas de escuchar tu voz, de contarte algo, de pedirte un consejo, como cuando nos los dabas y nos enseñabas cómo ser mejores seres humanos. Tu trato con las personas era especial. Pero ya no hay tiempo. Ya casi todo se olvidó y me duele en el alma cuando me doy cuenta que no te puedo hablar, o te puedo hablar, pero ya no me puedes escuchar. Sin embargo, ha sido un proceso largo y para el tiempo que llevas todavía comprendes algo de nuestro mundo. Cuando no te vienen las palabras, te inventas otras, aunque tú misma no las entiendas.

Se hacen largos los días con sus respectivas noches. Nos duele ver tu silencio a ratos y a ratos ese canto interminable que no te deja descansar. Es como si no pudieras parar.

Primero olvidaste los nombres, después las cosas, te olvidaste de nosotros, aunque siempre estábamos presentes, después te olvidaste del mundo exterior y finalmente de tu propio mundo, ese mundo que fabricaste para continuar tu vida sin molestar a nadie, para habitarlo tú solita. Te mirabas al espejo y ya no reconocías a esa maravillosa mujer que todos quisimos tanto, a Sarita Mokobodzky.  

Terminado el día 19 de junio de 2017



Comentarios de los lectores




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Ida Gutsztat
Muy lindo y lleno de amor ese artículo. Me sacó alguna lágrima ...
Leer más 2022-10-08

VÍCTOR FEFERBAUM
Marlene: Excelente recuento, haces una biografía al reconocimiento pleno a la forma de vida con la dedicación plena de tu Mamá y de la cual me identificó plenamente ya que me parece estar leyendo la b...
Leer más 2022-10-06

Leon Hichman
Muy sentidas tus palabras. Los acompañamos en este difícil momento. Un abrazo solidario. ...
Leer más 2022-10-06