“Toda la humanidad fue culpable durante el Holocausto del segundo pecado original, cometido por acción, por omisión o por una ignorancia autoimpuesta”.
-Jan Karski.
El holocausto es un atroz suceso para la humanidad y para la historia moderna. Sin embargo, hay quienes se atreven a negarlo o a revisarlo, mientras está claro que en los días que estos horrendos sucesos acontecieron, ya muchos lo negaban o lo acomodaban a su disposición.
El mundo occidental, en principio, tiene una memoria histórica con una doble moral, pues su accionar en los tiempos de la Segunda Gran Guerra, dejaron mucho que desear. Es el caso de los Aliados, es decir, las potencias que lucharon en contra de Hitler y su régimen lunático, subnormal, febril y enfermizo, con una profunda incoherencia, perversión y sed inalienable como hambre voraz en contra de la humanidad, en aquel entonces personificada y representada por los judíos, aquellos parias, débiles, desterrados, diferentes, extraños. Entre sus filas, sin embargo, intelectuales y académicos; científicos, literatos, músicos, filósofos, médicos, empresarios, teólogos y rabinos.
Los aliados no hicieron mucho. Hay una deuda en relación con el pueblo judío. Hay una deuda con la historia, una deuda que aún no se resarce completamente. Los aliados tienen un papel irresoluto frente a su participación dentro del genocidio más impío que nuestra historia conoce.
Los aliados, es decir, las potencias aliadas, hubieran podido hacer mucho más por los débiles, los que no tenían voz, los que fueron borrados en vida, como aquellas mujeres, aquellos hombres, niños, abuelos e infantes, inclusive recién nacidos perecieron ante la indiferencia. Mientras que hubo individuos particulares en algunos casos diplomáticos y gente con alcance económico o político, también hubo personas simples que arriesgaron su vida por las vidas de los perseguidos, acallados y dejados en el olvido. Personas que sin importar las implicaciones que pudiese tener su valiente posición frente a la inhumanidad y el desentendimiento por parte de civiles, gobernantes, instituciones y de la sociedad en general; se tomaron la tarea tan en serio que allí mismo perecieron.
Jan Karski, un polaco, un católico, una persona simple, fue quien decidió arriesgar su vida con el simple motivo de informar al mundo de la gran y terrible masacre que estaba ocurriendo en territorio europeo. Y no solo territorio europeo, sino que una nación considerada como una de las más desarrolladas de aquel continente.
En el holocausto definitivamente, no solo perecieron las almas de los 6 millones muertos, sino que también, perecieron, o por lo menos fueron, mermadas también, las almas del remanente que sobrevivió. Pues, sin familia, sin fortuna, sin destino, quedaron los que sobrevivieron. A pesar que, algunos de ellos se convertirían en la nueva generación de líderes de por ejemplo, la naciente nación hebrea, Israel; y también, a los Estados Unidos, Europa y a los diferentes países en otros continentes, en los que también se vería la participación constante y proactiva, asimismo, sobresaliente, por supuesto, de esta nueva generación de líderes judíos que llegaron en un momento determinado a estar casi que totalmente perdidos, pero que, sin embargo, su capacidad de resiliencia y de supervivencia, los convirtiere en esto y en referente, en un sinfín de casos, de la historia contemporánea.
A pesar de la negativa de las naciones aliadas al momento de movilizarse en pro de la vida, el remanente de Israel, “Sheerit Hapleitá”, en hebreo, sería quien se encargase de tomar las riendas de un territorio rezagado por los 2000 años de entre el abandono, la conquista y las diversas disputas y convertirlo en una nación moderna judía, en lo que hacía ya varios años, los pioneros del sionismo habían soñado bajo la idea de un hogar nacional judío que hasta entonces se habían mantenido prácticamente como parias o residentes temporales y hasta atemporales entre las naciones.
¿Pero por qué los aliados no reaccionaron a tiempo frente a semejante genocidio? Pues bien, dentro de las mismas naciones aliadas que combatían al nazismo, se encontraban simpatizantes a esa causa con referencia a la cuestión judía. Por mal que suene y por lo poco correctamente político que fuera, había individuos particulares empeñados en querer mantener un odio gratuito y sutil en contra de los hebreos.
No pocos sabían y entendían la verdadera situación que se vivía en Europa y en específico en los campos de concentración y de exterminio, los mismos que los nazis habían erguido con el fin de erradicar de la faz de la tierra al pueblo de Israel. La falta de sentido común y de conciencia con la cual muchos se tomaron el tema del genocidio judío, hace que, hasta nuestros días, haya un vacío en esta historia. Había un conocimiento profundo en algunos casos de lo que sucedía, con pruebas, testimonios y hasta detalles. Esto se acalló, pues el resultado que esperaban de seguro que era otro, que de hecho tuvieron bastante cerca. Un conocimiento claro y conciso sobre los planes de los nazis para con los judíos y de la misma manera, su plan de hacerlo una realidad.
El mismo ministro británico Anthony Eden lo admitió. No solo él, también personas que fueron testigos oculares de aquel perverso episodio de nuestra historia, hace que hoy haya un pequeño alivio y en el fondo reivindicación con respecto a las víctimas, muchas de ellas, desconocidas y olvidadas, pero, la carencia de memoria ya no hace falta, pues el mundo ya lo sabe, a pesar de que algunos lo nieguen o lo quieran contar a su manera, intentando modificar la historia en la mayoría de los casos, lo que realmente sucedió. El silencio que tuvo el mundo en referencia a la persecución y el exterminio de los judíos en la Europa del terror no significa que esto no haya sucedido, sino que más bien, todo lo contrario. Ratifica qué hubo indiferencia y hubo complicidad asimismo por parte de individuos y de naciones, que a la final ya no pudieron hacer más nada, solo aceptar la verdad y la verdad es y era solo una.
Que hubiese quienes no hayan querido aceptar los hechos como se desarrollaron y el fin que tenían, y más allá de eso, hayan querido ocultar lo que sucedía no significa que no sucedió ni mucho menos que los esfuerzos de quienes intentaron hacer visible semejante situación fueran en vano, pues la memoria de estos es eterna, al igual que la memoria de las víctimas que perdura dentro de Israel y dentro cada judío del mundo, como de la humanidad cercana a esta causa. Además, los nazis y su ideología, tanto sus colaboradores y simpatizantes como también las gentes indiferentes a sus atroces crímenes perecerían en el olvido. En cambio, el testimonio de las víctimas y de los testigos oculares durarán para siempre.