2024-11-21 [Num. 1010]


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Marlene Himerlfarb

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Por Marlene Himerlfarb
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Colaboradora de los periódicos, El Correo, El Mundo, suplemento dominical El Colombiano, (Medellín), suplemento dominical Estravagario del Periódico el pueblo, (Cali) Revista Carrusel, Elenco y suplemento dominical de El Tiempo, directora de la biblioteca del Colegio Unibán en Apartadó, profesora de literatura infantil en el jardín infantil Consentidos, directora y editora de la revista Hamerkaz, colaboradora de Hashavúa, guión y montaje de obras de teatro en el Beit Avot Participación en la Feria Internacional del Libro en Bogotá, 2017 y 2018 Obras publicadas: historias encontradas 2.004, cuento infantil Elephantus 1/ 2016 y Elephantus 2 en el 2018

“Crómicas” de Shabat

2023-08-09

Colombia sobrero vueltiao

Había un evento de la Independencia de Colombia en el parque Ayarcon en Tel Aviv. Los platos de comida que estaban publicitando, se veían muy provocativos, para un colombiano que lleva seis meses, sin probar bocado criollo y que ha sobrevivido a punta de falafel y shwarma.

Las papilas gustativas nos hicieron salivar hasta el punto de querer desplazarnos a Tel Aviv y de pronto encontrarnos con algunos amigos.

Aunque Waze no come, lo invitamos a que nos acompañara. Y gustoso se encendió para enseñarnos el camino. Esta vez Waze se pifió. Nos puso a dar vueltas y nos hacía sacar tiquete del janayá (parqueadero) cada vez que dábamos la vuelta. En total pasamos 3 veces por las talanqueras que se levantaban y aunque era Shabat, que dicen que no cobran elparqueo, cada vez que se subía la vara, hacíamos cuentas de cuánto tendríamos que pagar. Eran parqueaderos que no llevaban a ningún lado. Sólo tocaba atravesarlos para seguirle el paso a Waze.

Llegamos a un kikard (round point) y Waze decía con su armoniosa voz: tome la segunda salida y la segunda salida estaba cerrada y además había una flecha en el piso, apuntando en nuestra dirección, lo que demostraba claramente que estábamos en contravía. Conclusión o moraleja: no se meta. Volvíamos a dar la vuelta y otra vez las varas de los parqueaderos. ¡Y cada vez que pasábamos, salía Pango! No sé por qué, si yo lo tenía en inglés, esa tarde me salía en ivrit. El hambre acechaba.

Estábamos raevim (hambrientos) y nada que llegábamos. Estábamos a punto de desistir, cuando vimos a un adoni (señor) bajarse de un carro con un sombrero, que no portaría ningún israelí. Un sombrero típico llanero, que no cabía duda de que el hombre iba para el mismo evento. Él nos ayudó más que el mismísimo Waze y finalmente pudimos parquear y caminar hacia el evento, donde sonaba la música colombiana y al compás de las notas, la gente se estaba deleitando con la comida típica. Comimos y disfrutamos deleitándonos con los sabores típicos de nuestro país que dejamos hace unos meses. Cuando nos subimos al carro, se seguían subiendo los palos del parqueadero, pero sentimos un gran alivio cuando sólo tuvimos que pagar la módica suma de 24 shekalim.

Espero que no lleguen cartas sorpresa, como llamo yo a las multas o pagos posfechados. Regresamos a la casa contentos de haber ido, pero con un poco de angustia por haber tenido que pagar $50 shekels por un tamal.



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