“O caminamos todos juntos hacia la paz, o nunca la encontraremos”. Benjamín Franklin
Reinos, Imperios y Naciones se desintegran, casi siempre, por enfrentamientos internos entre gobernantes y oposiciones anarquistas que se autodestruyen mutuamente al perder la unidad contractual de su existencia.
El Reino Cruzado de Jerusalem perduró casi 200 años, desde 1099 hasta 1291, año en el que Jerusalem fue conquistada por el Sultán Salah-Din (Saladino), luego de largas batallas entre los islamistas del Cercano Oriente y los cristianos del Reino. Durante todos esos años hubo épocas de guerra y largos períodos de interrupciones bélicas, pero nunca se acordaban acuerdos de paz definitivos ya que la “hudná” era el sistema musulmán de lo que en Occidente es llamada una “tregua” transitoria.
Existe mucha bibliografía referida a este tema, entre ella cabe mencionar el libro “Las Cruzadas” del historiador británico Hilaire Belloc, donde describe no solo el desarrollo de los acontecimientos en Tierra Santa sino también los diversos motivos que finalizaron con el fracaso de dicha ideología en su enfrentamiento con la otra ideología, la coránica, manifestada en la unidad geoestratégica encarnada por el ya mencionado Saladino, Sultán de Egipto y Siria, y sus combatientes mamelucos conformados por “esclavos-guerreros” dirigidos por los árabes musulmanes.
Existen historiadores que describen la caída del Reino Cruzado de Jerusalem basándose en su descomposición interna. Dicho Reinado estaba interna y externamente circundado por habitantes musulmanes: agricultores, criadores y artesanos dentro del propio Reino y Fuerzas dispersas armadas en los alrededores de la zona donde los Barones cristianos habían construido sus Castillos, aparentemente inexpugnables.
Desinteligencias políticas, tácticas y de poder entre las Fuerzas Cristianas; surgimiento de actos de corrupción; búsqueda de lucro individual; divisiones entre los intereses personales de los Barones y, fundamentalmente, la unidad que se fue perdiendo con el paso del tiempo en relación al ideario original por el que se dio comienzo al proyecto inicial, permitieron que las tropas cohesionadas y unidas en el logro del objetivo propuesto, o sea el desalojo de los Cristianos, triunfaran sobre las debilitadas y ya vulnerables huestes de los Ejércitos Cruzados.
El hálito y la esencia del emprendimiento originario de los Cruzados se habían perdido. Si a ésta decadente situación se adicionan el abandono sufrido por los reinos y potencias aliadas católicas (Venecia) de Europa y la negligencia manifiesta de Bizancio, puede entenderse con más claridad los sucesos acaecidos en aquella época, aparentemente lejana, pero que son pasibles de acontecer nuevamente en cualquier momento del proceso histórico mundial.
Para finalizar puede recurrirse a un dato curioso, interesante e importante relatado por el escritor César Vidal en su libro “El Médico del Sultán” donde Moisés ben Maimón, conocido como Maimónides (RAMBAM), Médico, Rabino y Filósofo, a pedido de Saladino, acompañó al Sultán en la campaña de la toma de Jerusalem, su ciudad tan soñada y amada.