2024-11-22 [Num. 1010]


Versión Imprimible

Artículos  - Israel y Sionismo

Marlene Himerlfarb

Whatsapp image 2019 03 26 at 6.07.40 pm
Por Marlene Himerlfarb
Email:
Página Web:
Artículos del autor: 38
Bio:

Colaboradora de los periódicos, El Correo, El Mundo, suplemento dominical El Colombiano, (Medellín), suplemento dominical Estravagario del Periódico el pueblo, (Cali) Revista Carrusel, Elenco y suplemento dominical de El Tiempo, directora de la biblioteca del Colegio Unibán en Apartadó, profesora de literatura infantil en el jardín infantil Consentidos, directora y editora de la revista Hamerkaz, colaboradora de Hashavúa, guión y montaje de obras de teatro en el Beit Avot Participación en la Feria Internacional del Libro en Bogotá, 2017 y 2018 Obras publicadas: historias encontradas 2.004, cuento infantil Elephantus 1/ 2016 y Elephantus 2 en el 2018

Mi amigo Salem

2024-07-31

People

Cuando recién llegamos a este país de leche y miel, buscamos apartamento en varios sectores de la ciudad, pero lo que veíamos no se acercaba ni al presupuesto, ni a nuestro gusto. Aterrizar en Israel, viniendo de países latinos, donde se tiene un alto standard de vida y se vive en espacios amplios, es difícil para las expectativas de un olé jadash. Allá teníamos buenos closets, baños grandes, habitaciones de buen tamaño. Sabíamos que aquí los lugares son más pequeños y la ducha a veces es diminuta.

Tengo un amigo que me contó que antes de venir, practicaba en el clóset para aprender a bañarse en una ducha israelí.

Por ese motivo, nos decidimos por rentar un apartamento en un barrio nuevo (shjuná jadashá), aunque estaba en construcción. No sabíamos lo que iba a suceder y nos imaginábamos que en un año aproximadamente estaría terminada la obra. No tenía closets, como no lo tiene casi ningún apartamento (dirá) nuevo aquí, pero tenía un baño con buen espacio y una ducha grande. Eso me pareció de lujo y parecido a los apartamentos en Latinoamérica Tocó comprar closets para poder acomodar la ropa, pero esos detalles nos hicieron tomar la decisión de convertirnos en vecinos de este nuevo barrio,
que estaba por hacerse.

Cuando uno se cambia a un lugar nuevo, debe “domesticar” el lugar, así como El Principito domesticó a su rosa 

Nos presentaron al ayudante del contratista (kablán) para que nos colaborara en los detalles que faltaban para que pudiéramos vivir en un apartamento domesticado.
El ayudante se llamaba Salem. Me recordó al “chigüiro”, que era como apodaban el ayudante de construcción cuando nos mudamos a nuestra casa en las montañas bogotanas y también había que domesticarla. Mis hijos se hicieron amigos de él y nos colaboró en todo lo necesario.

Salem, no sé si es o era, porque no dejó rastro cuando se terminó la obra. Entraba a nuestro apartamento cada vez que necesitábamos colocar una lámpara, arreglar un tubo, instalar un espejo, revisar el tendedero o el aire acondicionado. Salem era bienvenido a nuestra casa. Nos costaba comunicarnos, pues hablaba árabe y hebreo y nosotros español, suficiente inglés para entender y poco hebreo. Me alertaron que tuviera mucho cuidado, que podía no ser tan buena gente, cómo nosotros pensábamos. Resulta que Salem era palestino o árabe israelí y entraba a mi casa. Siempre quería propina, pero en últimas se portaba bien.

Nos compartió fotos de su familia. Se creó un vínculo y yo pensaba que podíamos ser amigos. Los palestinos que venían a trabajar a la obra tenían permiso de trabajo para entrar todos los días a este país pluralista donde se le da la bienvenida a todos. Cuando terminaban la jornada laboral, un bus los regresaba a su lugar de origen y cruzaban nuevamente la frontera de Gaza. Salem tenía varios obreros (poalim) a su cargo. Creo que él vivía en un barrio árabe

La obra ya estaba terminando y estalló el 7 de octubre. Los palestinos perdieron el derecho a trabajar en Israel y ya no tenían autorización para entrar. No volvimos a ver a Salem. No extrañé a los trabajadores, pues, aunque les sonreía todos los días y pensaba que eran buena gente, me desencanté. Ya no confiaba en ellos y prefería mirar al frente y ver la obra desolada, que verlos arrodillarse en el piso y rezarle a Alá y al profeta Mahoma (3 veces al día) que detestan a los judíos por el solo hecho de serlo. Extraño a ese Salem de ojos verdes que sonreía a esta pareja de colombianos hispanoparlantes, pero no al Salem que puede ser un habitante más de esa franja habitada por alguna gente buena, pero no se puede confiar, ya que muchos son cómplices de los asesinos.

Extraño a ese amigo, que me hizo creer que podíamos convivir en paz como “primos”, a quien nos corre la misma sangre de Isaac, aunque algunos sean de la descendencia de Agar y no de Sarah. Lo extraño y me gustaría saber qué pasó con ese hombre colaborador y de buen corazón que parecía ser. Ahora que ha pasado tanto tiempo, no sé qué pensar. No sé si todavía es nuestro amigo, si nos recuerda con cariño o de pronto con odio por ser judíos. Ni siquiera sé si todavía vive, ya que ha muerto mucha gente inocente y tampoco sé si era tan inocente. No sé qué pasó con su vida, con la de su esposa (era de los que sólo tenía una sola mujer). No sé si todavía vive en Gaza o en algún poblado árabe ubicado en este país que les daba oportunidad de trabajar.

Me gustaría un día encontrármelo y por qué no, compartir con él un falafel o un shawarma, que tan delicioso preparan nuestros primos-vecinos. Lástima no poder vivir en paz.
La obra alrededor de nuestro edificio se aplazó y todavía no se ha terminado, pues los trabajadores palestinos no volvieron a cruzar la frontera. Han reanudado los trabajos, pero con obreros traídos de otros países y ha sido más lento. No sé a qué D’s le rezan, pues no se arrodillan en el piso sobre las pequeñas alfombras que traían los palestinos, pero van paso a paso avanzando en la construcción. Lástima que por la desconfianza actual ahora toca traer filipinos, indios y trabajadores de otras regiones para realizar las obras, habiendo podido tener trabajadores primos-amigos. A ellos también les servía tener un trabajo fijo en un país donde se respetan todos sus derechos y todas las creencias.

Lástima que el presidente colombiano tenga alergia a los judíos, porque podría ser una buena mano de obra calificada para reconstruir este bello país y darle la oportunidad a gente que vive donde escasea el trabajo. En vez de eso quiere trasladar a unos niños palestinos, lejos de ser ingenuos, con sus familias para darles resguardo en Colombia. Esto es sumarle puntos a la violencia propia que ya tenemos allá. Seguro serán buenos profesores porque deben ser de la escuela del Hamás que les enseñan a los niños desde pequeños a que sean mártires y se sientan orgullosos y felices de serlo.

Ese presidente loco que va de un escándalo a otro y que defiende la causa palestina, al mismo tiempo que se declara heterosexual, condición prohibida en la cultura árabe. Si se diera la oportunidad de venir a Israel para comprobar cómo se vive aquí el orgullo gay. Como se respetan sus derechos. Pero prefiere defender a Gaza , donde por su condición, peligraría su vida.

Si no fuéramos tan cerrados y reticentes a compartir las ideas de otros, a dialogar, podríamos habitar un mundo mejor y aprender lo mejor de cada cultura, sin necesidad de odiarnos o de querer aniquilar a otros.



Comentarios de los lectores




Caracteres restantes: 300