Palabras escritas por Tomas Chaskel para la conmemoración de Kristalnacht.
Este 9 de noviembre es muy diferente. Cada día nos estamos sintiendo más cerca a los eventos que ocurrieron en 1938. La generación post holocausto vivió con la esperanza de construir un mundo mejor, un mundo de paz, gracias al esfuerzo, y al empeño de nuestros padres. Muchos de nosotros crecimos en un entorno donde decíamos: “tenemos un hermano mayor que nos cuida.” Ese hermano es Israel. Nos sentíamos seguros.
Nuestros padres reconstruyeron su mundo. Sin embargo, en los últimos 13 meses nos hemos acercado a una realidad distinta. El 7 de octubre de 2023, el atentado terrorista de Hamas a Israel, marca una herida profunda de dolor y preocupación entre nuestro pueblo. Hoy, más que nunca, encontramos personas que nos dan la espalda, nos acusan, y cuestionan nuestro derecho a defendernos. Otros, con indiferencia hacen como si nada pasara, lo cual es igual de grave.
Si nos remontamos a 1938 encontramos una fotografía de un mundo dividido, en guerra, con inseguridad, con miedo lleno de promesas falsas y mentiras. ¿No creen ustedes que es muy similar, por no decir igual al presente? sin valores, donde la ideología está por encima de los principios universales de la vida, y la línea de respeto a las diferentes creencias y visiones políticas se ha borrado dando paso a la polarización que tanto daño le hace a la convivencia entre los pueblos.
La parashá Lej Lejá de esta semana, nos narra como Abraham hace pactos con Dios. Así leemos que Di-s hace un primer pacto con Abraham otorgándole la herencia de la Tierra de Israel, y luego otro, el pacto de la circuncisión. El pacto de la tierra es por el que hoy seguimos discutiendo. El pacto de circuncisión, sin embargo, se convirtió en el símbolo mediante el cual los Nazis identificaban a un judío, y al mismo tiempo, un símbolo que une a judíos y musulmanes ¿Qué paradoja verdad? Esos dos pactos son parte de nuestra herencia, de nuestra identidad, y en términos modernos, son nuestro Karma.
La noche del 9 noviembre los nazis organizados y preparados, ejecutaron aquello para lo que fueron instruidos. Salieron a romper todo lo representaba al judaísmo. Humillaron hombres y mujeres, se burlaron de ellos. Fue una noche de dolor y horror, un despertar brutal a la realidad.
Al día siguiente, las calles brillaban con los cristales rotos y estaban salpicadas de sangre. Un vidrio tiene dos lados. Uno mira hacia afuera y el otro mira hacia adentro. Cuando miramos hacia adentro, generalmente vemos nuestro propio reflejo, pero cuando se mira hacia afuera elegimos lo que queremos ver. ¿Qué estamos viendo hoy? ¿Un mundo justo, que valora la vida y se preocupa por el bienestar de los demás o un mundo en construcción, tal como lo pidió Dios a Abraham? ¿O un mundo que se está autodestruyendo? Un mundo donde el dinero se ha convertido en un dios, con sus propias leyes y sacrificios. Las historias que nos contamos, los comportamientos, y las actitudes, todo está cambiando. Es muy importante ver hacia afuera, observar, analizar y estar pendientes. Pero ahora tenemos unas nuevas ventanas, las de los celulares y esta, está muy contaminada.
Esa ventana que se tiene en la mano, en los últimos meses, nos muestra versiones contradictorias de los mismos eventos. Este es el nuevo cristal de la memoria. Porque hay quienes intentan borrar la historia, quienes desean glorificar a los Nazis, y lo peor, quienes quieren hacernos olvidar el sacrificio de seis millones de hermanos. No podemos permitir que nos roben el recuerdo del holocausto, ni que nos oculten lo que ocurrió el 7 de octubre. No podemos permitir que hombres deshonestos manejen nuestras vidas.
Hoy más que nunca, debemos estar unidos, con los ojos bien abiertos. No podemos permitir que destruyan nuestros cristales, nuestra memoria. Es crucial que seamos más activos y que eventos como la noche de los Cristales Rotos no se queden limitados a la historia alemana. Tras esa noche, el nazismo se expandió y tocó vidas en Europa y en el mundo entero. Hoy, también existen grupos que buscan cambiar vidas, destruirlas e incluso sacrificarlas. Ese enemigo está cerca, tan cerca como en 1938.
No podemos permitir que una noche, como la del 9 de noviembre se repita, Debemos estar vigilantes, con los ojos bien abiertos.