2024-04-25 [Num. 979]


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Artículos  - Antisemitismo

Marcos Peckel

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Por Marcos Peckel
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Profesor de la Facultad de Relaciones Internacionales de las universidades Externado de Colombia y Rosario, catedrático de la academia diplomática de la Cancillería, columnista de asuntos internacionales de El Espectador y El País.

Mortero por la culata

2015-08-27

Matisyahu

Mathew Paul Miller nació en Pensilvania  hace 36 años. Incursionó  en la música y la actuación y encontró en  el judaísmo, su religión de origen, una  manera  diferente y única  de expresión artística cuando se vinculó con la línea ortodoxa judía de “Jabad Lubavitch”, haciendo de su música una  exitosa  mezcla de Hip-Hop, Raggae y cantares judíos,  amenizado por  los atavíos propios  de la ortodoxia: peyes-rizos del pelo que nacen  en la sien-, barba,  abrigo largo, camisa blanca y sombrero. Miller conocido en el mundo artístico como Matisyahu se convirtió en un gran éxito musical   seguido por fans de todas las etnias, credos y edades, nominado al Grammy en 2007. Recientemente Matisyahu ha cambiado su “look” a uno menos asociado con la ortodoxia judía.

Como uno de los mejores de su generación, Matisyahu fue invitado a intervenir en el festival  europeo de Reggae “Rototom Sunspalsh” en Benicàssim, España. Entonces,  sucedió  lo increíble aunque no sorprendente: los organizadores del festival, presionados por ONGs que promueven el boicot a Israel,  exigieron a Matisyahu, judío americano, emitir una declaración política en apoyo a Palestina. Esta imposición le fue hecha únicamente a Matisyahu,  no a ninguno de los demás artistas invitados. Su “crimen”: ser judío. Al negarse a hacerlo, su presentación en el festival fue cancelada. Tras protestas airadas de organizaciones judías, del mismo gobierno español y los medios más influyentes, el festival tuvo que recular, re-invitar a Matisyahu y disculparse.

Hace 500 años en la misma España a los judíos se les exigió adoptar el cristianismo, morir o irse.  Aquellos que por  simple supervivencia adoptaron  hacia afuera la fe cristiana y continuaron practicando su judaísmo  en secreto, si se les descubría,  eran conducidos  a los autos de fe de la Santa Inquisición cargando el San Benito en degradantes procesiones  públicas antes de ser incinerados en la hoguera. Lo ocurrido con Matisyahu, singularizado por ser judío y obligado a  hacer una “declaración de fe”, no difiere mucho en la intención de los inquisidores de antaño.

Ha sido tal el rechazo a esta actitud  por parte del festival, que el diario  El País en su editorial ha calificado este hecho como “discriminación inaceptable” y ha llamado a las autoridades a tomar cartas en el asunto.

Recientemente España ha ofrecido la nacionalidad española a los descendientes de los judíos “injustamente expulsados” en 1492. Tras este acto de constricción, no estaría de más un pronunciamiento sobre lo que es un inaceptable acto de antisemitismo cometido en tierras ibéricas en pleno siglo XXI. El movimiento de boicot a Israel conocido por su sigla BDS quedó desenmascarado como  lo que verdaderamente representa: un movimiento antisemita que lejos de luchar por el bienestar y los derechos del pueblo palestino, se dedica a promover el odio a los judíos y al Estado judío.

Tras ser invitado nuevamente a cantar en el Festival  la actuación de Matisyahu se convirtió en la más esperada y una vez en el escenario el pasado Sábado, frente a varias banderas palestinas que ondeaban algunos de los asistentes, los abucheos y silbatinas de unos pocos fueron silenciados por la música del cantante quién concluyó su participación con la canción “Jerusalem”, que evoca el salmo “si me olvidare de ti…”

A los organizadores de festival y a los promotores de BDS les salió el “mortero por la culata”.



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