El diccionario de la Real Academia define el término “obsesión” como perturbación anímica producida por una idea fija, lo que parece corresponder con lo que padecen medios y organizaciones de todo tipo con Israel. Un cubrimiento siempre desproporcionado, habitualmente descontextualizado y en ocasiones maniqueo. Encima de la obsesión cabalgan los oportunistas que posando de analistas utilizan cualquier evento relacionado con Israel para dar rienda suelta a su odio.
El asesinato del bebe palestino Ali Saad Dawabsha a manos de extremistas judíos en la aldea de Duma es sólo el último ejemplo de esa obsesión. Se le dedican páginas enteras y largos minutos, se acusa a la nación israelí toda de responsabilidad por el crimen de un terrorista que muy seguramente será capturado y condenado por el Estado judío. A los que se desagarraron las vestiduras poco les importa Ali Saad. Exigua tinta han vertido sus plumas para protestar por los torrentes de sangre derramados por centenares de niños palestinos asesinados en Siria, no les importan los palestinos, muertos o vivos, ni la ocupación, ni la justicia, ni la verdad. Simplemente se lanzan impulsados por resortes para nunca perder la oportunidad de satanizar al Estado Judío.
El atentado a cuchillo por parte de un extremista homofóbico en marcha del orgullo gay en Jerusalem, en el único país del medio Oriente donde los gays gozan de derechos civiles y pueden hacer marchas, también se convirtió en “bocado de cardenal” para medios que ningún interés muestran por decenas de homosexuales condenados a muerte cada año en Irán o lanzados por Hamas desde los techos en Gaza.
Semejante cubrimiento exagerado sobre Israel pareciera servir para taparse las vergüenzas en un mundo donde cada día incontables bebes mueren en hechos violentos, miles de niñas son violadas, desesperados refugiados buscan un hogar y la barbarie impera por doquier. Los muertos del conflicto en Siria duplican los de los 70 años de guerras de Israel con sus vecinos, las víctimas en el conflicto palestino israelí en un año son los de un carro bomba en Bagdad, la aviación saudita lleva meses matando civiles en Yemen, los musulmanes en la República Centroafricana son cazados y masacrados y un larguísimo etcétera, demasiado quizás para encontrar espacio analítico en los medios.
La razón de esta obsesión, propia de occidente, es que Israel es el Estado judío, el judío colectivo, que convenientemente reemplaza al judío individual, por siglos señalado de usurero, comunista, conspirador, banquero, sindicalista, deicida. Decía el político francés de extrema derecha Charles Maurras “Todo parece imposible de comprender hasta que aparece providencialmente el antisemitismo. Entonces todo encaja perfectamente”. Ese mismo paradigma es llevado a un medio oriente en extremo complejo: Siria, Iraq, Isis, Al Qaeda, Hezbollah, Estados fracasados, Houtties, monarquías nonagenarias, guerras religiosas, terrorismo, ayatolas, sunitas, shiitas, etc. Enfocarse en Israel por parte de medios y organismos internacionales ahorra la necesidad de entender lo demás.